....
Los pasillos de la gran secundaria de Caracas me hacen sentir un poco sola, como si no hubiese un final en este recorrido. Las personas a mi alrededor no voltean a verme. Nunca lo hacen. Paso desapercibida al caminar entre los alumnos, donde nadie me saluda ni repara en mí por más de dos segundos. A veces me pregunto si todos se sienten igual que yo y solo fingen creerse superiores frente a los demás para no mostrar lo solo que todos nos encontramos en el mundo. Muchas veces me siento así. No es que crea que tengo una mala vida ni que tenga malos padres, solo es que a veces siento que algo me falta, siento una necesidad de algo que desconozco. Normalmente ese vacío suele llenarlo la música. Es algo que no puedo explicar: lo que siento al escuchar alguna canción de un artista que me guste, o simplemente una pieza de algún compositor como Chopin. Me acompaña en la mayoría de las cosas y en la mayoría de mis felicidades o tristezas.
No termino de entrar al aula que le corresponde a la clase de Física cuando alguien salta sobre mi espalda tomándome por sorpresa.
-Hola, niña. -saluda en un grito Jennie a punto de romperme el tímpano. La aparto de mí para volverme y encontrarme con su habitual rostro cubierto por una gran capa de maquillaje.
-Casi que no te arreglaste, Jen. ¿Qué quedará de maquillaje para las otras mujeres? -digo en broma a sabiendas de su enojo a estos comentarios. Y acierto al ver que su rostro empieza a tomar un rubor delatando su molestia. Ella se separa de mí y gira los ojos con fastidio.
-Eso dolió, Greenhood. Al menos yo si me tomo el tiempo en hacerlo, no como otras que le llaman arreglarse al solo ponerse perfume costoso. -devuelve sacando la lengua de una manera muy infantil que me hace reír haciéndola molestar más.
-Lo siento, Yáng. Vayamos a sentarnos antes de que llegue el profesor. -digo aun entre risas dirigiendo a mi amiga del brazo hasta nuestras sillas de siempre: al lado de la ventana que da con vista al patio trasero que casi nadie visita. Es una hermosa vista y aun no entiendo el por qué ya ninguna persona disfruta de esos grandes y frondosos árboles de aceite con hojas de varias tonalidades, dándole aspecto de haber sido pintada por algún pintor. Siempre que toca la hora de Física prefiero contemplar el paisaje a través de la ventana hasta que se haga sonar la campana para dar comienzo al receso. No presto mucha atención a esta clase. La mayoría de las cosas que explican, mi madre ya lo ha hecho una semana antes en lo que ella llama "hora de estudio". A pesar de que odie esas clases tan tediosas, porque pienso que hay mejores cosas que hacer en la mañana de un fin de semana, como dormir o ver la tv o hacer cualquier otra cosa, creo que sirve de excusa para desconectarme en estos casos.
Mientras todos tratan de entender las pautas del profesor Arthur, yo me limito a hacer dibujos despreocupados y sin ninguna lógica sobre la última hoja del cuaderno donde hay montones de garabatos, restos de aburrimiento de las anteriores clases de física.
Al estar probando todo tipo de letras con mi nombre, siento un vibrar en el bolsillo del pantalón donde guardo el teléfono.
De seguro es Michael. Es habitual en él mensajear a esta hora.
Levanto mi mano para hacerme notar entre mis compañeros y el profesor que está explicando algo que desconozco. Este último me señala dándome la palabra.
- ¿Puedo ir al baño? -pido. El profesor levanta una ceja y revisa la hora en el reloj que envuelve su muñeca y luego asiente en dirección a mí. Jennie que está sentada junto a mí me mira con brillo cómplice y dice en voz baja para que solo yo la oiga:
-Saludas al señor mallitas de mi parte. - giro los ojos en respuesta y me apresuro en salir del aula.
Jennie ya está acostumbrada a mis escapadas para hablar por teléfono, y disfruta de hacerme molestar poniéndole apodos tontos como señor mallitas, pero supongo que se lo perdono por todas las veces que la fastidio por la cantidad de maquillaje que usa.
Mis pasos se dirigen al baño a la vuelta de la esquina. Al llegar, me encierro en el último cubículo y saco mi teléfono de uno de los bolsillos delanteros del jean.
Al desbloquear la pantalla confirmo que es un mensaje de mi novio y me apresuro a abrirlo.
Lover😍Michael
Buenos días, cariño. Necesito que vengas temprano hoy, hay algo que debo decirte. Más tardar a las tres.
Se leía en su mensaje, a lo que no puedo evitar sonreír por el apelativo amoroso por el cual siempre me llama. Tecleo varias respuestas antes de decidirme y terminar por enviarle la que considero adecuada.
Emma
Buenos días, amor. De acuerdo,
Estaré allá a las tres puntual. 💗
Lover😍Michael
Ok
Michael ha sido mi novio e instructor durante un año, y a pesar de eso, siento que llevamos una vida juntos.
Llegó un día de septiembre cuando apenas iniciaban las clases de baile en la gran academia de Caracas. La señora Nicolette, directora, lo presentó ante nosotras como el mejor bailarín que habían visto sus ojos, y eso ya es demasiado, porque dudo que la señora Nicolette haya dado más de unas pocas palabras o alguna pequeña sonrisa para hacerte saber que has hecho algo bien, lo cual para ella es casi.... nunca. Nos dijo que sería nuestro nuevo profesor y que también se convertiría en tutor los fines de semana para dar clases particulares con la que él pensara que hacía falta trabajar más duro, o para cuando hubiese una presentación como solista y se necesitara enfocar en la bailarina que haría la presentación. También mencionó que tenía diecinueve años, lo que nos impresionó a todas por lo joven que era para ser un profesor y bailarín profesional. Al verlo, me fijé en lo atractivo que era: tenía una encantadora sonrisa que deslumbraba, unos profundos ojos color avellana, un ondulado cabello rubio claro que parecía desordenado, pero aun así le quedaba increíble, una piel muy clara que contrastaba con sus mechones rubios y tenía una musculatura increíble. Al principio, no parecía muy interesado en mí, casi nunca me dirigía la palabra ni se tomaba la molestia en corregirme. Hubo un momento en que pensé que no era lo suficiente buena como para llamar su atención, así que seguí esforzándome. Un día me dijo que quería verme el sábado en la tarde para que tomara una clase particular con él. Ese día me esforcé más que nunca, quería impresionarlo dando todo lo que tenía. Cada paso que hacía procuraba que fuera perfecto, al igual que cada giro y cada salto. Al parecer logré hacerlo, ya que cuando llegaron la temporada de presentaciones, me dijo que había conseguido un solo. Estaba muy emocionada, llegue a casa dando saltos de felicidad por haber logrado obtener mi primer solo. Mis padres y Emily estaban muy felices por mí, me dijeron palabras de aliento, yo les prometía no fallarles y hacer lo mejor posible mientras ellos aseguraban que sería así. Estuve practicando todos los fines de semana con Michael, todas esas prácticas serían hasta enero cuando se llevaría a cabo el acto. Daba todo de mí, bailaba con el corazón y con toda la pasión que se le pudiera entregar a cada movimiento. Michael estaba súper contento conmigo, no paraba de alagarme y de decirme que todo saldría genial. Aunque al parecer, para él hacerlo perfecto no era suficiente.