A veces me pregunto cómo llegamos hasta aquí, atrapados en esta carrera sin fin que llamamos vida adulta. Es un ciclo constante, donde nos levantamos, trabajamos, y volvemos a dormir, para repetir lo mismo al día siguiente. Todo con un propósito que, si me detengo a pensar, parece carecer de sentido real.
¿Por qué nos obsesionamos tanto con tener más, con acumular bienes, con alcanzar una lista interminable de logros que la sociedad nos dicta?
La respuesta siempre es la misma: el dinero.
Desde pequeña me enseñaron a soñar con un futuro próspero, con una casa grande, un auto lujoso, un trabajo exitoso. Me educaron para creer que la vida se trata de conseguir cosas, y esas cosas, en su mayoría, están vinculadas al dinero. No importa si soy feliz en el proceso, lo importante es que avancé hacia esos objetivos que, supuestamente, definirán mí realización personal.
Cuando era niña, todo parecía mucho más simple. Los días se medían por momentos, no por tareas o metas. Había una libertad, un gozo en las pequeñas cosas que se fue diluyendo a medida que crecí.
Y ahora, como adulto, miro alrededor y todo parece estar centrado en lo material. Se me ha condicionado a pensar que debó tener el mejor trabajo, la casa más grande, el último modelo de celular, y la lista sigue... y sigue...
Pero, ¿por qué?
¿Realmente lo necesito?
No estoy segura. A veces siento que me han vendido una idea falsa de lo que significa vivir. me han dicho que la felicidad se encuentra en la acumulación de bienes, que valgo más mientras más tengo. Y, sin darme cuenta, me he convertido en esclavo de una sociedad dirigida por el dinero.
Lamentablemente en algún momento vamos a trabajar horas interminables en empleos que apenas nos gustan, soportamos la presión y el estrés de un sistema que nos obliga a ser productivos constantemente. Todo con la esperanza de ganar más dinero, de poder comprar esa cosa que, creemos, nos hará sentir completos.
Pero, ¿en serio nos va hacer sentir completos?
La vida adulta, en muchos sentidos, ha perdido su esencia. Me he alejado de lo que realmente importa: las relaciones, el tiempo libre, la creatividad, la simple experiencia de estar viva. En lugar de disfrutar lo que tengo, siempre estoy tratando de mirar hacia adelante, hacia lo que aún no he conseguido. Y todo por el dinero, por esa necesidad impuesta de cumplir con los estándares de una sociedad que se mide por lo que puedes comprar.
Es frustrante. ¿Cuándo decidimos que el valor de una persona depende de su cuenta bancaria o de su capacidad para comprar cosas?
¿Por qué hemos aceptado que esto es lo "normal"?...
Hay días en los que me siento desconectado de todo esto, como si estuviera en un carrusel que da vueltas... vueltas, sin propósito claro.
No sé cuál es la solución, ni tengo todas las respuestas.
Pero sé que no soy nada sin dinero…
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desahogo mental y emocional, miedos sin fin, quiero ser normal
Editado: 16.11.2024