En la incertidumbre de aquellos días en la vida de Grace, ella encontraba alivio en una carta escrita por Pavel, y aunque en dicho texto se sentía el desasosiego que tenía, gozaba de las últimas palabras de su padre.
Acostada en su lecho la leía, poniendo toda su atención a cada párrafo:
«Hija, por mucho tiempo he cuidado de tus pasos, y sé que algún día encontrarás esta carta en uno de los viejos armarios de mi alcoba. Cuando eso suceda va a significar que yo ya no estoy contigo, de modo que tú tendrás que velar por tus pasos en soledad.
»Tan solo quisiera tener más tiempo, solo eso, un poco más de tiempo, pero al parecer esas bestias no me dejarán en paz nunca. Me seguirán a donde vaya, y lo peor de toda esta situación es que no sé qué ocurrirá de mí exactamente, lo único que sé es que estamos en peligro.
»Si algo me llega a pasar quiero que entiendas algo, fuiste y siempre serás una persona admirable. Serás eternamente mi orgullo, por ti seguía luchando desde el amanecer hasta la hora de ir a dormir, ahora quiero que tú sigas luchando, a pesar de ya no esté para acompañarte.
»Te advierto hija que esas cosas no entienden lo que para nosotros lo es todo, no saben de amor, no son capaces de comprenderlo.
»También debo advertirte que no son pocos, y no siempre estarán solos. Tienen un objetivo la cual es quitarnos nuestro hogar, pero nos ocuparemos de proteger y dignificar nuestras tierras.
»Me despido de ti deseándote lo mejor. Y recuerda, un corcel te estará esperando en el Alba».
Al terminar de leerlo, no se imaginaba lo que sucedía en una de las laderas, no solo una de esas bestias que Pavel había mencionado se estaba acercando a la humilde localidad, sino que lo hacían cuatro de ellos. Vestían con tela negra que cubría casi todo su cuerpo, y lo poco que se veía era su piel áspera con mucho pelo. Tenían la anatomía de un humano, pero más grandes en altura y peso. Cada uno de ellos eran transportados en grandes caballos negros que en la oscuridad de la vertiente tan solo se podían ver sus ojos blancos. Traían detrás de ellos una neblina que poco a poco cubría el barrio y entraba en las casas de los residentes.
Esta neblina era especial, no tan solo porque los seguía, sino que fue obra de un mago de naturaleza malvada quien hizo que adquiera la habilidad de desorientar e incluso derrumbar a todo aquel que la respire, lo malo es que solo funcionaba por un tiempo, por lo tanto tenían que hacer rápido lo que habían planeado.
Hubo un apagón, esto cuando Grace aún tenía la carta en la mano. Habían llegado a su destino. Junto a ellos se sentía la presencia de la muerte merodeando entre las viviendas que estaban a oscuras. Pronto esa neblina comenzó a invadir por completo. Las personas que a esas horas dormían, no se darían cuenta de lo sucedido, pues el efecto del hechizo no les permitió levantarse, puesto que esta era muy poderosa para que un ser humano la aguantase.
Oli no podía dormir. Mientras los minutos transcurrían él pensaba, le daba vueltas a todo lo acontecido en aquella jornada. No podía creerse las palabras de la chica, pensaba que sería una locura, a pesar de haber vivido en carne propia la terrible sensación de tener en frente a esa cosa. De repente, toda se volvió oscuro, el barrio fue devorado por la oscuridad y el silencio, esto último duraría poco, lo digo porque alguien le tocó varias veces la puerta, parecía que la persona que lo hacía estaba muy alterada.
—¿Quién es? —quiso averiguar el joven.
—Soy Grace. Abre la puerta, rápido —ordenó la muchacha.
Se apresuró para abrirla, la chica traía en su mano una linterna y en su cara una especie de máscara que le cubría la nariz y la boca. Oli no sabía lo que ocurría. La neblina ya cubría gran parte de su hogar, no entendía nada, por ello lanzó una pregunta:
—¿Qué está pasando?
—¡Póntelo! —exclamó Grace pasándole una máscara igual a la suya — Te ayudará.
—¿Qué es esto?
—¡Solo póntelo! —mandó nuevamente.
—De acuerdo, me apresuro —dijo Oli acatando la orden de su amiga.
Esta careta servía contra el hechizo, aunque no siempre es efectiva.
—Tienes que venir conmigo. Oliver, ellos están en busca de nosotros. Somos sus presas —aseguró la hija de Pavel.
—¿Hablas de esas cosas?
—Así es. Debo llevarte a otro lugar más seguro porque ya saben que vas a estar aquí.
—¿Y mis padres?
—No te preocupes por ellos. Tengo una buena y una mala noticia. La buena es que no les pasará nada, la mala es que esas bestias vienen por nosotros, por lo tanto debemos de escondernos.
El joven decidió creerle, a pesar de estar preocupado por sus parientes, tal vez lo mejor sería alejar a la maldad de ellos, y así aunque sea atrapado, se va a asegurar de que estén a salvo.
Este sería el momento en el cual podría confiar más en la adolescente. Pasar por algo así le ayudaría bastante a generar esa confianza para tener fe en sus historias que parecen sacados de un libro. Daba crédito a que si no les ocurría nada o no veían indicios de un verdadero riesgo, solo dejaría claro que estaba loca, del mismo modo, no iba a ignorar que él también estuviese falto de cordura.
Ya en la calle, pudo notar que en los domicilios no había ni un ápice de luz, absolutamente nadie se dio cuenta de esto, tan solo los dos jóvenes que corrían en peligro.
Apuntando con la linterna, le pidió a Oli que entrase en un terreno vacío que conectaba con unos maizal.