PRESIDENCIA DE LA FAMILIA TOLEDANO (ZÜRICH – SUIZA)
Por fuera no lo demostraba, pero el día de partir, a Carlotta, por dentro la felicidad la tenía desbordada. Durante años liberarse de su padre era lo único que deseaba, y si bien de algún modo Cosme Toledano seguiría teniéndola vigilada, en Bérgamo contaría con su propio espacio. Con su propia casa. Con su propio coche y por sobre todo estaría al mando de una de las empresas con el cargo de gerente general que siempre debió haber tenido.
— Voy a extrañarte tanto, mi amor. No puedo creer que de nuevo vamos a separarnos.
— Madre, podrás ir a verme cuando quieras y las veces que quieras pues ya no estaré tan lejos como antes. ¿Sabes que de éste lugar solo extrañaré tu compañía?
— ¡Mi hermosa niña! También yo extrañaré mucho tu compañía. Cuídate mucho, cariño. Te prometo que me daré escapadas para ir a verte.
Carlotta abrazó con fuerza a su madre y mientras el chofer llevaba las maletas al coche la despedida parecía interminable.
— No ponga esa cara, señora Vilma. Hablaremos todos los días por teléfono. Se lo prometo.
Con lágrimas en los ojos la señora Vilma Toledano asentó y minutos más tarde Carlotta finalmente partió.
Una mañana de gélido invierno de enero de 2014, corrieron los rumores por toda la ciudad de Bérgamo de que la dueña y gerente general, para la inauguración de la nueva sede de Globalcom, la tarde anterior acababa de llegar. Pocos, por no decir nadie, la conocían, y por esa razón la curiosidad en todos crecía.
— Lo que debiste hacer, Renzo fue apuntarte a cualquier tipo de trabajo que fueran a ofrecer en aquella empresa. Tu hermana lo intentó e grazie a Dio empieza desde mañana.
— ¿Mamma, cosa stai dicendo? ¿Qué haría yo en una empresa como esa? Además tengo mi propio trabajo. ¿Acaso lo olvidas?
— Un trabajo que nunca te dará la remuneración que necesitas para estudiar una carrera y ser alguien en la vida.
— Eso no es así, madre. Un día lo verás.
— Yo estoy muy ansiosa por empezar. Aunque más ansias me da conocer a la que será la jefa de la empresa. Creo que todos los que trabajaremos en Globalcom estamos de la misma manera. Corren muchos rumores con respecto a ella, pero ya mañana sabremos la verdad.
— ¿Hija, y que rumores son esos? ¿Sabes cómo se llama la mujer?
— Carlotta Toledano. Algunos dicen que qué es fea como el carácter que posee. Otros dicen exactamente lo contrario y aseguran que es una mujer realmente hermosa y bondadosa.
En medio de aquella conversación entre su madre y su hermana, Renzo se puso de pie para alistarse y salir.
— El señor Giuseppe me encargó comprar algunos productos del supermercado. Son cosas que necesita para el bar, por lo tanto debo ir más temprano para comprarlos.
— Ci vediamo dopo, figlio mio (hasta luego hijo mío).
— Ciao fratellino (adiós hermanito)
— Ciao
Carlotta finalmente terminó de instalarse en el apartamento que para ella desde hacía semanas su propia madre se había encargado de adquirir y equipar de todo lo que pudiera necesitar. Un ostentoso apartamento que se encontraba en una de las áreas más exclusivas de Bérgamo. Contaba con casi todo a su disposición. Ropas y zapatos nuevos en el placar y un coche a su disposición para que ella mismo lo condujera. Lo único que le hacía falta era llenar la nevera.
— La inauguración es en la tarde por lo tanto me queda tiempo de ir al supermercado. De paso recorro un poco para conocer mejor el lugar —se decía a sí misma con una dicha que no podía controlar—
Por primera vez en muchos años Carlotta volvió a sentirse libre como en la época de la universidad. Ir de compras pasando absolutamente desapercibida y aguardar en la fila para el pago era en ese momento lo mejor que le podía pasar.
— ¿Qué les parece si antes de ir al bar de don Giuseppe nos damos una vuelta por la empresa que están por inaugurar?
— Yo me apunto.
— ¿Y tú, Renzo?
— Conmigo no cuenten. Estoy arto de esa dichosa empresa. Mi madre y mi hermana no hacen otra cosa que hablar sobre el tema —le replicó Renzo a uno de sus dos amigos que se encontraban en la fila del supermercado junto a él—
Delante de Renzo se encontraba aguardando el pago de sus productos una mujer.
— Vayan ustedes si quieren. Yo pasaré directo al bar para llevar los productos que me ha encargado Don Giuseppe.
— Como quieras. Tú te lo pierdes.
— ¿De que podría perderme?
— Pues dicen que la jefa de esa empresa es una mujer muy hermosa.
Carlotta quien continuaba parada en la fila, por delante de esos tres jóvenes, riendo por dentro, toda la conversación oía.
— ¿La tal Carlotta Toledano? Pago por ver sus caras si esa mujer resulta ser tan fea como el nombre que tiene.
Al escuchar aquello, Carlotta volteó con brusquedad encajando el codo derecho en la boca del estómago de Renzo, dejándolo casi sin aire por unos momentos.