PLANO DE LOS HUMANOS.
ACTUALIDAD.
A las doce de la media noche, Barakiel puso su auto en marcha. Su única acompañante era la enorme luna llena que cubría el pequeño pueblo de Dangaron. Durante el trayecto no pudo dejar de pensar que era eso tan importante que Ragastra tenía que contarle y cómo es que había olvidado el no establecerse cerca de él. Resopló sonoramente y concentró toda su atención en la carretera, treinta minutos después aparcó el auto cerca de la entrada del bosque Romsey y bajó de este. Observó a su alrededor con cautela, y después de asegurarse que nadie lo hubiese seguido hasta ahí se adentró en el bosque. Hacía fresco y la luz de la luna era todo lo que iluminaba el lugar. Barakiel, apretó el paso para atravesar lo antes posible el bosque y se detuvo al llegar a la pequeña entrada de la cueva al pie de una enorme montaña negra. Volvió a observar a su alrededor y al corroborar que todo estaba bien se adentró en esta. Sacó su celular para iluminar con la lámpara trasera el oscuro, frío y estrecho pasillo y con dificultad siguió andando. Lo único que rompía el silencio era el sonido de sus pasos, continuó avanzando ligeramente encorvado hasta llegar a una intersección, ahí el camino se ampliaba hacia ambos lados, dobló a la derecha y tras siete metros aproximadamente llegó al lugar de encuentro.
Ragastra ya se encontraba en el lugar, llevaba puesto un vestido largo y un par de sandalias en color café las cuales hacían juego con el cinturón que acentuaba su esbelta figura. Barakiel rodó los ojos mientras se acercaba a esta. Lucía exactamente igual que la última vez que la vio hace cincuenta años, la única diferencia era que ahora llevaba el cabello en un tono rojizo a la altura de los hombros.
—Ragastra —saludó Barakiel, con voz fría.
—¡Barakiel! —dijo esta animada y se acercó apresurada a abrazarlo.
Barakiel se quedó inmóvil en su lugar, con el pasar de los años se había acostumbrado a no tener contacto físico con nadie. Segundos después, incómodo le devolvió el abrazo.
—Para qué querías verme, Ragastra —dijo mientras se separaba de ella.
—Directo al grano como siempre, ¿verdad? —la alegría en su voz, se esfumó al escuchar el tono de Barakiel—. Sabes, te noto más amargado, deberías comenzar a salir con alguien, ya han pasado casi doscientos años desde la muerte de Eanneliza.
Barakiel se tensó en su lugar y apretó los puños. No había venido hasta aquí para hablar de su vida amorosa y mucho menos para hablar de Eanneliza.
—No hablaré de eso contigo —dijo con voz amarga.
—No veo porque no querido, después de todo Eanneliza murió por tu culpa —dijo mientras encendía algunas velas para iluminar el lugar.
Con el pasar de los años Ragastra había comenzado a sentir un ligero resentimiento hacia Barakiel, en un principio sintió lástima por él por lo que su padre había hecho, pero conforme pasó el tiempo comprendió que su hermana seguiría con vida si no se hubiera involucrado con él.
—Es suficiente —dijo bruscamente, fulminándola con la mirada—. Si me has citado aquí para recordarme eso mejor me marcho —dijo girándose hacia la salida.
—¡Erefro! —dijo Ragastra, provocando que Barakiel quedara inmóvil de la cintura para abajo—. No te he citado aquí para eso.
—¡Ragastra! —gruñó molesto.
—Escucha lo que tengo que decir.
El ángel resopló malhumorado y asintió.
—Bien.
—¡Frava! —dijo, regresándole la movilidad a Barakiel—. Ahora escúchame —tomo aire y continuó—. Tu padre murió —soltó de golpe.
—¿Qué? —volteó a verla estupefacto.
—Tu hermano Herkiel lo ha matado —explicó.
A Barakiel le zumbaron los oídos. La ira que hasta ahora había estado reprimiendo explotó. Así no es como debían pasar las cosas, se suponía que él era quien mataría a Exul, la rabia aumentó dentro de él al recordar la sonrisa burlona de su padre después de asesinar a Eanneliza. Sin decir nada, pasó por un lado de Ragastra y comenzó a golpear la gran roca detrás de ella. Ragastra lo miró por el rabillo del ojo y dejó que este descargara su ira sin decir ninguna palabra. Lo entendía, ella se había sentido igual que él cuando se enteró, pero tuvo que mantener la compostura debido a que no estaba sola en el momento.
—Barakiel —lo llamó—. Sé lo que estás sintiendo, pero ese es el menor de nuestros problemas —agregó caminando hasta él—. Ahora que Herkiel ha ascendido al trono está planeando una guerra, quiere apoderarse del plano de los humanos.
Barakiel la miró como si hubiese perdido la cabeza. Eso era imposible, los ángeles reales tenían prohibido atacar a los humanos. En un inicio ángeles y humanos coexistían en armonía, incluso podían procrear entre ellos, pero no fue hasta que Exul se convirtió en rey de la tríada de R que esto cambió. Exul prohibió que los ángeles se relacionaran con los humanos para detener la mezcla de sangre, él quería que la sangre celestial solo existiera en los cielos. Después de eso, alteró la memoria de los humanos haciendo que estos recordaran a los ángeles solo como una simple historia y los ángeles tuvieron que ocultar su identidad. Pero jamás lastimó a los humanos, Barakiel nunca estuvo de acuerdo con la idea de no mezclarse, incluso había planeado que cuando él ascendiera al trono sería la primera cosa que cambiaría y eso era una idea que compartía con Herkiel, por lo que no creía que su hermano quisiera destruir a los humanos.