Al día siguiente de terminar el EP, Mariano nos avisó que esa noche escucháramos Radio Vector, porque entre las diez y media y las once pasarían End. Ya teníamos nuestras cuentas de Spotify y iTunes listas, y un nuevo canal oficial en YouTube.
Como los creativos de Vector estaban todos demasiado ocupados, picada porque todo el mundo criticaba el video con letra que hiciera para Hesitation en Movie Maker, decidí que iba a cerrarle la boca a todo el mundo y preparé yo misma el video para End. A pesar de que la letra habla de quedarse solo por pecar de soberbio, Mariano opinaba que tratar de ilustrarla nos iba a llevar al terreno siempre escabroso de la depresión y los problemas de salud mental. Así que decidimos darle un giro, hacernos los hippies políticamente correctos, y optamos por una temática ambientalista.
Una vez que el video estuvo online, sólo restaba decidir dónde nos juntaríamos a hacer la vigilia a la espera del estreno, como si fuera la última de Star Wars o arrancara la temporada de Game of Thrones.
Nos decidimos por mi casa. El trío fundador, porque para variar, Mario estaba ocupado. Y Elo vivía lejos y se le complicaba volverse sola. Pizza, cerveza, novias e hijo, pusimos la radio mi computadora y nos sentamos a esperar el momento.
Te escribí tan pronto Mariano nos dio la noticia y te pasé el link. En esos días estabas en Portugal y teníamos sólo tres horas de diferencia, lo más cerca que habíamos estado jamás en zonas horarias. Pero como la transmisión era tarde para ustedes, aclaré que no te preocuparas si no podías escucharla. Al fin y al cabo, a partir del día siguiente las tres canciones estarían disponibles online.
No respondiste mi mensaje, de modo que me sorprendió que llamaras a las 10:32.
Los chicos sabían de “mi amigo virtual”, al punto que ya les resultaba normal que yo les planteara alguna opinión, consejo o sugerencia tuya para la banda. Y como tus consejos siempre resultaban buenos, muchas veces eran ellos los que me pedían que te consulte sobre esto o aquello.
Tu nivel de participación en mi vida había alcanzado su cenit después que firmamos contrato con Vector, cuando te otorgamos por unanimidad la categoría de “personal civil de MØRE”, que hasta entonces sólo ostentaban las novias y Nahuel. Agradeciste el título riendo por lo bajo, dijiste que te sentías muy honrado y que nos olvidáramos de ponerte a volantear, pegar afiches, vender entradas y agitar en primera fila. Lo cual venía a demostrar que conocías perfectamente el significado de tu nuevo estatus.
—Ni se te ocurra ponerte a chatear ahora —me advirtió Beto, señalándome con su porción de pizza mordisqueada.
Nahuel tuvo a bien prestarme la base su tablet para que apoyara mi teléfono y lo acomodamos junto a la computadora. Estabas con Ray, y fue como si hubieran tocado timbre para sentarse con nosotros a compartir nuestra espera. Se sumaron a la charla, mi teléfono en la mesa como un invitado más. Preguntaron qué clase de programa iba a pasar nuestra canción, si ya habíamos escuchado la mezcla final de la grabación, y en general parecían casi tan ansiosos y excitados con nuestro debut oficial como nosotros mismos.
Hasta que Jero nos indicó silencio y señaló los parlantes.
Se hizo un silencio de muerte en mi departamento.
Escuchar el primer acorde de End por la radio fue impresionante. Costaba creer que realmente estaba saliendo al aire, y que toda la gente que en ese momento estuviera escuchando esa radio en su casa, en el auto, por la calle, nos estaba escuchando también.
Nos quedamos todos muy quietos, los ojos fijos en la página de la radio, conteniendo el aliento.
Traté de dar un paso mental al costado y escucharla como si no la conociera, como si fuera una más de esos cientos… ¿o miles? ¡Dios!... de personas que la estaban oyendo por primera vez en sus vidas. Era imposible lograr una perspectiva realmente objetiva, pero me pareció que sonaba bien. Sonaba a nosotros, compactos, prolijos, con la energía propia de la canción. Y a la vez con esa magia de la grabación en estudio, que mejoraba y realzaba los sonidos, eliminaba errores, le daba un sonido más profesional. Pero al mismo tiempo impersonal. Le faltaba algo.
Nos llevó un momento recuperarnos cuando terminó, y el primero en hablar fue Ray.
—¡Felicitaciones! ¡Buen trabajo!
—¡Gracias, Ray! —Me volví hacia los chicos con una mueca—. ¿No les parece que sonaba como fría?
—¿Fría? —repetiste, riendo por lo bajo—. Sonó de mil demonios.
Jero hizo una mueca pensativa que solía ser el preámbulo de uno de sus sí-pero. —Sí, pero… no sé… no se sentía como siempre.
—Oh, pero eso es porque no están habituados a escucharse a sí mismos en una grabación —replicó Ray con naturalidad—. Nunca sonará como cuando la tocan en vivo. Siempre sonará mejor, y al mismo tiempo como si le faltara un poco de fuerza. Pero es así. No crean que es una versión pobre. Es sólo una versión diferente.
—Una versión profesional —agregaste.
—A mí me gusta —dijo Valeria convencida.