Avanzando con dificultad creciente, Ryan ayudaba al ángel a caminar a medida que ella daba sus tambaleantes pasos... los cuales, cansinos y trabajosos, cada vez se volvieron más lentos hasta que la enviada divina ya no quiso continuar:
—Se acabó, no puedo seguir... esto es un esfuerzo inútil. Tengo una de mis alas rota y también varias costillas fracturadas, eso creo... me duele mucho mi costado —expresó agitada y con un rictus de gran sufrimiento—.
No tengo más energía para caminar. Déjame aquí y vete, salva tu alma de los demonios.
Ryan observó la armadura divina, se encontraba abollada en el lugar donde la gárgola la había golpeado, seguramente el tórax del ángel estaba muy lastimado, era comprensible que no pudiera moverse con facilidad; sin embargo, el abandonarla allí, como ella le instruía, no sería otra cosa más que condenarla.
—No... no lo haré, no te dejaré —respondió él.
Esa actitud de impertinente desobediencia ante una orden suya no era algo que esa fémina estuviera acostumbrada a tolerar:
—¡Qué te vayas te dije! No volveré a repetírtelo —insistió, esta vez mirándolo muy seriamente.
Ryan ya no le contestó, en lugar de eso la miró inexpresivo y pasó uno de sus brazos por la espalda de ella, justo a la altura de sus axilas, para terminar sujetándole el torso; agachándose levemente, su otro brazo lo deslizó por detrás de sus rodillas y con un suave envión la levantó del suelo, cargándola así entre ambos...
Luego de una fugaz expresión de gran sorpresa por el inconsulto atrevimiento, el ángel entrecerró sus ojos a sabiendas de que su peso corporal sumado al de la armadura celestial no le resultaría algo fácil de sobrellevar a Ryan y simplemente aguardó para ver su expresión ante la gran fuerza que tendría que hacer.
—¡Vaya! no pensé que serías tan liviana, creí que con el peso de tu armadura me costaría cargarte... pero no —expresó él disimulando el esfuerzo que sobrellevaba y, dicho eso, continuó avanzando.
—Te estás oponiendo ante los designios un ángel de Dios. ¿Eres conciente de eso? —le preguntó ella al ver que no se detendría.
—Si quieres detenerme puedes tomar esa daga que llevas en tu brazal y apuñalarme con ella, no te lo impediré... de otra forma no te dejaré aquí —le contestó él decidido.
Esa inesperada respuesta, con la que él la desafiaba abiertamente, arriesgándose para ayudarla, dejó por un instante perpleja a la enviada del Cielo y esa era una sensación que ella no recordaba desde hacía ya mucho tiempo.
—Está claro que lo ignoras... pero aún en mi estado actual te haría un gran favor si te matara. Caminando no llegaremos muy lejos, pronto los infernales nos encontrarán y tú te llevarás la peor parte —le señaló el ángel sin aclararle más.
Ryan no le contestó nada, prefirió centrar toda su atención en cada uno de los fortuitos roces que las divinas alas de ella hacían contra su piel; sentía que le daban fuerzas y no era solo una sensación motivada por la tersura y suavidad del prístino plumaje sino algo real, muy tangible y que provenía de la calidez, paz y armonía celestial que de ellas emanaba.
En ese instante llegaron a la calle y la situación de desamparo no cambió para nada, de hecho, empeoró: no había ninguna persona a la vista, ni automóviles circulando tampoco... el silencio en la lejanía era absoluto, parecía que la humanidad entera hubiera desaparecido.
Sin ceder ante ese inesperado nuevo embate, Ryan se dirigió hacia uno de los automóviles más cercano, un SUV de cuatro puertas y buen tamaño; dejó cuidadosamente al ángel en la vereda sentándola con las piernas estiradas y a solo un par de metros de distancia del rodado, e intentó abrirlo... pero estaba cerrado con llave.
—¡Bien, será por las malas, entonces! —dijo con una ironizada frustración y, sin perder más tiempo, comenzó a usar la fuerza bruta.
Cargando con todo el peso de su cuerpo arremetió golpeando con su codo el vidrio de la ventana de la puerta del conductor, el cual daba a la acera... fue inútil, lo repitió entonces varias veces sin lograr nada hasta que el daño en su ya resentida articulación se le hizo insoportable.
Se apartó un poco hacia el costado de la puerta sujetando su brazo con un gesto de dolor al tiempo que giraba su cuerpo hacia el ángel para mirarla avergonzado.
En ese instante ella tomó su cruciforme puñal y, sacándolo de su brazal más rápido que un parpadeo, lo arrojó hacia la misma ventana clavándolo perfectamente en el centro...
Ryan se quedó pálido, mirando al ángel boquiabierto; la letal arma le había pasado tan cerca que hasta pudo sentir la perturbación del aire... volteó entonces hacia el auto y vio que el vidrio se había rajado en varios pedazos.
—Inténtalo ahora nuevamente —le sugirió ella con un claro tono de reproche por haber sido tan impulsivo y haberse lastimado solo por lucirse.
Con apenas presionar un poco la daga Ryan fue capaz de romper fácilmente el ya debilitado cristal para luego proceder a abrir todas las puertas del auto.
—Gracias por la ayuda —le dijo entonces al ángel—... Por cierto, hermosa arma —agregó contemplando la daga cuya empuñadura tenía un elaborado tallado con la forma de una mujer guerrera y una estrella grabada en su hoja.
Se la devolvió a su dueña y se quitó su campera doblándola varias veces para hacer una improvisada y mullida almohada, misma que colocó en un extremo del asiento trasero del automóvil en donde procedió a recostar a la angelical belleza teniendo el máximo cuidado de no lastimarla aún más... Dado el gran tamaño de sus alas y la naturaleza de sus heridas esa era la mejor ubicación para ella dentro de aquel vehículo.
Puso su pistola en la mochila y esta en el asiento del acompañante... y cuando se puso tras el volante advirtió que el auto en el que estaba era, al igual que la pistola militar que había encontrado, un modelo bastante más avanzado que los que él conocía... y eso volvió a extrañarlo.
Lo pudo encender fácilmente al pulsar un botón que se encontraba donde él acostumbraba introducir la llave de encendido.
En ese instante todo el instrumental se puso en funcionamiento y aparecieron varios indicadores extra proyectados en el parabrisas frontal...
No había palanca de cambios y solo contaba con dos pedales.
«Este debe ser un auto eléctrico... ¡y sí que es avanzado!, nunca había visto algo así», pensó.
Con suavidad pisó el pedal del acelerador y el vehículo comenzó a avanzar de manera completamente silenciosa.
—Bien, ahora solo tengo que llevarte con un médico; iré a un hospital, ahí encontraremos uno —dijo Ryan.
—¡Olvídalo! No encontrarías más que un edificio sin personal. Solamente tengo que descansar en un lugar seguro para reponer mi energía celestial; mi cuerpo se curará por sí solo...
—¿Durante tres meses?
—No necesito de meses, como tú, para sanarme de una fractura... me bastará con apenas unos días, una semana como mucho —le contestó ella de manera arisca y distante.
Este ángel claramente no mostraba en absoluto el espíritu de amor y comprensión que Ryan esperaba de un mensajero divino, en lugar de ello se comportaba de una manera confrontativa y mandona.
—Viajaremos hacia Londres en ese caso, esta ciudad luce tan, tan... desierta, seguramente fue evacuada y eso me pone nervioso.
Una vez que lleguemos conseguiremos los recursos suficientes para mantenernos y podremos refugiarnos hasta que sanes...
No te preocupes por nada, yo te protegeré hasta que estés bien —le aseguró Ryan sonriendo y mirándola por el espejo retrovisor, pero lo único que obtuvo de ella fue una fría mirada.
—Según mis cálculos llegaremos en menos de dos horas; conozco bien esta ruta, hace algunos años estuve viviendo durante un tiempo aquí, en Inglaterra me refiero —agregó él en un fútil intento de generar un poco de charla, sin embargo, la fría doncella celestial no le contestó, lo ignoró completamente...
«Si que es sexy, ¡qué hermosas curvas tiene su cuerpo!... y su rostro es bellísimo —pensaba Ryan mientras espiaba sin mucho disimulo a la alada doncella a través del espejo retrovisor—. No recuerdo haberme sentido tan a traído por una mujer en toda mi vida. Me pregunto si será pecado sentir esta clase de deseos por un ángel de Dios».
—Preferiría que te concentraras en el camino y dejaras de mirarme a mí, me incomodas —lo reprendió ella en un momento.
—Lo siento —dijo Ryan avergonzado y de inmediato volvió a mirar el frente...
Era como si el ángel no quisiera establecer ningún tipo de vínculo personal con Ryan a pesar de que él continuaba intentando acercársele.
Saliendo de la ciudad de Cambridge el ambiente dentro del auto continuaba incómodamente silencioso...
Ryan, en un nuevo intento de sacar algún tema y lograr así romper el hielo, encendió el sistema de entretenimiento de abordo y se puso a manipularlo:
—No hay servicio de internet, tampoco funciona el GPS... ni siquiera consigo sintonizar una estación de radio; «tal vez debería levantar la antena, si al menos supiera como», pensó.
¡¿Qué está pasando, no puede ser que no haya nada?! —dijo entre exaltado y confundido.
—¿Aún no lo deduces? Pensé que eras más inteligente —le criticó el ángel, Ryan la miró de reojo sin entenderla y ella continuó:
—Puedo percibir claramente que fuiste bautizado en Dios. ¿No has sido educado en tu fe, acaso? —le preguntó entonces ella con un claro tono de reproche.
Ryan la volvió a observar por el espejo retrovisor, esta vez con fastidio, y no le respondió nada... por más bella que fuera la enviada del Cielo, él ya se estaba cansando de que lo maltratara tanto.
—Bien, te lo explicaré todo, está claro que te hace falta: esta ciudad es solo una muestra de como se encuentra el mundo entero. Estamos finalizando la segunda gran etapa del apocalipsis —aclaró así el ángel con condescendencia.
—¿El apocalipsis? —respondió Ryan incrédulo... la teología no era su fuerte, pero sabía lo suficiente como para poder afrontar el tema con bastante soltura—.
No me lo parece en absoluto...
Recuerdo que en la Biblia se habla de siete sellos, que se romperán; seguidos por siete trompetas, que sonarán; para dar lugar a siete copas, que se derramarán... y con cada uno de esos sucesos acontecerían terribles catástrofes que diezmarán a la Tierra entera y a la humanidad con ella.
Nunca entendí esas incomprensibles metáforas, creo que ningún exégeta lo hizo tampoco... y francamente no recuerdo que haya sucedido ninguno de esos tan anticipados cataclismos bíblicos.
—¡¿Incomprensibles metáforas, dijiste?! ¡Lo que profetizan los Sagrados Evangelios son hechos tan reales como mi propia existencia! ¿mis alas te parecen una simple alegoría, acaso? —le señaló ella visiblemente molesta—.
Lo que se le ocultó deliberadamente al hombre fue cuanto duraría cada uno de esos eventos y cuando darían comienzo —agregó y, bajando su tono de enojo, continuó:
—Cada etapa ocupa cien años... Los siete sellos se rompieron durante el transcurso del siglo XX, marcando así la primera fase.
Actualmente estamos en la centuria de las trompetas.
Ryan se quedó silente. A lo largo de toda su vida había visto los distintos desastres que asolaban a la humanidad y que parecían no tener fin sino solo empeorar, como las guerras, la destrucción del medio ambiente, con sus terribles consecuencias tales como enfermedades y hambrunas, y la creciente degradación social del hombre en todo nivel... y eso era ya moneda corriente para él; nunca había pensado que aquello fuera parte del fin del mundo, al fin y al cabo, eran elementos que habían estado presentes a lo largo de toda la historia, aunque en menor medida, y siempre los consideró como simples consecuencias del crecimiento exponencial y descontrolado de la población mundial sumado a un desfase entre la madurez y la evolución tecnológica de la raza... Cosas que con el pasar del tiempo seguramente se solucionarían solas.
—Siento pena por ti... veo lo ciego que has estado siempre; naciste en medio del apocalipsis y no pudiste ni siquiera reconocerlo.
Te contaré la cronología entera de lo acontecido y así entenderás como los arcanos vaticinios se fueron dando inexorablemente uno a uno —le propuso el divino ser y comenzó:
—Los primeros cuatro de los siete sellos fueron conocidos como los Jinetes del Apocalipsis.
El primer sello se rompió a comienzos del siglo XX y así el anticristo fue introducido —en ese momento Ryan la interrumpió:
—El jinete del caballo blanco, llevaría solo un arco y una corona... y así vencería, si mal no recuerdo.
—La corona señalaba su posición dominante y el arco sin flechas, insinuaba que aunque contara con armas que podían alcanzar los confines del mundo no las usaría, se impondría y conquistaría a toda la humanidad sin usar la violencia, pero mostrando su poder.
Años después, al romperse el segundo sello, partió el segundo jinete y ocurrieron las grandes guerras: la primera guerra mundial, la masacre más grande de toda la historia, puso fin a la belle époque, la última era de esplendor que conoció la humanidad... y luego la segunda guerra mundial, donde las armas creadas por el hombre alcanzaron su máximo desarrollo destructivo —contó ella...
—Guerra, el que monta al caballo rojo, a quién le fue dado el poder de quitar de la Tierra todo vestigio de paz haciendo que los hombres se matasen unos a otros.
Se le dio una gran espada... las armas nucleares —reflexionó Ryan y la enviada de Dios continuó:
—El tercer sello marcó el comienzo de las grandes hambrunas, las cuales lentamente continuaron diezmando a millones de una manera mucho más silenciosa.
Así, Hambre, montando su negro caballo, llevaba una balanza en su mano y cotizaba caro el trigo, mas no así el aceite y el vino. ¿Sabes cual es el significado de eso?
—Que la red económica entre los países comenzaría a colapsarse y continuaría de ese modo, con altibajos, durante años... implicando hambre, pobreza y miseria para el mundo entero.
Lo esencial se volvería caro y lo superfluo barato, así lo básico comenzaría a escasear, pero los lujos seguirían estando disponibles para todos —le contestó Ryan—. Aberrante e indignante... y aún falta el último, ¿verdad? Muerte.
—Correcto... Veo que sabes bastante mas que el promedio de personas sobre teología cristiana —le comentó ella en lo que fue su primer cumplido hacia él.
—Es que soy naturalmente curioso; mi religión siempre me pareció llena de muchos misterios y un gran simbolismo... No me alcanzó con lo que me enseñaron en catequismo cuando niño y fui autodidacta al respecto, he investigado muchas cosas con los años.
Así, sin pretenderlo, Ryan se ganó una pizca de respeto por parte del ángel, y eso era ya mucho... Ella prosiguió:
—El cuarto sello liberó entonces al jinete del caballo amarillo y consigo trajo plagas, más hambre y nuevas guerras que azotaron a la cuarta parte de la Tierra.
Fue entonces que el mal comenzó a tomar rápidamente el control de las distintas sociedades humanas y tras la ruptura del quinto sello el hombre perdió completamente el sentido común y con ello su rumbo hacia Dios. El hecho de ser justo y proceder con rectitud fue causa de condena y pesar... y la maldad comenzó a ser recompensada. ¿No te suena conocido esto último, acaso?
—Creo que yo nací por ese entonces, crecí viendo todo lo que me has contado hasta ahora...
—Y habrás visto como los terremotos y erupciones volcánicas se fueron intensificando al romperse el sexto sello, causando así terribles devastaciones por todo el planeta.
—Recuerdo ese pasaje: «el sol se oscureció como si se hubiera vestido de luto, la luna entera se tornó roja como la sangre...», esas serían las obvias consecuencias de grandes cantidades de humo liberadas a la atmósfera por volcanes —mencionó Ryan entendiendo como todo encajaba perfectamente.
—Finalmente, el séptimo sello dio comienzo a la segunda etapa: la centuria de las trompetas... las cuales desde entonces y a lo largo del todo el siglo XXI comenzaron a sonar.
—Las trompetas del final de los tiempos —mencionó Ryan pensativo—. Supe que cerca del cambio de siglo, entre el XX y el XXI, en diferentes partes del mundo comenzaron a darse una serie de numerosos reportes acerca de un extraño zumbido inexplicable, muy persistente, de baja frecuencia, y del que nadie sabía su origen... Inclusive fue grabado, vi algunos videos.
Algunos sugirieron que esas eran las trompetas del apocalipsis.
—Como puedes ver, las profecías no son tan metafóricas —enfatizó ella—.
Las primera trompeta marcó el comienzo de la destrucción masiva de las tierras cultivables y la vegetación del mundo entero.
—Fue por la agricultura a gran escala, ¿verdad? —preguntó él de manera retórica—. La desertificación del suelo causada por la indiscriminada tala de árboles y el uso de agrotóxicos cada vez más potentes terminó causando eso...
—Sí y cuando el hombre tomó conciencia de que el motivo de tanta devastación había sido él mismo, intentó detenerse, pero ya era demasiado tarde, su mezquindad y falta de conciencia se lo impidió, su estúpida avaricia primó más en su alma.
El alejarse de Dios sumado al daño hecho al medio ambiente fueron demasiado para él, ya solamente podía afrontar y sufrir las terribles consecuencias de lo que había hecho.
La segunda trompeta y luego la tercera marcaron la destrucción de la vida en océanos, mares, ríos y lagos...
Y la cuarta trompeta se hizo escuchar, señalando así el comienzo de lo que la humanidad llamó «los tiempos oscuros»; fue cuando la luz del sol se redujo aún más a causa de unas colosales nubes de polvo que recorrieron la Tierra sin cesar, eso terminó de diezmar a la poca vida vegetal que aún luchaba por subsistir bajo las duras condiciones ya imperantes.
—¡Un momento! Nunca escuché nada acerca de eso —argumentó Ryan desconcertado.
—Eso es simplemente porque tú no viviste durante esos años —fue la intencionalmente breve y muy extraña respuesta que le dio el ángel, quien, sin aclararle nada sobre eso, prosiguió relatando la devastadora y apocalíptica cronología:
—La contaminación continuó oscureciendo los cielos; sin la luz solar las plantas llegaron a un punto en el que ya no pudieron crecer al ritmo de antes y todos los ecosistemas del mundo comenzaron a tambalearse...
Fue entonces que la quinta trompeta trajo a un enorme meteorito que impactó en la superficie del planeta y eso no solo lo empeoró todo mucho más sino que también marcó el comienzo de la liberación de las huestes del averno, la cual sucedería en dos etapas diferentes:
Primero, fue una monstruosa plaga pandémica que puso a todo el mundo en una cuarentena tan estricta que no tuvo precedentes y que se extendió por cinco largos e interminables meses, durante los cuales las diferentes sociedades del plantea entero, sin distinción alguna, literalmente se paralizaron...
Tal y como se había anticipado en la Biblia, aquella no se trató en absoluto de una enfermedad con gran letalidad, de hecho, la mayoría de los afectados sobrevivieron, aunque la agonía que les causó fue algo indescriptible.
A pesar de todo, para cuando el confinamiento acabó la economía global ya casi no existía más, había sido prácticamente destruida hasta sus cimientos a causa de las medidas extremas tomadas por los principales gobiernos.
Luego, con la sexta trompeta, ocurrió la apertura de las cuatro grandes puertas del Infierno, las cuales lo conectarían directamente con la Tierra de los hombres...
El suelo de todo el planeta tembló, hubo réplicas durante días y enormes olas devastaron las costas, la geografía del mundo ya no volvió a ser la misma, hasta los continentes cambiaron su forma.
Desde esos pasajes infernales comenzaron de inmediato a surgir feroces y poderosos demonios: una horda que según los Evangelios suma doscientos millones, con la única misión de acabar con la tercera parte de la humanidad —en ese punto ella se detuvo y no dijo más...
Transcurrió entonces un silenciosos y dramático instante de tensión que sirvió para que Ryan dedujera el por que del mismo:
—¿Es donde nos encontramos ahora? —preguntó preocupado.
—Así es, y si no se le pone fin al apocalipsis justo en este punto los demonios se impondrán definitivamente, esclavizarán a todas las personas, se apoderarán de sus almas y comenzarán a absorber todo vestigio de vida del planeta con la única finalidad de fortalecerse más a sí mismos.
Solo le quedará al Cielo una última cosa por hacer entonces, la cual implicará la eliminación de todo lo que existe sobre la faz de la Tierra.
La séptima trompeta sonará, dando con ello comienzo a la etapa final del apocalipsis, la cual será el derrame de las siete copas de la ira de Dios, un período de devastación sin precedentes y que terminará en la gran batalla de Armagedón...
Ryan guardó un instante de silencio tratando de mensurar el tamaño del peligro al que se enfrentaba la humanidad:
—¿Qué podemos hacer para detener todo eso? Aún no está todo perdido... me imagino —dijo con timidez y titubeando.
—¿Ustedes? ¿Los hombres? ¡¿Quiénes se alejaron de Dios por cometer, al grado de venerar, a todos y cada uno de los siete pecados capitales?! —exclamó ella denotando, en tono de irónicas preguntas, su clara indignación con la humanidad y soltando a continuación una breve carcajada despectiva agregó:
—Nada... ¡Solos no pueden hacer absolutamente nada, sobradas pruebas han dado ya de ello!
Para evitar el fin del mundo, Dios, en su infinita misericordia, nos ha enviado a nosotros: ¡sus ángeles!, para intentar salvar a su tan amada creación del acabose total.
Eso es lo que intentaremos, cuando menos... si es que aún se puede.
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Editado: 30.06.2022