Al Final Todos Somos Historias

Cap. 6

 

Sábado 25 de mayo

Me levantó y observo la hora en mi teléfono 6:00 am, un suspiro sale de mi sin que pueda evitarlo, pues tan solo el pensar que dentro de poco tendré que estar en la oficina, hace que quiera morir.

Me apuro en vestirme, y cuando estoy a punto de ponerme mis tenis, mi madre entra a mi habitación.

—Sam no sé a qué hora regresemos, pero por favor, espero que cuando llegue no este un tiradero, ya alcen todo.

—Si madre, de todos modos, no falta mucho para que me valla.

—Pero por qué? ¿Si apenas son las 6 de la mañana?

—Lose, es solo que como hoy no va a venir Susana, tengo que estar mas temprano, por si las dudas. Aparte de que se está cargado hoy, de ley tengo que estar ahí.

—Hay hija, bueno, me tengo que ir, cualquier cosa me llamas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Sale y vuelvo a suspirar, sin mas que decir me apuro y cuando estoy a punto de peinarme, entra una llamada de mie abuelita.

—Sam, puedes venir a la oficina a buscar unos papeles, es que los necesitamos. —me dice.

—¿Si está bien, pero cuales papeles?

—Es una factura de una camioneta, modelo… 1965, creo que sí.

—Okey… ahorita voy enseguida.

—Si ija, por favor.

—Si abue. —termino la llamada y me voy a si como estoy.

Despeinada.

Al llegar al patio principal, puedo observar como esta apurada nada mas y nada menos que… Lucrecia.

Mi tía.

—Apúrese, que esto no se va a hacer solo ehh —le digo en broma.

—Si vedad. —responde mientras lava el piso de afuera.

Entro a la oficina, y cuando abro a puerta, me doy cuenta de algo… —Está cerrado… ¡Hay Samira! —me reprocho— ¿Por qué habiendo tantos días para que deje mis llaves dentro, porque hoy? —me doy la vuelta y salgo, atravieso una vez mas el patio, la cocina, hasta que llego a mi destino. — ¿Puedo pasar?

—Claro que sí. —se escucha la voz de mi abuela. —Hay hija dirás que como cae mal la abuela, pero aquí están los papeles que ocupaba, no me acorde que la vez que los trajiste para que tu abuelo los revisara, los dejaste aquí.

—A no pasa nada abue, pero, de todos modos, venía a preguntarle si me prestaba sus llaves para abrir l oficina, es que no me acorde y las deje dentro, y Susi dejo cerrado.

—Si hija, tómalas.

—Hay ya, gracias, me ha salvado. —le sonrió— Solo abro y se las traigo.

—Si está bien, solo que si quieres ahí tenlas por cualquier cosa, y ya cuando llegue me las das.

—Si está bien, en un momento se las traigo.

Salgo de su habitación, y hago el mismo recorrido, al legar a la oficina, la abro, y…

—Dios, no quiero trabajar… —me lamento— ¿Por qué yo tengo que trabajar y no otros? ¿Por qué tuve que nacer pobre? ¿Por qué yo?

Ya una vez habiéndome “desahogado” me pongo a sacar cuentas, cuando llega Lucrecia.

—Hija me puedes pagar por favor —dice apresurada.

—Si, que cobrara.

—Mis honorarios, y lo de la supervisión del tejado, que fueron 4 días.

—Okey… seria un total de… —digo la cantidad y asiente— Tenga, aquí esta su dinero.

—Gracias, ahora, esto se lo puedes dar a la tía Lucia, por favor. —asiento—Le dices que esto se los yo.

—Si está bien.

—Bueno, entonces, nos vemos hija, porque si no se me hace tarde.

—Si esta bien. —se va y es ahí donde puedo respirar en paz.

Dios que mujer… Juro que si por mi fuera, le dejo de hablar, pero si no lo hago es solo por hipocresía, porque si mi abuelo se llegase a dar cuenta, es seguro que me dará una platica donde y porque tengo que hablarles, pues son mis tíos, pero es que ella… no soporto su presencia.

Cada vez que viene a la oficina, es inevitable no recordar todas las veces que se a metido en nuestras vidas, y ha creado problemas todo por que no s feliz.

Es que… enserio como puede ser posible que después de todo, tenga el descaro de venir y decirme, “hija”, acaso cree que no me doy cuenta de que solo espera el momento en el que yo me valla para que valla con la arpía menor —su hija—y entre una vez mas a trabajar.

Pero bueno, también sé que mientras mi abuelo diga que no, será no. Pues a él se le podrán olvidar muchas cosas, pero no cuando su propia nieta le robo, y eso el, no perdona.

Me recargo en la silla, mientras me pongo a pensar en el día que me espera.

—¿Qué tanto piensas? —me pregunta mi hermano.

—Nada, es solo que… y no quiero trabajar.

—Hay Sam.

—Pues sí, hay Sam. —reímos— Y dime corderito ¿ya terminaste toda tu tarea?

—No.

—¿Por qué?

—Porque no me dejaron.

—Ah, esta bien.

—Si, ¿quieres algo de la tienda?

—¿Vas a ir tu?

—Pues ya que, porqué tu no me vas a querer acompañar.

—Y estas en lo correcto. —tomo dinero y se lo doy. — Ten, y me traes un café ole.

—Está bien. —se para y se dirige hacia la puerta para después salir.

Me quedo unos minutos leyendo, cuando escucho la puerta que se abre, me salgo rápido de mi lectura y me pongo a hacer algo.

—¿Qué haces? —me dice mi abuela entrando y tomando asiento enfrente del escritorio.

—Ahorita, nada, creo que ya terminé todo, ¿Por qué?

—Pues nada más preguntaba. ¿Oye, aún siguen tomando lo de su escuela? —si mi abuela nos da dinero para nuestra escuela.

—Si ¿Por qué?

—Ya no los van a agarrar, porque esta de Susana se hizo amiga de Lucrecia, y le dijo que cuanto era lo que ganabas en total, y ojala se lo hubiera quedado callada, si no que fue y enfrente de personas lo dio y tu abuelo se enojó, a si es que para evitar problemas, a parte de que ahorita Lucrecia a cada rato que puede me dice: “Hay voy a faltar tal día, para ver si me pagan, no que a otras, vienen cuando quieren, no hacen nada y cobran completo”, y lo que mas me da coraje, es que a cada rato me anda diciendo lo mismo. Ahora, tú has visto que tu abuelo y yo, nos hemos estado yendo de aquí a las 6:30 de la mañana, yo le dije a ella que, pues se levantara un poco más temprano, aunque sea para hacer los licuados, y ella me dijo que no, que su hora de entrada únicamente era las 7:00 a.m., y que, si me parecía, si no que a ella no le importaba. —me dice— Créeme hija que ahorita hay una de problemas, y es que ella nada más está mirando cuando vienes y cuando no.



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En el texto hay: familia, divorcio, adolescente

Editado: 31.10.2024

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