....
-Diga.
-Hola, mamá.
-Hola, mi amorcita, dime.
- ¿Puedes venir a buscarme?
- ¿Terminaron?
-Sí.
-Pero ¿Pasó algo? Acabaron muy pronto.
-Está todo bien, mamá. Michael... él tuvo que salir por unos asuntos...
-Ah bueno, deja que le diga a tu papá. Ahorita estoy en la peluquería, ya sabes, arreglándome estos pelos.
Una risa brota tras la otra línea, pero soy incapaz de fingir una. Sólo quiero que vengan y me saquen de estas paredes que empiezan a encogerse, sacando mi lado claustrofóbico a luz.
-Ok, dile que se apresure, lo estoy esperando.
-Dale, ya le aviso. Un beso, te quiero. - mi vista se vuelve acuosa por las últimas palabras, pero guardo la compostura.
-Yo también, besos...-cuelgo.
Un suspiro fue abandonado de mi boca, demostrando lo cansada que me encontraba. Había llorado como nunca lo había hecho, y se vio evidenciando en mi comportamiento cansino, y ojos irritados. El reflejo de mi rostro en los grandes espejos del salón me devolvió la mirada, burlándose de mi estado deplorable.
Hace mucho que Michael se había ido, pero su ausencia se sentía tortuosa.
Sabía que todo lo que había pasado estaba mal, yo sabía que extrañarlo en ese momento sería consentir sus actos, y, sobre todo, sabía que lo que había pasado había sido culpa de ambos. Yo sabía que nuestra relación no era la mejor, que no éramos los indicados para ser ejemplo de lo que una verdadera pareja debía ser. Y últimamente, Michael solía ser más duro con sus palabras. Aunque siempre fue algo reacio a demostrar cariño o afecto hacia mí, con el tiempo, su comportamiento antipático y frío hizo un muro entre los dos, creando una distancia visible para mí.
Lo amo. Eso es lo único que estaba claro en mi cabeza.
….
El lunes había llegado de manera sinuosa e inesperadamente rápido. Estuve el resto del fin de semana pensando y divagando en todo lo que había sucedido ese sábado con Michael en la academia.
No llegaba a ninguna conclusión, pues, aunque la salida más sana sería terminar la relación... no me sentía segura de hacerlo.
¿Cómo se rompía una relación de un año de manera tan abrupta?
Lo amaba...
Me lo repetía una y otra vez tratando de aferrarme a la idea. Como si estuviera forzándome a creer que lo hacía, pero yo sabía que era verdad…
Tenía que serlo, es la única constante que había en mi vida.
Y era difícil aceptar que las cosas no iban bien y debían acabar... Realmente no quería hacerlo, Michael, él ha sido mi primer amor, la única persona que he amado con tanta intensidad, mi mundo. Todo el día de todos los días de la semana pienso en él y cortar con él sería una condena 24/7 de pensamientos y cuestionamientos.
Había pros y contras de seguir esa relación, las había contado durante todo el fin de semana. Y tal vez mi mente había alterado los resultados, habiendo más pros, pero debía hablar claro, ser sincera conmigo misma y decidir lo mejor para mí.
Sí, lo mejor sería acabar y cortar por lo sano.
Pero... qué pasaría con todos esos días juntos, él y yo, ¿Convertirlos en nada y hacer como que no me afecta el recordar?
No. No era justo.
Quería más tiempo con él del que hemos tenido...
Aunque el tiempo solo ha demostrado que todo va decayendo poco a poco, hasta dejarnos en la estación en la que nos encontramos mi "sí-pero-no-novio” y yo.
- ¿Qué se supone que haga? -exhalé lamentándome, con las manos sobre la cabeza, cansada de maquinar tanto.
-Tal vez debería prestar atención, señorita Greenwood.
Me incorporo rápidamente como si fuera un títere y me hubieran jalado las cuerdas bruscamente.
El profesor José me mira con una ceja arqueada con una mirada penetrante que hace que me ponga nerviosa.
No sabía que se me había notado lo absorta que estaba del mundo como para que el profesor de biología me mirara de esa manera.
-Lo siento, profe. -dije aclarándome la voz mientras todo el salón me miraba con ojos juzgadores y curiosos. - No volverá a pasar.
El profesor no dice nada, solo se voltea y sigue explicando algo de lo que recién me entero y ni entiendo, pero no le doy mucha importancia.
Un manotazo en la parte posterior de la cabeza me sobresalta y me volteo a ver a Jennie que tiene su boca curveada en una sonrisa burlona mal disimulada.
-Mejor presta atención, Emma, y deja ya de pensar tanto en tu noviecito. - dice burlona y hace unos gestos obscenos, lanza besos al aire haciéndome virar los ojos, mostrándome hastiada, pero la verdad es que trataba de contener una risa que burbujeaba en mi interior.
-No seas ridícula. -murmuro bajo.
El profesor vuelve a voltear por nuestro cuchicheo y Jennie y yo tratamos de fingir lo mejor posible haciendo como si ella me hubiera pedido el borrador. Cuando volteó la vista a la pizarra mi amiga y yo nos vimos otra vez entre risas tontas.
A veces agradecía a Jennie por ese tipo de momentos, esos en que me hacía olvidar con alguna de sus estupideces, los problemas en mi vida. Puede que lo hiciera intencionalmente o realmente había notado mi gesto pensativo y afligido.
Las clases terminaron antes de lo deseado, pero como siempre a las 1:40pm. Por primera vez no anhelaba que la hora pasara rápida. Siempre que veía el reloj disimuladamente entre las clases, este me enseñaba burlón la cuenta regresiva de mi viaje hacia la boca del lobo.
Michael.
Estaba nerviosa.
No.
Aterrada de lo que se me venía encime. Mis pensamientos se debatían en combatir y luchar por lo correcto, o huir y salir corriendo en busca del refugio que eran los brazos mi madre. La última sonaba tentadora, no lo negaba, aunque puede que sonara cobarde decirlo…. Pero es que tampoco podía presumir de ser la persona más valiente del mundo.