«¿Qué hago? ¿Qué hago?»
No sé por dónde empezar.
Steve López es realmente un chico maravilloso, dulce, comprensible, respetuoso..., y podría seguir alabando su personalidad, sus valores, sin embargo, eso no me ayudaba. Estaba en una encrucijada porque, aunque sabía que respuesta darle, no sacaba el valor para hacerlo. Lo más triste es que no era la primera vez que reiteraba lo que sentía por mí a lo cual yo fui firme cuando le especifiqué que solo podría brindarle mi amistad. «Creí que lo había entendido. Es decepcionante».
No quiero ser cruel, pero a veces se necesita ser dura para poner un alto y pueda fijarse en alguien más. Respiro hondo, lo miro fijamente y…
—No digas nada. —cierro la boca. Él da un suspiro— Soy consciente de que no puedes verme de otra manera porque aún estas aferrada a él y no sabes cuánto me apena el ser tan terco.
—Ya perdí la cuenta de las veces que me has dicho cuánto te gusto y en verdad, quisiera poder darme ese empujón contigo. Sin embargo, no puedo. —indico con sinceridad— No voy a negar que te quiero, lo hago y mucho… solo que es de una manera amical. Perdón.
—Acepto tu rechazo, otra vez. —frota su cabeza con las manos debido a la frustración. Odio verlo así— ¿Qué debería hacer para conquistarte? ¿Desaparecerlo? ¿Cambiar mi estilo?
—No digas tonterías. —murmuro— Eres perfecto.
—Pero no lo suficiente para ti.
—Estoy segura de que pronto llegará tu chica ideal.
—Si, quizás. —sonríe con suficiencia— De lo que te estás perdiendo.
—Lo sé.
A Steve se le borra la sonrisa y no aparta sus ojos de mí. Opto por desviar la mirada, pretendiendo de que estoy apreciando la bonita vista del parque. Imploro a Dios que este juego mecánico acabe, ya que no solo el silencio es incómodo, sino que, por hoy, ya no es prudente el que esté a solas con él.
— ¿Por qué no lo intentamos?
El chico de ojos verdes es quién rompe el raro ambiente dejándome muy incrédula. Se suponía que había “aceptado” mi negativa hasta hace unos pocos minutos.
—Creí que había sido clara contigo…
—Si, lo sé, pero… —me corta. Al parecer anda meditando bien antes de soltarlo: — ¿Por qué no fingimos salir? Tal vez también nos funcione…
—Aguarda, ¡¿Qué?! —estoy perpleja— ¡¿Piensas que soy de las chicas que se enamoran mediante una “Actuación”?!
—No…, no es lo que…
— ¿O es que tú crees que me enamoré de Santiago por esa estúpida apuesta?
— ¡Me estás malinterpretando! —exclama nervioso. Yo ando ardiendo de coraje— Además, ¡¿Quién mencionó la apuesta?!
— ¡¿Ósea que ando de loca?! —él niega— Ahora siento que me equivoqué contigo. No tienes nada de perfección.
Por suerte, el juego se detiene en dónde aprovecho en salir de allí sin ninguna intención de seguir escuchándolo. No podía creer lo que estaba proponiéndome, como si eso fuera la solución a que yo cambiara de idea ante lo que sentía por mí. «—¡Cielo, Cielo!» Ignoro sus llamados, camino más rápido y…
—Por favor… —logra detenerme al sujetarme del antebrazo— Lo siento, no sé porque dije esa tremenda estupidez. Lo que menos quería era hacerte sentir mal, te lo juro.
—Sé que te aflige mis decisiones, pero ¿Cómo se te ocurrió creer que yo volvería a tropezar con la misma piedra? —me suelto de su agarre— Por si no lo notaste, mi relación con ese tonto inició mal y por ende terminó mal, ¿De verdad te interesa ese tipo de relación? ¿Una relación a base de mentiras?
—Tienes razón. Es solo que…
— ¡No hables más! —grito tratando de no llorar— Yo no esperé enamorarme de él, las cosas se dieron por sí solas y para serte sincera… ninguno lo esperó. Ahora… ¡Míranos! Estamos peor que perros y gatos. —bajo la mirada—Yo no quiero que tú y yo terminemos de ese modo, es por eso por lo que me niego a ser tu novia, ¿Lo has captado mejor?
Vuelvo a fijarme en Steve quién no deja de asentir avergonzado. Respiro hondo y decido aferrarlo en mis brazos. Quizás, era yo quién debía comprenderlo y es que después de todo, el chico de ojos verdes se había convertido en mi máximo soporte.
—Fui un idiota —susurra cerca de mi oído— No merezco ser tu amigo.
—Estabas frustrado y es entendible. Tampoco debí reaccionar así cuando has hecho tanto por mí.
—La desesperación porque estés conmigo no me hizo pensar con claridad. —me aparta y me entristece verlo tan decaído— Olvida esa versión idiota de mí y tan solo perdóname, Cielo.
—Listo. —sonrío y lo contagio un poco al sentirlo más tranquilo— ¿Seguiremos siendo amigos?
—Nunca lo dudes.
Sujeto de la mano a Steve y ambos optamos por regresar al punto de encuentro, ya que debido a nuestra “pequeña” pelea perdimos de vista a Mili y Mateo. En medio del camino nos cruzamos con su hermana y sus amigas, la primera no luce nada feliz.
— ¿Ya terminaste de pasear con tu futura esposa, mono?
— ¡Deja de molestar, Odaliz! —ella trata de golpearlo y se contiene. Aprieto los labios para no reír— Ya lo hicimos, ¿Y tú?
—Nos faltaron algunos juegos, pero ya qué. —da un suspiro— ¿Nos vamos?
—Tengo que reunirme con mis otros compañeros en la entrada del parque.
— ¿Otros? —hace una mueca— ¿Aparte de tu amiga que me llamó “niña linda”? ¡Puaj!
—No sé porque te ofendes si solo dijo la verdad. —él se burla— Todavía no tienes trece años, ¡Pinocha!
— ¡Cállate o le digo tus cosas más vergonzosas a tu Cielito!
—Entonces no te diré quién más está aquí.
— ¿Qué? —su expresión se torna incrédula. Steve cruza sus brazos, mueve sus cejas y yo ando más perdida que nunca. Ella capta sus movimientos en donde sus mejillas se vuelven rojas— ¡Mientes!
—No soy mentiroso.
— ¿Santichar está aquí? ¿En el parque de atracciones?
«¿Santichar? ¿Qué demonios es eso?»
Su hermano mayor asiente con la cabeza y Oda no puede contenerse al ensanchar los labios. Cielos, en verdad ella es muy bonita, sobre todo si sonríe de esa manera. De la nada, se acerca a mí y presiona mis brazos con sus manos.