Alas de ángel

Ángeles y demonios

Seis sellos se romperán, cuando se rompa el séptimo, seis trompetas sonarán y cuando la séptima haya sonado, siete copas se derramarán. Así comienza el apocalipsis bíblico y para cuando culmine, el mundo habrá finalizado... y ya no quedará vida sobre la faz de la Tierra.
No quisimos ver las señales, fue más cómodo pensar que todo eso jamás sería cierto, que las Sagradas Escrituras eran solo fantasías, y nos equivocamos... nos equivocamos en todo.
Donde vimos interpretación, había solo descripción; donde vimos mitos y leyendas, había historias y crónicas; donde vimos imaginación, había una innegable realidad; y al final todos, hasta los más escépticos, tuvieron que creer.
El Cielo es real, el Infierno también lo es, y los ángeles libran una lucha descarnada contra los demonios... ¿El objetivo?, las almas de los humanos, la última creación de Dios.
«¿Donde estoy?», se preguntó Ryan de manera mental, sus oídos le zumbaban horriblemente y su cabeza le daba vueltas... aún se sentía muy aturdido por el gran accidente.
Vestía su ropa de calle habitual: una chaqueta cazadora de cuero, color marrón, pantalón de tela de jean, color azul y botas de montaña oscuras.
Se incorporó y, aunque tambaleándose un poco, logró mantener un precario equilibrio.
Estaba a la intemperie, el aire fresco, proveniente de una brisa que le daba en su rostro, se sentía agradable y lo aliviaba un poco de los incesantes tinitus que no le permitían oír casi nada; a pesar de ello, el ambiente se percibía caluroso, aquel era un día estival.
Confuso y con su visión todavía borrosa trató de distinguir en donde se encontraba y que era lo que lo rodeaba...
Elevó su mirada hacia el firmamento y casi al instante resultó deslumbrado por el fulgor de un brillante sol de mediodía reinando en un cielo diáfano y entre densas nubes de distintos tamaños que, movidas por un intenso viento de altura, desfilaban sin cesar delante de él proyectando en el suelo sus nítidas sombras.
Bajó su mirada de inmediato entrecerrando sus encandilados ojos y luego de unos instantes comenzó a reconocer ese extraño lugar:
Se encontraba en medio de un enorme patio rectangular de unos treinta por cuarenta metros de lado, aproximadamente; junto a él se erigía una hermosa glorieta que marcaba el punto central de aquel predio.
El suelo estaba prolijamente parquizado mediante césped, arbustos y hasta árboles dispuestos en varios sectores de una manera simétrica, aunque, a juzgar por el crecimiento de la hierba, parecía descuidado desde hacía varios años ya; el resto del espacio se encontraba cubierto por baldosas que formaban un gran patio al medio. El lugar disponía de varios caminos que lo atravesaban, casi todos contaban con banquetas y faroles a ambos costados.
Claramente el aspecto general era similar al de una bella plaza, solo que esta, a diferencia de los típicos espacios públicos, estaba rodeada en sus cuatro caras por una edificación de dos plantas cuya arquitectura era plateresca, muy propia de finales del siglo XV.
Era, en esencia, un predio cerrado y a cielo abierto, el cual recordaba el clásico espacio central de una antigua institución académica de tipo universitaria:
«Conozco este sitio... planeaba cursar mis estudios terciarios aquí, pero la última vez que estuve en este lugar fue cuando me recibí a los dieciocho años y de eso hace como nueve años ya. ¿Cómo fue que llegué desde el aeropuerto hasta acá?», pensó mientras apoyaba la palma de su mano derecha al costado de su sien.
Lo último que Ryan recordaba era el encontrarse en el aeropuerto internacional de Dubái, como parte de un largo viaje de vacaciones que estaba haciendo en una recorrida por el mundo entero.
Ahora estaba, inexplicablemente, a más de 5 000 kilómetros de allí, en una universidad del Reino Unido.
Unos instantes después los acúfenos que lo ensordecían, ya habían casi desaparecido y su audición, mejorado claramente.
Desconcertado, comenzó a caminar en busca de alguien que lo orientase y en un momento se detuvo... un silencio sepulcral lo rodeaba y eso le llamó poderosamente la atención.
«¿La explosión me habrá dejado sordo?», se preguntó preocupado, pero un instante después se tranquilizó al escuchar a unos pájaros trinar y al viento soplar.
Continuó entonces caminando...
Le extrañaba mucho que la escuela pareciera completamente desierta, no era época de vacaciones ni tampoco fin de semana, y eso, sumado al hecho de no escuchar el típico bullicio de la ciudad, hacía que el no ver a nadie por ningún lado fuera, en principio, inquietante.
«¿Estaré muerto, acaso? Si este es el más allá, no es como me lo enseñaron en las clases de catecismo», pensó.
 A unos diez metros de él vio tirada en el suelo una caja con un paracaídas adosado a ella. Era, aproximadamente, de un metro cúbico y parecía haber sido confeccionada con un plástico duro, también evidenciaba un diseño muy particular:
«¿Es esa una caja de las que usa la milicia para arrojar suministros desde los aviones?», se preguntó creyendo identificarla, y curioso se acercó para mirar dentro de ella...
La caja estaba casi vacía, aunque aún tenía algunos pertrechos.
Tomó una mochila cargada con cosas y comenzó a revisarla, pero casi de inmediato se detuvo al ver que, en el fondo de la caja, relucía una pistola automática; era plateada y muy grande.
Siendo un gran aficionado a las armas trató de reconocerla... sin embargo no pudo. Era claramente de un calibre muy grande, .50 seguramente, pero su diseño era de un estilo bastante más futurista que las armas que él conocía.
Asombrado, la levantó para examinarla...
La poderosa pistola contaba con unos útiles accesorios tácticos incorporados a ella: una mira holográfica, una linterna y un láser.
«Una Desert Eagle ¡y está nueva!... la linterna y el láser funcionan, la mira también», pensó mientras la empuñaba y manipulaba probando todos sus accesorios, al tiempo que sentía el peso y balance de la potente arma; acto seguido, eyectó el cargador para comprobar si tenía munición... y su rostro mutó a asombro puro: estaba completo, lleno de balas y eran de tipo expansivas; la recámara, por su lado, se encontraba vacía.
—¡Vaya!, sí que es extraño hallar algo como esto... En fin —susurró en voz baja, confundido por la situación—, al menos ya sé que no estoy muerto.
¿Estaré soñando, entonces? —agregó sonriendo mientras volvía a introducir el cargador en el arma, pasaba una bala y le ponía el seguro.
Se acomodó la mochila en un solo hombro y, arma en mano, decidió investigar la escuela... al menos hasta ¿despertar?
El interior del establecimiento parecía encontrarse tan desierto como el exterior; comenzó a avanzar por uno de los pasillos; solo escuchaba el ruido de sus pasos que retumbaban por todo el silencioso ambiente...
De vez en cuando miraba hacia dentro de algunos salones, pero no veía a nadie en ninguno de ellos, todos estaban vacíos; en unos pocos era preocupante el ver como los pupitres se hallaban todos revueltos y tirados por doquier, dando así el aspecto de que se hubiera librado una feroz gresca allí dentro.
Subió por una de las escaleras hasta el segundo piso y al llegar, repentinamente, se detuvo... escuchó unos ruidos que le advirtieron de la presencia de alguien en uno de los salones.
Su instinto de autopreservación primó en él, y el ancestral temor a lo desconocido lo puso en un estado de alerta, enfocando así toda su atención, sin embargo, con el eco del ambiente, no podía identificar desde cual salón venía el sonido.
Se quedó entonces quieto, con sus ojos bien abiertos, expectante, contemplando las largas filas de puertas que conducían a las diferentes aulas de la institución académica.
Comenzó a escuchar pasos que se acercaban... tenían una cadencia constante, propia de alguien decidido.
Automáticamente, y sin pensarlo, su dedo pulgar quitó el seguro del arma y todo su cuerpo se agazapó, aprestándose así para combatir o huir.
Y apenas un instante después vino su más grande sorpresa:
De uno de los salones asomó el cuerpo de una mujer, quien se quedó parada justo en el marco de la puerta y sin salir del todo... solo su perfil quedó visible.
Ella giró apenas su rostro hacia él y, de costado, le lanzó una mirada impasible, sin mostrar emoción alguna.
Aparentaba tener unos veinticinco años de edad. Su cuerpo lucía atlético y simplemente perfecto; su cabello, color caramelo, estaba levemente ondulado, llegando hasta su cintura... y se lo veía flexible y grácil, lo llevaba suelto.
Su piel era de un tono muy claro, casi blanco, con el aspecto suave, terso y radiante tan propio de su edad.
En su hermoso y joven rostro, totalmente armónico, de facciones suaves y redondeadas, destacaban sus ojos: grandes y felinamente afilados, dotados de un aire expresivo y exótico a la vez...; de sus pupilas, color ámbar, emanaba una poderosa mirada, enmarcada por largas y curvas pestañas.
Su boca, definida por un par de femeninos labios rojos, con la forma de un arco de cacería, permanecían sellados y adustos, estableciendo el claro límite de una barrera infranqueable a todo el que contemplase su natural sensualidad.
Su estilo de vestir era algo único, recordaba el usado en la Grecia clásica.
Gran parte de su cuerpo estaba protegido por una especie de, flexible y liviana armadura compuesta por placas de acero adornadas con oro; estaba muy finamente terminada y cubría por debajo de sus axilas: la parte inferior de su tórax, su abdomen completo y también su cadera.
En sus antebrazos contaba con brazales que llegaban hasta el dorso de sus manos, al tiempo que sus piernas eran resguardadas por enormes rodilleras y grebas que llegaban hasta los empeines de sus pies, en los que calzaba unas sandalias de cuero...
Uno solo de sus hombros, el izquierdo, tenía una gran hombrera, la cual no solo lo cuidaba de cualquier daño, sino que también servía de inserción para una fuerte tira de cuero que sostenía una funda ubicada en su espalda.
El resto de sus adornos, al igual que los bellos ornamentos de toda su armadura, se encontraban hechos con oro de gran pureza y pulidos a espejo, además, estaban hermosamente labrados y ostentaban joyas engarzadas.
Ella era impecable en todo sentido, una bellísima visión celestial... literalmente.
Ryan quedó prendado al instante en que la vio, el mundo entero pasó a un segundo plano, volviéndose ella la dueña indiscutible de toda su atención, y aunque estaba confundido, y lleno de interrogantes, se relajó... no había nada que temer de esa hermosa mujer a quien solo quería conocer a fondo.
Un momento después la bella fémina abandonó el marco de la puerta saliendo completamente del salón de clases y en ese instante lo más impresionante de ella se hizo evidente: 
De su espalda emergían dos enormes alas, eran un poco más grandes aún que su cuerpo y estaban cubiertas de un hermoso plumaje color crema muy claro, con un aspecto terso, suave y delicado... tan bien formado e imponente como el que lucen los grandes cisnes.
No se trataba de un disfraz, nada en ella era falso, todo era real.
Atónito, Ryan recordó su cultura católica, la cual se le hizo presente de manera repentina, principalmente las enseñanzas que había recibido durante su niñez, cuando tomó su primera comunión y luego su confirmación y se dio cuenta de que ante él no tenía a una mujer sino a un verdadero ángel de Dios.
La doncella celestial lo observó con una mirada muy especial, como sintiendo una profunda e incomprensible pena por él; acto seguido, empezó a caminar impetuosamente hacia Ryan y llevando su mano diestra por encima del hombro, hacia su espalda, desenvainó una imponente espada de doble filo.
La letal arma era tan bella como su portadora; parecía ser de tipo medieval y sus cantos eran lo que mas brillaba en su afilada hoja, la cual terminaba en una aguzada punta; tenía, además, una acanaladura central que la recorría en toda su longitud y en donde figuraba una inscripción hecha en un antiguo lenguaje propio del Cielo; su guarda simulaba ser un elaborado par de alas celestiales; su muy larga empuñadura tenía una división metálica al medio, la portentosa espada había sido concebida para ser usada tanto con una como dos manos para maximizar así su fuerza, y el final era rematado por un pomo que semejaba ser la hoja de un aguzado puñal.
Ryan se alarmó nuevamente... sus ojos se abrieron hasta el máximo.
A medida que se le acercaba el semblante de la angelical emisaria divina cambió, su pena se tranfiguró en una expresión de decisión, sus, hasta ahora, bellos ojos de piedad se entrecerraron trocando su mirada en temible y en ese instante el filo de su espada se inflamó con llamas rojas y furiosas que parecían acompañar su nueva actitud.
Ese fuego celestial no lastimaba en absoluto a su portadora, pero con seguridad quemaría gravemente a cualquiera que no fuera ella.
A la mente de Ryan vino de inmediato la referencia bíblica del libro del Génesis sobre la espada ardiente, un mítico objeto puesto por Dios en el jardín del Edén, con la misión de custodiar dicho lugar tras haber sido expulsados Adán y Eva de allí por haber probado el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, y proteger así el fruto del árbol de la vida, el cual proporcionaba la inmortalidad.
Como un acto reflejo, levantó su arma quitándole el seguro y el punto verde de la mira láser se activó al posar su dedo en el gatillo, posicionándolo en el centro de la frente de ella:
—¡¡Alto ahí, detente!! —le gritó más atemorizado que desafiante.
—¡Esta pistola está cargada y sé como usarla! —insistió en un fútil intento de amedrentarla.
«¿Hablará mi idioma? ¿Me entenderá, acaso? ¿Sabrá al menos que le estoy apuntando con una pistola y que puedo matarla?», pensó...
 —¡No te me acerques ni un paso más, no sé ni siquiera que está pasando aquí! —le gritó asustado... ella ni se inmutó; el ritmo de sus pasos no cambió... cada vez que una de sus sandalias tocaba el suelo sonaba con la misma cadencia que el mecanismo de un reloj que avanza de manera inexorable, sin importarle nada más.
«¡Es un ángel! ¿Qué estoy haciendo? No puedo dispararle... ¡Pero, por su actitud, va a atacarme con esa enorme espada, estoy seguro!»
—¡Dios mío! ¿Qué debo hacer? —gritó al Cielo clamando por una respuesta.
La mano de Ryan no dejaba de temblar y su frente transpiraba gotas de un sudor frío como nunca antes había tenido...
Ya no importaba si esto era un sueño o no, él definitivamente no pensaba atacar a un ángel, toda su fe y sus creencias más profundas se lo impedían; mientras tanto, ella continuaba avanzando sin miedo ni duda alguna en sus ojos.
Ryan tenía que hacer algo... y entonces decidió huir.
Salió corriendo por la escalera hacia la planta baja del edificio, desde allí continuó con su frenético escape, directo hacia el patio de la universidad nuevamente... y al salir se quedó atónito, tieso ante una visión, sencillamente, horrorosa:
Sobre el techo de uno de los edificios que rodeaban al predio había un campanario; y allí, por debajo de la gran campana, al frente de la torre que la contenía, semioculto entre las sombras y posado casi en cuclillas, lo miraba con un terrible semblante un espantoso demonio... Su aspecto era fiero, amenazador y estaba armado con un enorme spetum, un arma medieval de asta, tan larga como su cuerpo y con una cabeza de combate parecida a un tridente, con cuchillas en lugar de púas, el cual tenía apoyado junto a él.
Aquel era un monstruo con una cara horrible, bestial y humanizada a la vez, aunque de una manera espantosa: de sus ojos emanaba una mirada maligna y aterradora, propia de una criatura infernal; en su sien se podía apreciar un par de cuernos cortos, y a los costados de su cabeza unas enormes orejas puntiagudas.
La bestia sonrió al ver a Ryan; de su enorme boca, entreabierta y babeante, surgieron dos hileras de filosos dientes, coronadas por un par de grandes y amenazantes colmillos vampíricos, los cuales infundían aún más pavor a quien se atreviera a mirar su diabólica expresión...
Su cuerpo era claramente el atributo principal de su poder: lucía musculoso, enorme y pesado, aparentaba tener más de dos metros de altura y se encontraba cubierto por una piel de un color verde muy oscuro, tapizada de escamas negras, irregulares, ásperas y muy duras, como si fueran rocas de obsidiana.
Sus extremidades eran gruesas, fuertes y sus dedos finalizaban en filosas y aguzadas garras.
De su espalda surgían un par de inmensas alas membranosas, similares a las de un murciélago, pero con filosos cuernos en sus articulaciones carpianas; y una larga, ancha y poderosa cola que terminaba en punta, era como la de un lagarto.
En todo su conjunto, este ser parecía alguna clase de grotesco reptil antropomórfico... ¡Una auténtica gárgola!
En ese momento el sol se oscureció a causa de una nube que se le cruzó por delante y entonces el demonio, spetum en mano, saltó con una fuerza brutal cayendo en el patio con un gran estruendo, y tanto fue el peso que agrietó el suelo al posarse en él... por su lado, la bestia ni lo sintió.
Su cuerpo no necesitaba la protección de una armadura, apenas un taparrabo, hecho con una tela rasgada, sujeto a su cintura gracias a un grueso cinturón de cuero era todo lo que llevaba puesto.
—¿Estás asustado? Hiedes a terror, humano —le dijo la abisal criatura con una voz cavernosa—. Beberé toda tu sangre... y tu alma será condenada para siempre —agregó manteniendo su diabólica sonrisa.
Ryan esta vez no lo dudó, levantó su arma y, en cuanto lo centró en su mira, efectuó tres disparos continuos... dando todos en el pecho del demonio.
Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver como las poderosas balas de metal caían al suelo completamente deformadas, era como si hubieran chocado contra un muro impenetrable.
Ryan se quedó boquiabierto... estaba a menos de veinte metros y a ese monstruo las balas de alto calibre no le habían hecho ni cosquillas.
Fue en ese momento que la nube que tapaba al sol se corrió... y en cuanto los rayos del astro rey tocaron de lleno el cuerpo del monstruo su piel comenzó a petrificarse.
De inmediato la bestia saltó hacia atrás buscando la protección de las sombras...
—Siempre es mejor usar un arma bendecida para matarlos —le dijo a Ryan la alada mujer, quien ahora hacía su aparición en la escena viniendo por detrás de él—.
Su especie tiene raíces vampíricas, cuando están bajo el sol sus cuerpos se vuelven de roca sólida... Es preferible que permanezcas aquí, manténte en la luz; de esa gárgola me encargaré yo. Quiero que te quedes con la visión de este combate antes de consagrar tu alma —agregó apartándolo hacia un lado con su mano.
Ryan se quedó sin poder articular palabra alguna, dejaría que los dos seres sobrenaturales se enfrentasen en una épica batalla.
Medio patio se encontraba en sombras por las nubes que desfilaban en el cielo y el ángel caminó hacia la zona más oscura, internándose así en las tinieblas que delimitaban el área de lucha en donde se enfrentaría a su antiguo enemigo... y lo hizo sin temor ni duda, en sus ojos reinaba la más absoluta convicción:
—Creí que los demonios de tu clase solo salían de noche porque la simple luz del crepúsculo ya los obligaba a refugiarse como estatuas de piedra —dijo poniéndose en guardia.
—Solamente las gárgolas de menor nivel son incapaces de soportar la claridad del sol; para tu desgracia, mujer, yo soy una de las más poderosas. Ya he acabado con muchos de los tuyos y ahora lo haré contigo también.
—¡Alma condenada, tu lugar es el Infierno!... y hacia allí te enviaré, criatura inmunda —afirmó el temerario ángel desafiando al monstruo.
Y luego de un instante, en el que acumuló toda su furia, el demonio se le abalanzó agrediéndola sin piedad...
Los ataques de la infernal arma de tres cuchillas se sucedían con una vertiginosa cadencia que no conocía pausa alguna; la sagrada guerrera respondía usando sus ágiles piernas y sus portentosas alas para impulsarse en el aire, esquivaba así todas y cada una de las furibundas arremetidas con cortos y acrobáticos saltos imposibles de emular para un simple ser humano; con cada giro que daba, su espada de fuego dejaba tras de sí largas estelas de rugientes llamas que semejaban ser torbellinos ígneos.
La valiente gladiadora era muy habilidosa, valiéndose de su menor tamaño físico contraatacaba de manera furtiva usando todos los ángulos que su rival dejaba al descubierto.
El acero de la poderosa espada del Cielo generaba grandes chispas al chocar contra la dura armadura natural de su enemigo al tiempo que la destruía, y al romper sus escamas en pedazos cortaba también su piel penetrándola con profundos tajos.
—¡Ni cien como tú serían rivales para un ángel como yo! —le dijo ella deteniéndose en el aire aleteando y luciendo altanera, mientras las furiosas ráfagas en espiral del divino fuego, que de cerca rodeaban su cuerpo, se disipaban, brindando un poderoso espectáculo dantesco.
—Aún te falta demasiado como para considerarte una de ellos... y nunca llegarás a serlo —le contestó el agresivo monstruo.
—Tú no serás quien lo evite, gárgola; las llamas del Infierno te aguardan nuevamente —respondió desafiante la aguerrida soldado de Dios y desde ese momento el combate ya no tuvo más tregua hasta que, en un instante, ya frustrado y herido, el exasperado demonio rugió con odio y dando un gran salto se proyectó con su arma firmemente asida por una de sus manos apuntando directamente hacia el cuello de su enemiga.
Con total gracia y agilidad, la alada doncella esquivó una vez más el mortal ataque y el infernal spetum terminó clavado en el suelo; sin interrumpir su movimiento el arrojado ángel tomo su flameante espada con ambas manos y valiéndose del rápido giro de su bello y atlético cuerpo le cortó el brazo a su oponente justo al medio, de manera limpia.
La extremidad de la infernal criatura, separada ahora de su cuerpo, comenzó a petrificarse mientras aun colgaba inerte y sujetando con fuerza su arma...
Una clase de lesión tan grave como esa hubiera sido completamente devastadora para cualquier ser, sin embargo la poderosa bestia no evidenció dolor alguno y muy poca sangre fluyó del muñón, el cual en apenas segundos se cerró cicatrizandose y quedando como si fuera una roca...
La gárgola, más iracunda que nunca y usando el dorso de su única mano restante, aprovechó la cercanía de su rival para golpearla con una fuerza brutal justo al costado de su tórax, arrojándola de ese modo contra la glorieta central del patio.
El impacto del celestial ser contra la estructura fue tan potente que las columnas de mármol se rajaron; mientras que ella quedó muy maltrecha y dolorida, inmovilizada en el suelo.
El demonio tomó entonces su amputado brazo y rompió sus pétreos dedos, separándolo así de su arma; con violencia, lo arrojó lejos para terminar de hacerlo añicos, luego arrancó su arma del suelo y comenzó a caminar hacia la enviada de Dios para terminarla...
Ryan miraba impotente la terrible escena, la cual sucedía a solo veinte metros delante de él; no lograba ni siquiera reaccionar... ¿Qué podía hacer? Su pistola era inútil ante ese bestial ser del averno que pronto podría matarlos a ambos.
—Eres solo una patética aspirante. ¿Querías lucirte ante ese hombre, verdad? ¡Estúpida mujer!, tu alma es vanidosa y orgullosa... aún tienes defectos que purificar —dijo apoyando las aguzadas puntas de su arma en el cuello de ella—.
¿Creíste que por dejarlo al sol ese humano estaría a salvo de mí? Hubiera sido mucho mejor para él que lo mataras. ¡Observarás ahora como reclamo su alma!... en tu estado actual es algo que ya no puedes evitar —agregó levantando su arma como si fuera una lanza y la apuntó directamente hacia Ryan, quién, mirándolo perplejo, solo pudo reaccionar espasmódicamente, retrocediendo de una manera torpe y arrebatada, para terminar cayendo sentado en el suelo; quedó así indefenso ante el letal ataque que ya no podría evadir.
El demonio le arrojó su arma usando todas sus fuerzas con la única intención de matarlo en el acto...
Sin embargo el ángel fue veloz y, haciendo un último esfuerzo, lanzó su espada con extrema precisión consiguiendo interceptar en el aire a la infernal arma, chocándola y desviándola, antes de que diera en su blanco... y logró así, al menos por un momento, salvar a Ryan.
El terrible spetum terminó cayendo en la zona iluminada por los rayos del sol impidiéndole al demonio volver a tomarlo para un segundo intento.
La gárgola volteó entonces hacia la valiente fémina mirándola con toda la ira del Infierno emanando de sus ojos y levantó su garra en alto abriendo sus dedos y preparándose para ejecutarla de un letal zarpazo... sin embargo, repentinamente se detuvo al ver como el esfuerzo de su enemiga quedaba en vano cuando una gran nube volvía a ocultar los rayos solares, y esta vez totalmente, dejando a Ryan a su entera merced.
—¡¡¡Corre, ahora... aléjate de aquí!!! —le gritó de lejos la gloriosa luchadora. Ryan esta vez pudo apreciar claramente en su voz la desesperación que ella tenía por salvarlo.
El infernal ser sonrió con malicia al ver la impotencia del ángel la cual era como un dulce néctar para él...
Ryan, por su lado, se enfrentaba ahora a una dura disyuntiva: podía intentar huir, de hecho, hasta hizo el ademán pertinente, aunque casi por reflejo, al momento de ponerse en pie... o quedarse y pelear.
Se detuvo de inmediato, no quería abandonar a la divina doncella; no podía hacerlo ni como católico ni como hombre.
Pero tendría que enfrentarse a un enemigo que parecía imposible de vencer. Un ángel de Dios, con todo su poder divino, no había logrado acabar con esa criatura de pesadilla, ¿qué oportunidad tenía él, un simple humano?... Ni siquiera tenía un arma que fuera adecuada para poder herirlo, ¿o sí?
Miró la espada sagrada, la cual había quedado tirada a pocos metros delante de donde se encontraba.
Aún le quedaba una oportunidad y se encontraba justo allí, a su alcance, sin embargo, el arma permanecía envuelta en furiosas llamas.
Temiendo el quemarse al tomarla le acercó su mano... pero como a veinte centímetros tuvo que detenerse, el calor era abrazador.
Recordó entonces como el arma se había inflamado cuando el ángel cambió su mirada mientras la empuñaba:
«Esta espada debe de conectarse con el alma de quien la esgrime», pensó mientras dejaba su mochila en el suelo junto a su pistola.
—Por favor, apaga tu fuego —le dijo en voz baja mientras acercaba temerosamente su mano... las llamas no cedieron, su decisión aún no era lo suficientemente firme y clara, el miedo la ofuscaba.
«¡Ella necesita de mi auxilio, espada! Estoy dispuesto a arriesgarlo todo para salvarla de ese demonio, pero yo solo no podré hacerlo.
¡¡Ayúdame en esta batalla!!
Déjame empuñarte, pelearé hasta el final contra ese monstruo, te lo juro por mi vida», pensó tratando de concentrarse únicamente en ese puro sentimiento de heroísmo al tiempo que lanzaba su mano con una fe ciega, dispuesto a tomarla de su arriaz a toda costa sin importarle ya las consecuencias... y fue recién entonces que el arma reaccionó, y las llamas de su empuñadura se apagaron.
La espada de fuego lo había aceptado.
—¡Vamos, espantoso monstruo! ¡¡Enfréntame a mí, ahora!!... si te atreves, claro —le gritó Ryan desafiante y parándose en posición de lucha con la sagrada espada por delante suyo y bien sujeta en sus manos...
La gárgola le contestó riendo:
—Tú, arrogante humano, eres apenas una insignificante basura ¿y te atreves a retar a un demonio del cuarto círculo, como yo?
¡¡Te enviaré al más profundo de los infiernos y allí te despedazarán por toda la eternidad!! —le gritó con una actitud tan agresiva que le helaría la sangre a cualquiera.
Blandiendo las garras de su mano la demoníaca bestia caminó hacia él y comenzó a hacer un violento ataque tras otro...
Era la primera vez que Ryan sostenía una espada en sus manos y, sin el entrenamiento adecuado, solo atinaba a esquivar torpemente los ataques consiguiendo apenas bloquear algunos como podía... fue así retrocediendo hasta que, en una de sus embestidas, la bestia le propinó una fuerte patada directamente en el plexo solar, misma que lo arrojó dos metros hacia atrás; su cuerpo rebotó en el patio dando media vuelta en el aire para quedar tirado en el suelo, boca abajo y sumamente dolorido, quedó entonces completamente paralizado por la tremenda conmoción sufrida.
La gárgola fue a buscar su diabólica arma, la tomó y se le acercó de manera triunfal, alistándose para atravesar su cuerpo... pero, en ese instante, la gladiadora sagrada, sorprendiendo al demonio por la espalda, le saltó encima de los hombros sujetándolo firmemente con sus piernas y manos tanto del brazo como del cuello:
—¡¡Atraviesa su corazón, ahora!! —le gritó a Ryan que, a pesar de estar mareado, reaccionó de inmediato ante la femenina voz de mando de ella.
Raudo, tomó la espada llameante del piso con ambas manos y de una sola estocada la clavó en el medio del pecho de la bestia...
La filosa hoja penetró un poco, pero no del todo; Ryan recargó entonces todo su peso en el arma empujándola así hasta el fondo y atravesando a su enemigo por completo para retirarla a continuación.
Fue recién ahí que la implacable guerrera soltó al demonio, quién retrocedió de manera torpe, tambaleándose... y, esta vez, herido de muerte.
Dando un fuerte grito de furia, el cual resonó por toda la universidad tan fuerte que rajó los vidrios de las ventanas más cercanas, miró hacia el cielo y en ese momento una grieta se abrió por debajo de él, de allí salieron unas infernales llamaradas que se llevaron su cuerpo hacia las profundidades de la Tierra... y entonces los pétreos pedazos de su brazo amputado se volvieron solo simples cenizas, mismas que la brisa desmenuzó en el aire.
La batalla había terminado y la espada de fuego volvió a arder completamente, Ryan la soltó para no quemarse y el ángel la recogió del suelo.
Ambos quedaron así en silencio, de pie, a solo un metro de distancia y contemplándose a los ojos...
—¿Aún piensas matarme? —le preguntó entonces él, temeroso al ver nuevamente la letal mirada de ella...
La mortalmente bella emisaria de Dios no le contestó, sin embargo, su silencio dejaba entrever su respuesta afirmativa.
—No te comprendo para nada —le dijo Ryan—, recién intentaste salvar mi vida. ¡Luchamos juntos contra ese monstruo! Me arriesgué por ti... ¿y aún así piensas matarme?
Dime si todo esto es un pesadilla —le rogó con su voz quebrada; el ángel simplemente movió su cabeza hacia los lados negado esa última esperanza que le quedaba—.
Pero... ¿por qué? No entiendo que he hecho que fuera tan terrible como para que un ángel quiera acabar con mi vida.
¡Soy cristiano, creo en Dios, rezo a diario, me considero una buena persona! —continuó diciendo él confundido... notó entonces que del brazo de ella comenzó a caer una delgada línea de sangre:
—Estás sangrando —dijo Ryan retrocediendo—, es sangre roja y los ángeles no se supone que sangren, ellos son de luz, luz divina... ¡¿Qué clase de ser eres?! —le gritó entonces increpándola.
En ese momento las perfectas piernas de la bienaventurada joven claudicaron y se vio obligada a caer apoyando una de sus rodillas en el suelo al tiempo que clavaba su espada de punta y se sostenía con ambas manos de su empuñadura para no desfallecer del todo, las llamas del arma celestial se apagaron en ese instante.
—La gárgola ha llegado al Infierno y dentro de poco vendrán más demonios a esta ubicación para vengarla, puedo sentirlos... ya están en camino —dijo ella mientras apoyaba una mano en el piso y envainaba su espada pensando en pararse.
—Es mejor que nos vayamos rápidamente de aquí, entonces —le instó Ryan mientras la ayudaba a ponerse de pie—. Si apenas pudimos contra uno, no quiero ni pensar lo que sería enfrentarnos a todo un grupo de monstruos como ese...
Y así, los dos juntos, emprendieron su escape de la universidad antes de que decenas de demonios llegaran y comenzaran a cazarlos.



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En el texto hay: angeles, demonios, mitologia

Editado: 30.06.2022

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