El sábado me desperté bastante tarde, la culpa fue haber salido anoche. Aún recordaba ciertos momentos de aquella noche y me daban escalofríos, no lograba entender como me había encontrado Valentin allí, donde había miles de personas en un mismo lugar.
Decidí dejar de pensar en ello y enfocarme en lo que debía hacer hoy, asistir a una boda, básicamente la primera a la que iría. Agarré mi celular para averiguar la hora que era y descubrí que ya eran como las tres de la tarde, debía almorzar algo, bañarme y prepararme, para poder estar lista a las seis. Finalmente me levanté y bajé hacia la cocina.
Me detuve a mitad del camino cuando descubrí a papá, a Romina y dos compañeros de su trabajo, — que había conocido en su cumpleaños — sentados, hablando en el living. Aunque mi presencia no era la mejor de todas, ya que me encontraba con pijama y un rodete despeinado, me pareció muy grosero no saludar, por lo que me acerqué.
— Hola. — dije tímidamente. Los cuatro adultos prestaron toda su atención hacia mi y me avergoncé.
— Emma, por fin te despiertas. — dijo papá con una sonrisa.
— Si, lo siento. — admití avergonzada.
— Te dejé comida dentro del horno. — me avisó papá y asentí.
— Gracias. — respondí y seguí mi camino. Me serví una pata de pollo y un par de papas y me senté comer en la isla. Tomé mi celular y llamé a Sara, después de esperar por unos segundos atendió.
— Emmita, ¿que pasó? — preguntó Sara, al otro lado del colegio.
— ¿Habrá alguna posibilidad de que puedas venir a ayudarme a prepararme para la boda? Ya sabes que lo de maquillarme y peinarme no se me da tan bien como vos.
— Mmm no se tendré que pensarlo. — comenzó a dudar.
— Te prometo que te hago las próximas dos tareas de matemática. — solté.
— Que sean las que yo no pueda hacer. — respondió y maldije en voz baja.
— Esta bien. — acepté.
— Nos vemos a las cinco. — dijo y finalizó la llamada.
Terminé de almorzar, me dirigí al baño, tomé una ducha y volví a mi habitación. Aproveché el tiempo hasta que Sara llegara para adelantar algunas tareas para la siguiente semana. Cuando estaba por terminar la tarea de la última asignatura, unos golpecitos provenientes de mi puerta resonaron en toda mi habitación, miré hacia allí y una colorada con una bella sonrisa estaba apoyada allí.
— No descansas un segundo, eh. — dijo Sara entrando con su mochila cargada.
— Hola. — sonreí. — Solo estoy adelantando las cosas de esta semana. — respondí encogiéndome de hombros.
— Como digas. — dijo con algo de sarcasmo. Guardé la carpeta y los libros y los apoyé en el escritorio. Volví a acomodarme en mi cama mientras Sara sacaba sus maquillajes y productos de su mochila. — ¿Tenes idea de algo que quieras hacerte? — me preguntó y negué. — Esta bien, entonces deja todo en mis manos. — finalizó con una sonrisa.
Se acercó hacia mi escritorio, conectó su celular con el parlante y puso algo de música. Media hora después ya había terminado con todo, hasta aquel momento no me había permitido verme en ningún espejo ni me había dejado usar el celular porque desconfiaba de mi.
— Lista. Ahora si puedes ir a mirarte al espejo. — dijo mientras comenzaba a guardar alguna de sus cosas en su maletín de maquillaje, realmente tenía millones de productos, paletas de sombras y labiales. Sinceramente yo no tenía ni un cuarto de aquella cantidad de productos de maquillaje. Me contó que hacía un año que había hecho el curso de maquillaje profesional y aunque no se dedicaba a eso, siempre que alguien necesitaba su ayuda ella no tenía problema en ir. Además que desde muy chica le había gustado hacer peinados que copiaba de YouTube o Pinterest y con la virtud de que su hermana se prestaba para que practicara con su cabello, ella, año tras año había aprendido y adquirido más perfección, razones por las que actualmente se le daba tan bien hacer trenzas de todo tipo.
Me dirigí hacia el espejo de mi mueble y me sorprendí al verme así. El maquillaje era bastante natural, nada del otro mundo, pero me encantaba. Mis labios estaban pintados de un rosa muy clarito que casi ni se distinguía, pero me agradaba. Lo que más amaba era aquella trenza cocida que comenzaba desde la izquierda, yendo por atrás de mi cabeza y terminado en el costado derecho.
— ¿Te gusta? — preguntó ella con nerviosismo.
— Me encanta, Adoro la trenza. — dije dándome vuelta para mirarla. — Gracias, gracias, gracias. Sos la mejor. — me acerqué a ella y la abracé.
— Ya, ya, ya. Cámbiate que vas a llegar tarde. — asentí, me dirigí a la habitación de mi papá donde estaba la ropa colgada y volví a mi habitación. — Emma, dios. Estas hermosísima, vas a matar a Cameron de un infarto.
— ¡Sara!
— Lo siento, pero tenía que decírtelo. — respondió y ambas reímos. — Te traje estos dos pares de zapatos, no sabía cuales te gustarían más. — Ambos eran plateados y cerrados, la diferencia era que unos eran de taco aguja y los otros cuadrados, obviamente los segundos fueron los que elegí. Me los coloqué y traté de caminar un poco por mi habitación para habituarme, ya que no eran míos.
— Me encantan, son super cómodos. — dije mientras levantaba un poco la falda para poder verlos.
— Si, fueron los que usé en mis quince, en la fiesta. Los otros los use en el book de la fiesta y hasta la entrada, ya sabes, para hacer una buena presencia. — dijo sonriendo, así era Sara.
— Hija, estas... Wow. — papá apareció por la puerta de mi habitación, pero al parecer fue interrumpido por mi apariencia. — Estas bellísima mi pequeña.
— Gracias papá. — respondí ruborizándome.
— ¿Ya estas lista? — preguntó.
— Si. — dije mientras agarraba mi cartera y mi celular que había estado cargando.
— ¿Sara, quieres que te llevemos a tu casa? — le preguntó papá.
— No hace falta Cris, llamo a un Uber. — dijo ella pero él negó con la cabeza.
— No, por favor. Todavía tenemos tiempo, te llevamos.
— Bueno, esta bien. Gracias. — salimos de casa hacia el auto de papá, sentándome en el asiento del copiloto y Sara quedando atrás. Dejamos a Sara en su casa y nos dirigimos hacia el lugar.
El salón donde se realizaría la ceremonia y la fiesta estaba a una hora de casa, en la ciudad de Pilar. Al llegar allí, me despedí de papá y salí del auto en dirección al salón. Desde afuera se podía observar un gran parque y en el medio el salón. A un costado se encontraba el estacionamiento, donde ya se notaba cierta cantidad de vehículos.
Me acerqué a la entrada, di mi nombre y me indicaron que estaría en la mesa 14. Seguí mi camino hacia donde se encontraba toda la multitud de invitados, rezando por que estuviera alguien conocido, ya que lo de socializar no iba conmigo. Por suerte pude distinguir a Emily corriendo junto a varios niños que deberían tener su misma edad, me acerqué a ella y se sorprendió de verme.
— ¡Emma! — gritó con emoción. — Te extrañé. — dijo y me abrazó. — ¿Por qué no vienes más a casa?
— Hola Emily, estuve ocupada con cosas del colegio y no pude ir, pero en cualquier momento te prometo que iré y cocinaremos vos, tu mamá y yo.— le prometí mientras me separaba de ella.
— Esta bien. — aceptó ella con esa hermosa sonrisa que tenía, al igual que la de su hermano.
— ¿Sabes donde están tus papás?, porque estoy perdida.
— Si, ven. — me dijo mientras estiraba su manito para que la agarrara y eso hice. — Chicos, ya vuelvo, voy a llevar a mi amiga con mis papás. Espérenme y no jueguen sin mi. — dijo y reí al escuchar que había vuelto a utilizar la palabra "amiga", no sabía que aún lo recordaba. Los tres niños asintieron y ambas fuimos hacia donde los Thompson estaban.
— Mamá, Papá, llego Emma. — elevó su voz la pequeña para que ambos nos notaran.
— Emma, estas preciosa cariño. — dijo Nati y me ruboricé.
— Gracias Nati, vos también luces increíble. — llevaba un vestido celeste pastel con unas mangas cortas que tenían algunas piedras y brillos en plateado. Su cabello estaba igual que siempre, aunque se había hecho algunas ondas en las puntas, que le daban cierta elegancia.
— Hola Emma.
— Hola Camilo.
— Te extrañamos en casa. — dijo Nati en voz baja y cerca de mi oído para que solo yo escuchara.
— Lo sé, yo también los extrañé, prometo que pronto iré, ya le dije a Emily.
— Esta bien, cuando quieras puedes hacerlo, sabes que eres bienvenida.
— Gracias Nati.
— Emma. — escuché una voz masculina atrás mío y volteé a ver, aunque ya sabía de quien se trataba.
— Hola. — respondí con una sonrisa, el morocho se quedó sorprendido por un momento, mirándome de arriba a abajo, luego conectó su mirada con mis ojos, se acercó y besó mi mejilla. La cortadura de la frente ya ni se le notaba, por suerte había sido pequeña. En cambio yo no había tenido la misma suerte que él, en mi brazo habían aparecido algunos moretones a causa de la fuerza que había puesto Valentin en su mano para agarrarme y no soltarme, pero gracias a la base había podido cubrir aquellas marcas, porque sin aquel producto eran algo bastante evidentes.
— ¿Como estás? — me preguntó, sabía que se refería a lo de ayer.
— Estoy bien. Ya pasó.
— Lamento haber reaccionado así, es que cuando lo vi allí y luego vi que estaba con vos me asusté y me dirigí hacia donde estaban. Y también lamento haberte gritado anoche, no estaba en mis cabales. No sabía lo que hacía, tuve miedo por unos minutos.
— Esta bien, no te preocupes. La culpa la tuve yo por no habértelo dicho.
— Lucas me contó todo luego, ambos se quedaron en casa por las dudas, ya que nunca habíamos vivido una situación así y los tres nos preocupamos.
— ¿Tus papás te dijeron algo acerca de la marca? — le dije mientras señalaba mi frente.
— No preguntaron, pero les dije que me habían golpeado en el boliche con alguna pulsera, pero que no había podido ver bien. — dijo y asentí. Finalmente comenzaron a llamar a todos los invitado hacía donde se realizaría la ceremonia, ya que estaba por comenzar.
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— Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia... — recitó el cura, los novios se besaron y todo el mundo comenzó a gritar y a aplaudir. Había sido una ceremonia bellísima donde cada uno había dicho sus propios votos, que armaron con antelación. Además lo que más me impactó al comienzo de la ceremonia fue que al entrar la novia, el primo de Cameron había comenzado a llorar y eso me había emocionado por completo, deseaba que si alguna vez iba a casarme, mi boda fuera como aquella que había podido presenciar.
Por acto reflejo miré a Cameron, quien no tan sorpresivamente lo estaba haciendo también, no estábamos sentados juntos, sino que teníamos los tres asientos en medio de nosotros ocupados por Camilo, Emily, Nati y por supuesto Mateo, quien se encontraba a upa de su madre dormido, estaba con su camisa, chaleco, moño, pantalón y sus zapatillitas, definitivamente era todo un galán. Cada vez que veía a aquel pequeño, más grande estaba, ya había comenzado a caminar pero no del todo, utilizaba cualquier elemento que lo ayudara a sostenerse, en el caso que no hubiera o simplemente lo hacía con su andador, el cual arrastraba por todos lados.
Después de que los novios se retiraran, nos invitaron al salón o también podíamos quedarnos en un bar que había al aire libre, ya que la fiesta no comenzaba hasta las nueve, porque los recién casados habían ido a hacerse su book de fotos.
Decidí seguir a Nati hacia adentro, ya que no me apetecía beber ni una gota de alcohol, debido a lo que había sucedido anoche.
— Em, ¿Qué mesa tienes? — me preguntó Nati ni bien entramos al lugar.
— La 14.
— Ah, genial. Estas con nosotros. — respondió ella mientras trataba de localizar la mesa. Estaba pegada a la pista de baile, por lo que teníamos una buena ubicación para ver las pantallas del video y la entrada. Me ubiqué de espaldas, para poder darles la mejor visión a su familia, ya que yo era solo una invitada más.
— Que bellísimo salón. — admití. Era todo vidriado y lleno de luces muy bonitas colgandas desde el techo.
— La verdad que si. — dijo Nati observando lo mismo que yo. Camilo y Cameron volvieron con dos tragos cada uno, en sus manos. — Cameron, hijo, siéntate al lado de Em por favor. — le pidió su madre y él me miró, asentí para que lo hiciera. Ya habíamos compartido las clases de química juntos así que creía que no iba a ser distinto a eso.
— Toma. — me tendió un vaso que tenía bebida alcohólica.
— No, gracias. Después de lo de anoche no quiero tomar más. — respondí.
— Vamos a hablar por allá, vigilen a Mateo. — dijo Nati y ambos asentimos.
— Emma, sabes que no volverá a pasar, procuraré de que Valentin no se te acerque más. Pero también necesito de tu parte, debes confiar en mí y decirme la verdad, nunca deberías haberme ocultado aquello y lo sabes.
— Si, lo sé. Fue una estupidez mía el no decirte. El día de tu cumpleaños estabas tan feliz que no quise arruinártelo con mis problemas y luego en las vacaciones temía que se arruinara todo.
— Emma, nunca creas que algo que te suceda es una boludez para mi, recuerda cuando sucedió aquello con tus amigos, recuerda lo que te había dicho. Cualquier cosa que te suceda, sea buena, mala o lo primero que se te cruce por la cabeza, puedes decírmelo, debes confiar en mi. Aunque ya no estemos más juntos, sabes que me tienes para lo que necesites y que nunca te dejaré que te hundas sola. — dijo con aquella sonrisa sincera que al igual que Pili me traía paz, ellos eran los únicos que a pesar de la situación en la que estuviéramos, podía contar con ellos. Asentí y decidimos dejar el tema allí.
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La fiesta ya llevaba un buen rato y a decir verdad estaba siendo increíble, en nuestra mesa, además de nosotros estaban los abuelos de Cameron maternos, que ya había tenido el gusto de conocerlos a ambos en su cumpleaños. También Cameron se había tomado el tiempo de presentarme a varios de sus familiares, que no había conocido antes pero que si había visto por fotos. Eran demasiados nombres y esperaba que no me equivocara.
— ¿La estas pasando bien? — me había preguntado cada vez que me veía algo perdida o pensando en cualquier otra cosa. La realidad era que no dejaba de pensar en él, en nosotros y en que tal vez no era nada malo darle una segunda oportunidad. Asentí, le sonreí y seguí comiendo el postre.
— Comienza una nueva tanda de baile, los queremos todos arriba, Dale, Dale, Dale!! — dijo el dj y comenzó a pasar algo de música pop. La gente se había levantado a bailar y yo había decidido hacerlo, pero mis pies ya no daban más. Después de un rato de música el dj volvió a hablar. — Ahora invitamos a nuestros recién casados al centro de la pista que comenzaremos una tanda de baladas. — Algunos invitados habían decidido volver a sentarse, otros bailaban solos y por último estaban los que, obviamente, bailaban en parejas.
— Señorita Martínez. — volteé para observar allí parado a Cameron que se acercó de nuevo a la mesa, hasta aquel momento había estado bailando con su familia. — ¿Me concede esta pieza?— preguntó mientras extendió su brazo para que lo tomara.
— Estoy descalza. — respondí.
— ¿Y que tiene? — preguntó sin entender.
— Que quedo mal.
— Emma, lo que menos te miran son los pies, te lo aseguro. — tomó mi mano y me levantó de golpe, haciéndome perder un poco el equilibrio y terminé apoyándome en su pecho, para no caer.
— Lo siento. — dije apenada.
— Deja de disculparte por estupideces.
— Perd... esta bien. — ambos nos dirigimos hacia el centro de la pista, nos pusimos uno frente al otro, pasé mis brazos por su hombro y él pasó los suyos por mi cintura, atrayéndome hacia su cuerpo y comenzamos a dejarnos llevar por aquella canción.
— Todos los días estas hermosa, pero debo admitirte que hoy tuve que hacer un tremendo autocontrol para no secuestrarte y llevarte a algún lugar donde estuviéramos los dos solos. — declaró él y ambos reímos.
— Y yo debo admitirte que tampoco estas tan mal que digamos, aunque el primer puesto definitivamente se lo lleva tu hermano. — dije riendo y él sonrió.
— Es un rompecorazones desde que nació, es la debilidad de todo el mundo.
— En eso no te voy a contradecir. — le respondí mirándolo a los ojos y reímos. Extrañaba estar así, con él, bromeando y riendo siempre que podíamos. Era algo que últimamente le faltaba a mi vida.
Unos minutos después la canción terminó y fue cambiada por una que ambos conocíamos, aquella canción con la que muchas personas habíamos crecido y escuchado desde nuestra infancia. Se trataba de "Can I have this dance" de High School Musical 3. Apoyé mi cabeza en su pecho y él comenzó a cantarme cerca de mi oído.
— "Take my hand, I'll take the lead and every turn will be safe with me. Don't be afraid, afraid to fall, you know I'll catch, you through it all. And you can't keep us apart..." — la canción decía algo como "Toma mi mano, tomaré la iniciativa y en cada vuelta estarás a salvo conmigo. No tengas miedo, miedo de caer, sabes que te atraparé, pase lo que pase. No podrán separarnos..."
— "Even a thousand miles can't keep us apart. 'Cause my heart is wherever you are..." — decidí continuar aquella partecita que le correspondía a Gabriela, que decía "Ni mil millas pueden hacerlo, porque mi corazón está donde sea que estés tu". Nos quedamos así hasta que la canción finalizó, cuando despegué mi cabeza de su pecho, lo miré a los ojos, aquellos que nunca dejaban de cautivarme y de hacerme sentir millones de experiencias diferentes en mi cuerpo, decidí tomar la iniciativa, me dejé llevar por mis sentimientos y simplemente lo besé.