El sonido de metales chocando proveniente de la cocina me despertó. Decido bajar aún un poco adormilada, al llegar veo sobre la mesa la suficiente comida como para alimentar a un batallón, además de un caos instaurado, harina y utensilios sucios por todas partes.
—¿Papá? — pregunté con duda.
En ese instante él se asoma con una tarta de bayas recién sacada del horno.
Aunque desde luego no fue muy convincente, sus ojeras oscuras e hinchadas lo delataban, probablemente había estado llorando y sin pegar ojo en toda la noche. Me acerqué, quité la tarta de sus manos dejándola en la encimera y le di el abrazo que ambos sabíamos que necesitábamos junto con alguna que otra lágrima traicionera, estuvimos así por lo que parecía ser bastante tiempo. Luego de separarnos nos sentamos en la mesa enfrentados y tomados de las manos, se produjo un silencio que el pronto rompió.
—Hija, todo esto es muy difícil y no solo para mí, sé que para ti también. No logré dormir ni media hora y me pasé cocinando con todo lo que pude encontrar, supongo que es mi forma de lidiar con todo esto, sé que ella se fue en paz, a pesar de eso, me hará una inmensa falta.
—Lo sé papá, a mí también. Pero debemos confiar en que podremos con esto, además creo que a ella no le gustaría vernos así.
—Tienes razón pequeña, hoy te entregan tus resultados y estoy seguro de que te fue increíble, así que cuando vuelvas vamos a celebrarlo, hagamos que se sienta orgullosa de nosotros ¿ok?.
Asentí y preparamos todo para comer, al terminar me sentía a punto de explotar. Luego de limpiar todo, subí a mi habitación a bañarme; salí envuelta en una toalla y mientras me dirigía al armario me detuve frente al espejo observando mi reflejo, mi piel era de un tono rosa pálido que contrastaba con el azul intenso de mis ojos, definir el color de mi cabello sería imposible, los tonos rosas, plateados y celestes se entretejen formando la maraña desordenada que es mi pelo, cuando no le dedico suficiente tiempo a peinarme. Lo que siempre me causa una pequeña sensación de vacío es mirar mi espalda, en lugar de unas hermosas alas de plumas no hay nada; pero no dejo que eso me domine, me considero fuerte e inteligente y si juego bien mis cartas podré volar más alto que cualquier otro Ayeri, al menos es lo que mi madre siempre me dijo.
Al terminar de vestirme bajé a despedirme de mi padre, tomé mi aerodeslizador rumbo a la academia a buscar los resultados, a pesar de llevar varios años asistiendo siempre me asombra el gran tamaño del edificio, así como su arquitectura clásica, las paredes de mármol están llenas de detalles en oro, los pasillos son extensos y cada asignatura tiene su aula designada totalmente equipada con lo necesario.
Al llegar a la administración saludo a la señora Tannia, pese a ser mi supervisora ella siempre me ayudó a lidiar con todos los problemas que causaban mis compañeros, también intentó muchas veces convencer al director de que lo que yo sufría era abuso que mis compañeros no debían quedar sin castigo, sin embargo ese hombre nunca movió ni un dedo para ayudarme, no es que alguna vez lo haya esperado, después de todo es bien sabido que él maltrató a su esposa durante años, hasta que ella lo dejó; cuando la noticia corrió por los pasillos sentí una inmensa satisfacción.
Como esperaba los resultados fueron excelentes, luego de una pequeña conversación con la señora Tannia decidí dar un paseo por los pasillos aprovechando que la academia se encontraba vacía por las vacaciones de verano. Al pasar por el tablero de anuncios veo que solo hay uno colgado, me acerco a leerlo mejor y conforme avanzo me doy cuenta de que es un decreto real, se me forma un vacío en el estómago y con temor comienzo a leerlo
Decreto oficial:
Estimado pueblo de Aldarya:
El nuevo rey, Dimitri de Avarys ha decretado lo siguiente:
Larga vida al rey.
Sentí como ese vacío en el estomago aumentaba y mi garganta se cerraba, esta hoja de papel es la prueba de la locura del nuevo rey. Puedo pasar las pruebas teóricas, pero en las prácticas soy totalmente nula, moriré seguro. Traté de calmar mi irregular respiración y una vez que logré aminorarla lo suficiente volví lo más rápido que pude a casa.
Traté de abrir la puerta de un golpe seco, no tuve mucho éxito, eso indicaba que papá había salido, escaneé la tarjeta y pude entrar, dejé el aerodeslizador donde pude y subí a toda prisa a mi habitación en busca de la carta donde venía el acertijo que me dejó mi madre, la encontré dentro del cajón de mi tocador, volví a analizar con toda la calma que me fue posible conseguir, las palabras escritas.