— ¡Emma, Cameron está en la puerta! — gritó mi hermano.
— ¡Ya voy! — dije. Agarré mi celular, mi cartera y bajé.
Mañana Cam se iba, si, estábamos a horas de separarnos durante nueve días. Aún no tenía idea de cómo iba a sobrevivir, si pasábamos juntos casi todos los días, pero igualmente iba a tratar de hacerlo. Algunos días iba a ir al colegio, pero no todos. Era la única que no viajaba, por lo que iba a estar completamente sola en las clases, bueno además del profesor.
Me despedí de mi hermano y de Gabriela que se encontraban recostados en el sillón viendo una película, salí de casa y Cam se encontraba dentro de su auto, estaba bastante fresco, me había puesto un suéter negro, un jean negro, mis borcegos marrón claro — que tanto amaba usar en aquella época — y una campera de jean con corderito adentro.
Entré en su auto y lo saludé depositando un beso en sus dulces labios, aquellos que en un par de horas estarían a más de 1.500 Km de mi.
— ¿A donde iremos señorita? — preguntó con un tono caballeroso que me hizo reír. Había decidido organizar una salida de despedida, Cam había estado de acuerdo en pasar las últimas horas del día anterior juntos y solos, por lo que seguí adelante con el plan.
— Vamos al Unicenter. — dije.
— ¿Al Unicenter? — preguntó sorprendido.
— Solo haz lo que te digo.
— Está bien, no te enojes. — dijo sonriendo y arrancando el auto.
Al llegar estacionamos el auto cerca de la entrada, nos bajamos y entramos al shopping. Subimos hasta el piso donde estaban el patio de comidas y el cine, y nos dirigimos hacia donde estaba este último.
Aceleré el paso y me frené delante de una de las boleterías eléctricas, Cameron me siguió aunque no entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo.
— ¿Venimos al cine? — preguntó apoyándose en la mesa, al lado mío.
— Así es. — dije mientras trataba de retirar las entradas.
— ¿Y... que vamos a ver? — preguntó con curiosidad.
— Ya lo verás. — le respondí mirándolo a los ojos y con una sonrisa.
Retiré las entradas y se las mostré, hacía unos meses él venía diciéndome que quería venir a ver esta película, era la típica de acción que la protagonizaba un hermoso actor, el cual hacía el personaje del guardaespaldas del presidente de los Estados Unidos, yo también había visto todas las películas anteriores, me habían gustado, pero no eran las mejores.
Le había prometido que iríamos pero cuando él volviera de Bariloche, porque el día del estreno no pude ir. Finalmente después de haber estado enojado por un rato, se le pasó y lo había aceptado.
Cameron me quedó mirando por cinco minutos, con una cara de felicidad igual a la de un niño cuando le regalaban un juguete nuevo.
— Te amo. — fue lo primero que dijo después de aquel silencio. Me tomó por las piernas levantándome del suelo, me hizo girar y me besó. Estaba segura de que medio mundo nos había observado pero traté de ignorarlo lo mejor que pude. Una vez que volví a apoyar mis pies en el suelo me tomó por mis hombros y habló. — Sos la mejor del mundo.
— Lo sé. — dije riendo. — Bueno, vamos a retirar la comida.
— Yo pago eso. — dijo él y reí.
— Ya la compré. — dije sonriendo, me escabullí de sus brazos y me adentré en la fila. Después de haber retirado nuestras bebidas, sus nachos y mis pochoclos, entramos a la sala. Buscamos nuestros asientos, — en el medio y no tan al fondo, la ubicación perfecta. — y nos acomodamos.
La película duró alrededor de dos horas, después de allí fuimos a cenar y ahí si que no hubo chance en la que me dejara pagar. Terminé aceptando y fue él quien me invitó.
— ¿Te gustó la película? — pregunté luego de haber encontrado una mesa para que nos sentáramos, era viernes por la noche, por lo que tenía sentido que el shopping estuviera lleno de gente.
— Me encantó. — dijo con una sonrisa sincera tomando mi mano entre las suyas. — Gracias por esta sorpresa. — finalizó.
— De nada, solo intenté despedirte de la mejor manera. — dije y era verdad.
— Sabes que si hubiéramos compartido aunque sea cinco minutos hubiera sido suficiente.
— Cierto, pero sabes que las cosas las tengo que hacer en grande y especiales.
— Tienes razón. — dijo finalmente y ambos reímos.
******
Me dirigía hacia el aeropuerto, había salido tarde por culpa del Uber que se había demorado y temía no llegar a tiempo.
Decidí ir de sorpresa a despedir a Cameron y a los chicos, les había hecho creer que debía hacer algo importante y que no había manera de que llegara, todos se entristecieron, pero igualmente dijeron que no pasaba nada.
Llegué a Aeroparque, le pagué al Uber y entré, ese momento me hizo acordar muchísimo a aquel día de febrero en el que llegaba a esta ciudad sin saber que mi vida cambiaría completamente. Tomé mi celular y le mandé un mensaje a Nati, que era la única que sabía que iría para allí.
Emma: dónde están?, acabo de llegar.
Nati: sube la escalera mecánica a tu izquierda.
Bloqueé mi celular y eso hice. Estaba nerviosa, mis piernas no dejaban de temblar, temía que no llegara a saludarlos por culpa del estúpido conductor.
Cuando subí me encontré con una sala llena de padres esperando y ninguno de los chicos estaba allí, maldecí. Había llegado tarde.
Finalmente divisé a Nati junto con la madre de Lucas, la de Nacho y otras más que aún no conocía. Con un par de lágrimas en mis ojos me acerqué hasta ellas.
— Emma ¿qué pasó? — dijo Nati con cara de preocupación.
— Se fueron. — fue lo único que pronuncié.
— No, cariño, están abajo despachando las valijas, tranquila. — después de escuchar esas palabras solté todo el aire que había estado conteniendo hasta ese momento y me alivié. Aún no se habían ido.
— De hecho, ahí vienen. — dijo la mamá de Lucas y volteé a verlos. Simón, Sara, Nacho, Lucas y Cameron venían con sus maletas de mano y sus mochilas, riendo y bromeando. Estaban tan felices que yo lo estaba por ellos.
Rápidamente mi mirada y la de Lucas se encontraron, me sonrió de punta a punta, haciendo que sus amigos se percataran de ello y vieran que o quien — mejor dicho — era la causante de esa sonrisa.
— ¡Sorpresa! — dije mientras extendía mis brazos.
— ¡Emma! — gritaron todos y vinieron a abrazarme.
— Hola. — les dije a cada uno mientras los abrazaba.
— Pero... no era que no podías venir. — inquirió Nacho y todos concordaron con él.
— Era todo mentira, quise darles esta sorpresa. — dije sonriendo y encogiéndome de hombros.
— Sin lugar a dudas es la mejor sorpresa que nos pudiste dar. — dijo Simón y todos asintieron. Nos abrazamos en grupo hasta que las madres llamaron nuestra atención.
— Pónganse que les sacamos unas fotos. — dijo la mamá de Nacho y todos aceptamos.
Después de varías fotos, algunas buenas y otras no tanto, llegó el resto del grupo, los hicieron despedirse de sus familiares y formar una fila para ya dirigirse a migraciones.
Todos saludaron a sus padres, madres, hermanos, abuelos e incluso tíos y se dirigieron a la fila. Con los chicos nos abrazamos por última vez, algunas lágrimas de escaparon de mis ojos y no lo pude evitar.
— Los voy a extrañar. — les dije entre sollozos.
— Nosotros a vos. — dijo Sara y todos asintieron. Se marcharon dejándome sola junto a Cam.
— A vos te voy a extrañar muchísimo más. — admití abrazándolo.
— Y yo a vos rubia. — dijo respondiendo mi abrazo y besándome. Varios suspiros, gritos, aplausos y silbidos se escucharon de fondo, haciéndonos reír, eran los chicos, como no podía ser de otra manera. Cameron tomó sus cosas y se dirigió hacia donde estaban sus amigos, me miró con una sonrisa triste y en ese momento mi corazón se rompió, no tenía idea realmente de cómo haría para sobrevivir esta semana sin él.
El coordinador comenzó a llamarlos y mis compañeros comenzaron a caminar siguiéndolo a él. El morocho, en cambio, se quedó allí, quieto, sin hacer absolutamente nada pero sin apartar su mirada de la mía.
— Sostenme esto. — escuché que le decía a Sara, ella obedeció, agarró su mochila y su maleta.
Cameron corrió hacía mi, me tomó por la cintura y estampó sus labios sobre los míos. Fue un beso mucho más intenso que el anterior, pero porque contenía demasiados sentimientos encontrados, como el amor, el enojo, la tristeza, el nerviosismo, entre otros.
— Te amo. — dijo con su respiración entrecortada. — No lo olvides. — lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas, definitivamente estaba bastante sensible aquel día y no sabía si mi próximo periodo tenía algo que ver con eso. Cameron me las secó y yo reí por comportarme como una tonta, estar allí, llorando, frente a todos mis compañeros y sus familiares, definitivamente no era el mejor lugar para hacerlo.
— No lo olvidaré. — dije mientras me recomponía de aquel beso, tan increíble pero tan distinto a los demás. Besó mi mejilla derecha y finalmente se marchó.
— Así se hace campeón. — escuché decir a Nacho y todos rieron.
Cameron se dirigió hacía migraciones, perdiéndose en los vidrios polarizados que ya no dejaban ver más allá.
Y así fue como Cameron se marchó a Bariloche, para poder disfrutar de aquel viaje de egresados, en aquella ciudad tan bella que había podido tener la suerte de conocer, ese viaje donde cada joven que recién comenzaba el secundario soñaba con vivir cuando estuviera en su último año.