Ansiosa por darle una sorpresa a su hija, Vilma Toledano llegó a la ciudad de Bérgamo para pasar con ella un par de semanas. Era casi medio día de sábado y Carlotta había decidido no ir a la sede aquel día, pidiéndole a Idara que ante cualquier novedad la tuviera informada.
Eran casi las 11 de la mañana, e insistentemente el teléfono móvil le sonaba.
Entre ropas esparcidas por doquier, zapatos, calcetines, la guitarra de Renzo, botellas de whisky, champagne, vasos y coletas de cigarrillos, Carlota el celular no lograba encontrar.
— ¿Dónde lo dejé? —decía enredada bajo el cuerpo desnudo de Renzo— Fipo… Fipo… Despierta, bebé. No encuentro mi celular.
El chico quien aún dormitaba se apartó de encima. Carlotta se cubrió con una bata y se puso a buscar hallándolo finalmente en la cocina.
— Aló… ¿Mami, como estás?
— Al fin me contestas, cariño. ¿Sabes cuántas veces te he llamado ya?
— Lo siento. Es que olvidé el celular en la cocina y me quedé dormida en la sala junto a la chimenea.
— Está bien, mi niña. Ya no importa. Ahora ven y ábreme la puerta que de lo contrario acabaré congelándome aquí.
— ¿Qué dices?
— Que estoy frente a tu puerta, Carlotta. Deseaba darte una sorpresa, pero no funcionó como quería.
Palidecida y con pasos presurosos abandonó la cocina. Su madre estaba fuera y adentro todo era un caos. Cosas tiradas por doquier y un chico desnudo junto a la chimenea aún yacía dormido.
— Fipo, necesito que te levantes. ¿Me escuchas? Mi madre está aquí. Despierta…
— Ya estoy despierto, Ali. No me sacudas de ese modo.
— Mi madre está afuera. Levántate.
— ¿Qué sucederá ahora? ¿Me pedirás que me esconda o vas a presentarme a mi suegra?
— Si ese es tu sentido del humor, te digo que no es nada gracioso y tampoco es el momento. Necesito que juntes lo más rápido que puedas todo este desastre porque ya no puedo hacerla esperar.
Sin más tiempo que perder, Carlotta fue a abrirle la puerta a su madre quien resignada a la espera, se sentó sobre un banquillo en el pasillo.
Al verse, ambas se abrazaron con fuerza, y llenándola de besos, Carlotta la resguardó finalmente del frío.
— Te extrañé tanto mamita. Te extrañé mucho, mucho en verdad.
— También yo te extrañé, cariño —decía Vilma Toledano acariciando las mejillas de su hija—
— La sala ya está limpia, Ali —vociferó Renzo mientras se metía al baño—
— ¿De quién es esa voz? ¿No estás sola, hija? Debiste habérmelo dicho, y sin ningún problema me iba.
— Por favor, madre. ¿Qué dices? Ven… entra…
Una vez ingresadas a la sala, la señora Vilma observó todo su alrededor. El ambiente aun olía a cigarrillo y le llamó la atención la guitarra que se encontraba sobre el sofá.
— Carlotta, sabes que te he apoyado toda la vida. Llegué a apañarte en incontables ocasiones para protegerte de tu padre, pero si comienzas a hacer cosas en este lugar sin mantenerme al tanto y Cosme se entera no podré protegerte del modo que yo quisiera. Es importante para nuestros objetivos que tengas mucho cuidado, cariño.
— No he hecho nada malo aparte de sentirme un poco libre para volver a vivir, madre .
— Yo no discutiré contigo sobre eso. Has esperado bastante para ocupar finalmente un cargo importante, por lo tanto no puedes ni debes echarlo todo por la borda. No si aún no te has ganado la confianza de tu padre. ¿Vas a decirme con quién estás?
— Su nombre es Fiorenzo Ponte, pero todos lo conocen aquí como Renzo. Por favor prométeme que serás amable con él —suplicaba Carlotta entre susurros a su madre abrazándola desde atrás— Por favor… por favor…
— Dime si alguna vez no he sido amable y respetuosa con tu entorno, hija. ¿Como fue que conociste a ese muchacho si tú acabas de llegar?
— Ya tendremos tiempo de conversarlo.
Renzo finalmente bajó. Carlotta lo tomó de una mano y lo acercó hasta su madre para presentárselo.
— Madre, él es Renzo. Renzo, te presento a la autentica señora Toledano. Mi madre, Vilma.
No podía ser de otra manera. Igual de impactado que cuando conoció a Carlotta, quedó al conocer a la madre. Sin preámbulos le tendió a la señora Vilma una mano. La mujer a pesar de su aparente asombro al verlo, le devolvió amablemente el saludo.
— Madre, subiré un momento a cambiarme y luego volveré para preparar algo delicioso de comer.
— Ve tranquila, cielo que aquí te espero.
Por unos cuantos minutos, Renzo y la madre de Carlotta quedaron solos en la sala.
— Renzo… ¿Puedo llamarte así o lo hago por tu verdadero nombre?
— Como usted prefiera, señora Toledano.
— Okay, Renzo. Quiero hacerte un par de preguntas.
— La escucho.
— ¿Desde hace cuánto mi hija y tú son novios?
— Ali y yo no somos novios.