Alas Olvidadas. Encantus (libro 2)

Capítulo 7: Invierno

Capítulo 7:
Invierno

 

La reina de hielo accedió a recibirme después de meses de que las defensas expulsaron a la hermandad. En teoría se supone que todas las hadas traidoras cruzaron hacia el mundo humano, pero su majestad sigue aquí. Me gustaría saber por qué. Así como ella no se vio afectada por las defensas algunas otras hadas podrían seguir ocultas en Encantus, a la espera de algún cambio. Lo que comprobé ayer por la noche, entre la guardia de mi corte hay un traidor si es que no son más.

Un tema delicado que no pude exponer a primera hora con mi madre, puesto que se supone que hoy tenía que estar presente para algo así como unas medidas para mi traje de la ceremonia. Será difícil evadir mi ausencia si intento charlas con la reina, Zulay se vuelve intensa cuando no hago lo que quiere. Complacerla con lo de matrimonio está lejos de suceder aunque ella no lo quiera ver.

Salí del castillo antes de que cualquiera pudiera verme. Lyon se encontraría conmigo en los callejones de mercadeo de Nirvin. Sigue siendo tenso estar en la corte de invierno, pero después de todo se ha suavizado un poco el tránsito de hadas oscuras en las tierras heladas. Lyon ya debería estar aquí. ¿Qué tanto lo puede estar demorando?

—Lamento hacerlo esperar —miro sobre mi espalda.

El elfo oscuro ha llegado.

—¿Qué te retuvo en el castillo? —pregunto.

Caminamos a la par. Todavía nos queda atravesar el bosque helado que rodea el castillo de Gina. La reina a redecorado. Filosos picos emergen de la tierra entre cruzados como una muralla alrededor. No era así meses atrás. Es como si ella se hubiera encerrado dentro de su propio reino.

—Su hermana.

—¿Alguna mejoría?

Susej está poniendo todo su empeño en mejorar sus habilidades lo que es maravilloso. Necesito ver a Mafer y pronto.

—Vamos bien, he llegado sin problemas por uno de sus portales. Ahora tenemos que probar de ida y vuelta. Es lo que necesitas, ¿no?

—Sí. ¿Mi madre no se ha percatado de las prácticas de mi hermana?

—En lo absoluto. Estaba muy ocupada enviando a buscarte por todo el castillo. Al parecer te escapaste de algo muy importante —dice con muy sonriente.

Por lo menos a alguien le hace gracia todo ese espectáculo que está montando mi madre con ese compromiso.

***

El helado jardín de la reina es un extenso terreno cubierto de nieve, hileras de  pinos de todos tamaños con picos de hielo sólido colgando de sus verdosas ramas. La reina se pasea entre sus árboles, la extensión de su vestido se desliza sobre la nieve en un bonito tono perlado que se va ajustando a su cintura y moldeándose en su torso y brazos. Una tela que no puede mantenerla en calor, pero el frío no es algo por lo que la reina se preocupe.

Los guardias de invierno se detienen, y Lyon se queda con ellos mientras avanzo hacia ella.

—Gracias por recibirme su majestad.

—¿A qué ha venido príncipe Gerald?

Tan fría como la corte que representa.

—Estoy en búsqueda de respuestas.

—¿Qué te hace pensar que voy a dártelas?

—La misma razón que la hizo recibirme.

Asiente con el rostro inexpresivo. Si ella no quisiera hablar ni se hubiera molestado en responder mi petición.

—Pregunta —accede.

Me detengo. Esperaba un poco más de resistencia por su parte para hablar del pasado, a pesar de que Alfred me permitió conocer su versión de aquella noche se guardó más de lo que dijo. Gina parece estar dispuesta a decir lo que otros callan.

—Sus duendes secuestraron a muchos niños humanos hace meses. Nunca quedo claro que les ocurrió. ¿Dónde están esos niños? ¿Lo sabes usted?

No siguen con vida, de eso estoy seguro. Lo que busco entender es para qué los necesitaban los duendes, o la corte de invierno.

—Fue hace mucho tiempo ¿por qué importa ahora? —inquiere.

—Ninguno cruzo hacia su mundo, tampoco los he visto en Encantus. Las demás cortes no los han visto solo queda usted.

Asiente dándome la espalda, la reina no se ha detenido a mirarme ni un solo segundo.

—Entiendo. Esos niños murieron. No es algo que pudiera evitar. No tengo control de todos los duendes. Muchos de ellos son fieles a Arcadia y la hermandad —explica como si ella no fuera una de las principales responsables de que esos niños nunca volvieran a sus casas.

—¿Quiere decir que no tuvo usted nada que ver?

—¿Has venido a juzgarme, Gerald? —replica molesta.

—En lo absoluto. Pero no va a negarme que tenía conocimiento de lo que estaba sucediendo.

Ella se sienta en una banca debajo de un alto pino, su belleza parece estar cerca de volverle una flor marchita. Parece estar enferma.

—La muerte de esos niños fue un tributo a los olvidados —hace una pausa. Yo de inmediato regreso a las páginas de diario, los olvidados son mencionados allí. Los amigos de Maritza—. El principio del despertar de la bruja de la hermandad. Lo que intentan hacer es una aberración de la naturaleza, pero ya mis palabras no son escuchadas.




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