A veces, me gusta actuar como una estúpida.
No porque lo sea, sino porque es más fácil. Es como si me pusiera una máscara, una versión más ligera de mí misma, una que no se preocupa por nada ni por nadie. Es una barrera, algo que me ayuda a no sentirme tan expuesta, tan vulnerable.
Si finjo que todo es sencillo, que la vida no me afecta, tal vez hasta me lo crea. Tal vez sea más fácil sobrevivir así, manteniendo una fachada de despreocupación y desprecio por los problemas reales.
Me gusta pensar que puedo con todo, que no necesito ayuda de nadie. Desde pequeña me acostumbré a lidiar sola con las cosas. No importa qué tan grande sea el problema o cuántas veces me tambalee, siempre me convenzo de que puedo resolverlo sola.
Es como si dependiera de esa idea para sentir que tengo el control. Y me resulta más cómodo fingir que nunca me ahogo en mis emociones, que puedo manejar cualquier cosa que se me presente, como si nunca necesitara un respiro, un descanso, o simplemente a alguien que me diga que todo va a estar bien.
Porque, la verdad es que no quiero admitir que a veces sí me ahogo. Que hay días en los que la ansiedad me arrastra como una ola, y me esfuerzo tanto en mantener la cabeza fuera del agua que me agoto.
Pero no puedo permitir que nadie lo vea.
No quiero que piensen que soy débil o que no soy capaz de lidiar con mis propios problemas. Así que uso esta personalidad carismática, esta versión mía que siempre está alegre, que nunca se toma nada en serio.
Mi armadura.
Me protege de lo que realmente siento.
Es como un juego. Me divierte ser la que siempre tiene una respuesta rápida, la que se ríe de todo y finge que la vida es una broma. Pero detrás de esa sonrisa, hay algo que no quiero enfrentar. Hay una parte de mí que se siente asfixiada por todo lo que me niego a mostrar. Las dudas, las inseguridades, el miedo a no ser suficiente. Pero nunca dejaré que eso se vea.
No puedo permitírmelo.
Me gusta imaginar que soy fuerte, que no necesito de nadie, que soy autosuficiente. Y tal vez lo soy, en cierto sentido.
Pero ¿hasta qué punto?
¿Cuánto más puedo seguir fingiendo que todo está bien antes de que me rompa por dentro?
A veces me pregunto si actuar como una estúpida, como alguien despreocupada, me está ayudando o si solo me está haciendo más daño.
Pero entonces me río, como si esa pregunta fuera absurda. Porque si me detengo a pensar en ello, tal vez tenga que enfrentar la verdad. Y eso, sinceramente, me aterra.
Es más sencillo seguir fingiendo que puedo con todo, que no necesito a nadie, que mis emociones están bajo control. Es más fácil ser la que siempre tiene una sonrisa en el rostro, la que nunca se quiebra. Tal vez algún día esa versión de mí sea real.
Soy una persona falsa con carencia de personalidad.
¿Tengo una identidad propia?
o si solo soy una sombra de lo que los demás esperan de mí. Me siento como una persona falsa, alguien que ha aprendido a llevar una máscara en lugar de mostrar quién realmente soy.
Cada vez que interactúo con la gente, me doy cuenta de que estoy actuando, como si estuviera interpretando un papel en lugar de ser yo.
¿Realmente soy así o solo estoy imitando lo que creo que se espera de mí?
Mi comportamiento cambia dependiendo de con quién esté, y eso me deja con una sensación constante de vacío. A veces, siento que no tengo una personalidad propia, que soy un collage de diferentes versiones de mí misma que he creado para encajar en distintos contextos.
Lo peor es que he llegado a creer que esta falta de autenticidad es una parte integral de quien soy. He pasado tanto tiempo intentando complacer a los demás, adaptándome a sus expectativas, que me he olvidado de lo que realmente quiero o siento.
Me siento más desconectada de mí misma.
La gente dice que es bueno ser adaptable, que es una habilidad valiosa, pero yo me pregunto si he cruzado una línea peligrosa.
¿Dónde está el límite entre ser flexible y ser completamente inauténtico?
Me duele darme cuenta de que, en mi esfuerzo por encajar, he perdido de vista quién soy en realidad. Mi propia identidad parece haberse diluido entre las expectativas ajenas y las necesidades de encajar.
A veces, en momentos de soledad, me pregunto si alguna vez podré encontrarme a mí misma nuevamente. Me esfuerzo por recordar qué es lo que realmente me gusta, qué es lo que me apasiona, pero todo parece tan borroso.
La idea de descubrir quién soy realmente me resulta abrumadora, porque cada intento se siente como una falsedad más.
Quizás, en el fondo, esta falta de personalidad es una forma de protegerme del rechazo o del dolor. Pero,
¿A qué costo?
Me he convertido en una versión vacía de mí misma, una persona que a menudo no sabe si está siendo sincera o simplemente desempeñando un papel.
Así que aquí estoy, atrapada en una rutina de autoengaño y adaptación, deseando poder romper las cadenas de esta falsa identidad y encontrar un sentido real de quién soy. Pero cada día, la batalla parece más difícil, y la sensación de estar perdida en un mar de falsedad solo se profundiza.
jajaja solo me gusta engañarme.
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desahogo mental y emocional, miedos sin fin, quiero ser normal
Editado: 16.11.2024