Alas

2 MINUTOS

Sentada frente al espejo, Carlotta intentaba componerse, mientras Renzo sonreía y la observaba atentamente.

— ¿Puedo saber por qué te ves tan alegre?

— Por muchas razones, señora Toledano.

— Mh… Cuéntame, te escucho. Y por favor no vuelvas a llamarme señora Toledano.

— Ali, deja de hacer eso —le decía poniéndose de pie para acercarse desde atrás—

— ¿Qué cosa?

— Mirarte al espejo como si pudieras verte aún más hermosa.

— Tengo una marca en la cara, Fipo.

— Es un rasguño leve que se borrará en un par de días — besando su mejilla y bajando hasta el cuello y el hombro derecho, proseguía—

Carlotta volteó a verlo pensando en si las heridas causadas por su padre, algún día sanarían.

— Tú no entiendes

— ¿Qué debo entender, Ali? Si me cuentas lo haré

— Mejor sígueme contando tú que más te tiene tan contento.

— Non posso dire (no lo puedo decir)

— Perché? (¿por qué?). Habla…

— Porque dirás que soy muy egoísta.

Renzo volvió al borde de la cama para sentarse. Carlotta se puso de pie y se acercó unos pasos.

— ¿Ah si? Pues dime y yo diré luego lo que pienso que eres.

— Ahora que ya no irás a trabajar, Ali, te tendré mucho más tiempo solo para mí.

— Pues si… Eres muy egoísta en verdad.

Lo empujó sobre la cama y se trepó encima para llenarlo de besos.

— Quiero saber que ideas tienes para quemar mi exceso de horas libres.

— Sé perfectamente de que manera quemar todas sus horas libres, señora Toledano.

— Que no vuelvas a llamarme de ese modo, acabo de pedírtelo. ¿Dime qué sucedería si no te dejo ir a trabajar hoy?

— ¿Por qué harías tal cosa? Hasta ayer temías que yo perdiera mi trabajo.

— Puedo cambiar de idea.

— Pues sería muy mala idea porque sin trabajo ni siquiera tendría para comprarte medio Bocconotti —le dijo el chico sonriendo—

— Te amo tanto, bebé. Amo todo de ti. Incluso tu egoísmo y tu adicción al sexo.

— ¿Adicto al sexo, yo? Tú eres adicta al sexo, pero por supuesto, no admitirás ese defecto.

— Ni una palabra más

— Todo lo que yo hago es satisfacerla, mi princesa.

Enterrándole los dedos de una mano entre sus cabellos, Carlotta silenció sus palabras con un profundo beso. Uno de esos que podría hacer que aquel instante perdurara para toda la eternidad.

En horas de la tarde, ya casi cayendo la noche, Carlotta recibió un mensaje de su madre dónde le comunicaba que un nuevo apartamento para ella la estaba esperando.

— ¿Un nuevo apartamento? —se preguntó extrañada a sí misma—

Carlotta marcó el número de su madre.

— ¿Cariño, cómo estás?

— Bien, madre, hasta hace un par de segundos. ¿Puedo saber de qué nuevo apartamento hablas?

Tras aquella pregunta de su hija, Vilma Toledano cayó en cuenta de que Renzo nada al respecto le había comentado. A pesar de que en hablar con Carlotta para convencerla de mudarse a otro sitio, habían quedado.

— Hija, he conseguido un lugar más bonito para ti.

— Este apartamento es bonito, madre. No quiero irme de aquí.

— Debes considerarlo. O mejor dicho. Debes aceptarlo porque eso será lo mejor.

— ¿Lo mejor por qué? ¿Lo mejor para quién? Estoy cansada. Harta de que tengan que moverme de un lado a otro como si fuese una pieza de ajedrez.

Sin permitirle más palabras a su madre, colgó la llamada mientras arriba en la habitación, Renzo quién para ir a trabajar se alistaba, todo lo escuchaba. Bajó de inmediato, pero Carlotta no estaba. La encontró afuera en el pasillo fumando un cigarrillo.

— ¿Qué haces, preciosa?

— Lo mismo que siempre haces tú. ¿No lo ves?

— Por lo que sea que te hayas puesto así, no te desquitarás conmigo —le dijo el chico arrebatándole el cigarrillo para apagarlo en el piso— Además Yo puedo hacerlo porque no padezco de asma y no enfermé por ello hace apenas un par de días. Y otra cosa muy importante…

— Mh…

— Yo no he tocado un cigarrillo desde ese día. Soy un hombre con mucho autocontrol.

Sonriendo, Carlotta lo observó y prontamente se echó a reír.

— ¿Qué sucede?

— ¿Dime tú qué sabes de autocontrol, bebé? Metes tus frías manos en cualquier parte de mí cuando se te da la gana, pensando únicamente en follar.

— Eso no es tan así, Ali.

— No seas descarado.

— Lo seré siempre si eso te hará reír.

Carlotta lo abrazó con todas sus fuerzas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.