Aládiah

Capítulo 1

Me desperté de golpe, tenía la respiración acelerada y estaba sudando, miré a todos lados y suspiré aliviada al reconocer mi habitación, me levanté, fui al baño a asearme y salí, ese día cumplía 16 años, sin embargo no tenía muchas expectativas ya que por mi culpa mi padre murió y, de hecho, fue un día como hoy, 7 de octubre, hace 15 años, mi hermano siempre me repite que no fue mi culpa pero yo sé que si lo fue...

 

  • hola mamá – dije llegando a la cocina con una sonrisa, sin embargo no recibí respuesta - ¿y mi hermano? - pregunté tras un suspiro
  • se fue más temprano a entrenar para pasar la tarde contigo – dijo mi madre sin ninguna expresión – comeré en mi cuarto – dijo con una bandeja de comida y cuando pasó cerca mío noté muchos antidepresivos
  • no deberías tomarte todos esos antidepresivos – dije preocupada – son creaciones humanas y sabes lo que ocurre cuando los tomas – dije mostrándole la cicatriz en mi antebrazo derecho
  • no me interesa y tú no estás en posición de darme consejos a mí – dicho eso se fue, suspiré derrotada y fui a comer

 

   Una vez que terminé fui al patio a practicar un poco los ataques que me había enseñado mi hermano, básicamente esferas de energía y hacerme invisible. Unas horas después escuché bajar a mi madre y como torpemente se acercaba “está drogada por los antidepresivos” pensé, aunque no me imaginaba lo que pensaba hacer hasta que sentí esa gran energía que provenía de ella y cuando reaccione ya el ataque estaba sobre mí...

 

  • ¡Aládiah! ¡Aládiah despierta! - mi vista comenzó a acostumbrarse a la luz y me encontré con la figura de mi hermano, en su cara se veía mucha preocupación, sentía un terrible dolor de cabeza pero por mi mente solo pasaba una cosa
  • ¡Lelial, mamá ¿dónde está?! Ella... - pero mi voz se quebró cuando él se apartó y me encontré con el cuerpo de mi madre unos pasos frente a mí, estaba inconsciente y sus alas estaban reducidas a cenizas, sus heridas estaban sanadas, seguramente por mi hermano, sin embargo dos cicatrices recorrían la parte alta de su espalda, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, Lelial trató de abrazarme pero yo me levante rápidamente y alejándome dije – no te me acerques – baje la mirada llorando y susurre – soy un monstruo – y sin pensarlo dos veces me fui volando, los ángeles que paseaban cerca de la casa me miraban extrañados ya que me dirigía a la puerta que nos conectaba con el mundo humano...

 

    • Aquí no le haré daño a nadie – susurre, estaba en Dakota del Sur, era media noche y la luna brillaba completamente llena, se veía hermosa, estaba sentada en medio de un camino de tierra que durante la temporada de luna llena y después de media noche parecía que el camino llevaba a la luna...

 

   Suspire entrando en mi forma humana, mis alas desaparecieron y mi ropa se cambió por un corsé verde oscuro con dos cintas negras rodeando mis hombros, una falda verde oscuro que me llegaba hasta más abajo de los tobillos y unas zapatillas negras, mi castaño cabello se recogió en una trenza amarrada con una cinta negra

  • así está mejor – eleve mi mirada al cielo y mis ojos se llenaron de lágrimas – perdóname Lelial, pero eres la única familia que me queda y no puedo arriesgarme a hacerte daño – dicho eso baje mi mirada a mi abdomen cubierto por el corsé y puse ambas manos sobre él, sentí un breve cosquilleo, el resplandor de dos líneas, una color blanco y una color negro, se vieron cruzadas por unos segundos en mi abdomen – no puedo volver – fijé mi mirada en la hermosa luna llena frente a mí – esto me ayudará a reprimir mi esencia – dicho eso caminé en dirección a la luna, decidida a iniciar de nuevo entre los humanos...

 

 

   He vivido siglos en el mundo humano, he visto como todo va evolucionando y para evitar que algún ángel o demonio me encuentre fui cambiando mi apariencia, algunas veces era una anciana, otras veces era una niña. Cuando bajé a la tierra estaba comenzando el siglo XII, han pasado nueve siglos, ahora tengo la apariencia de una muchacha de 20 años, mi cabello castaño lo pinté y ahora se va degradando a azul claro, visto con jeans, camisas y converse básicamente y siempre traigo colgando de mi espalda un bolso negro, nunca falta la marca en mi abdomen de la X blanca y negra que me ayuda a reprimir mi esencia y una cadena que mi padre me regalo cuando era niña, esta cadena multiplicaba mis fuerzas en un 80%. Ahora me encuentro viviendo en Nápoles, Italia, me fui de América cuando unos demonios de alguna manera me reconocieron, nunca los había visto en mi vida, sin embargo una de las pocas cosas que me dijeron antes de escapar fue que un tal Astaroth estaba buscándome y realmente no tenía interés en quedarme a conocerlo así que en cuanto logré escapar vine a Europa y tome mi apariencia actual, generalmente me quedaba solo una o dos semanas en una ciudad o pueblo pero este lugar realmente me gustó así que he vivido aquí durante unos cuantos meses, con la esperanza de poder tener una vida normal en este sitio...

 

  • ¿se te ofrece algo? - me dijo amablemente una señora mientras yo observaba unas pinturas de unos ángeles que estaban expuestas fuera de la tienda que llevaba por nombre “Le Pittura”
  • Gracias – dije mirando a la señora – solo estoy viendo – continué amablemente mientras volvía mi mirada a una pintura de un ángel que se parecía mucho a mi hermano
  • parece que esta te gusta mucho – dijo nuevamente la señora
  • es que – pensé por un momento lo que iba a decir – se parece mucho a alguien que conocía, es todo – la señora se rio y dijo
  • debe ser que lo recuerdas diferente porque mi nieto no tiende a inspirar sus pinturas en la apariencia de alguien y menos las de ángeles, demonios y esas cosas – yo sonreí
  • si entiendo, yo también pensaba lo mismo – dure unos segundos en silencio y dije - ¿puede mostrarme las de los demonios? - la señora acepto y me llevo adentro de la tienda
  • aquí están – la señora suspiró decepcionada – hay personas que prefieren estas por su apariencia, realmente todavía no lo entiendo ¿cómo puedes preferir llevarte la imagen de un demonio que la de un ángel? - yo la miré y dije
  • son personas que realmente no saben con lo que se están metiendo, dicen saber pero realmente es muy difícil que alguien conozca el peligro que puede implicar, claro, no niego que es bueno investigar y saber de ellos pero los ángeles son a los que realmente se deben buscar, sin embargo hay gente que prefiere jugar con lo que no entiende – la señora me observó impresionada
  • ¿cómo te llamas? - dude un poco en decirle, sin embargo borré esas dudas de mi mente ya que no detectaba nada malo o diferente en su alma
  • soy Alexa pero normalmente me dicen Alex – ella sonrió y dijo
  • Bueno Alex mi nombre es Ema y si necesitas algo puedes venir, eres bienvenida – yo le agradecí, después ella se fue ya que un grupo de gente había llegado a la tienda y debía atenderlos, yo me quede sola observando las pinturas
  • qué raro – susurre cuando mi vista se detuvo en la pintura de un hombre de piel blanca y cabello rubio hasta los hombros, sus ojos eran de un color verde muy brillante, estaba vestido con una franela negra pegada a su torso, una chaqueta de cuero negra, un jean negro ajustado y unas botas de corte militar negras también, dos alas negras sobresalían de su espalda, tenía una espada negra en su mano derecha y una serpiente rodeando su brazo izquierdo, y dos enormes cuernos sobresalían de su cabeza, era realmente aterrador. Dirigí mi vista al nombre de la pintura – Astaroth, Príncipe de La Posesión – leí en un susurro
  • ¿me llamaste? - escuche tras de mí, yo me volteé y me quedé paraliza al ver al hombre de la pintura frente a mí, solo que no tenía ni la espada ni las alas ni los cuernos y en su brazo izquierdo se podía ver el tatuaje de una serpiente. Él sonrió y dijo – no sabes cuánto tiempo te he estado buscando Aládiah – iba a gritar cuando un horrible dolor invadió mi cabeza y justo después mi vista se nublo...




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