10. La NO declaración de Cassie.
Especial Asher Black.
Asher
Mis piernas duelen, más exactamente, mi pierna derecha. Mi rodilla palpita por la actividad física que me encuentro haciendo o quizás solo es mi mente que se encuentra jugándome una mala pasada y me quiere hacer creer que palpita, cuando no lo hace.
Desde que comencé el año estaba esperando este momento. Hace una semana que comencé con los entrenamientos nuevamente, porque desde que comencé el instituto solo venía a las canchas y hacía ejercicios que el entrenador me mandaba, los mismos que seguía por el médico.
Pero hace una semana dejé de hacer esos ejercicios y comencé a correr realmente y hacer algunos pases con el balón. Este año podría volver a las canchas, si mi rodilla respondía con éxito. Algo que está sucediendo porque en la semana no tuve inconveniente alguno con ella.
Estaba recuperándome muy bien y volviendo a retomar lo que más amo hacer en el mundo; jugar fútbol americano. A pesar, de estar recuperándome no puedo olvidar por completo lo que él me hizo porque por su culpa mi rodilla se lesionó y tuve que dejar de jugar por un año entero, y si no fuese por mi fuerza de voluntad y mi rápida mejora, quizás este año tampoco podría haber comenzado a entrenar.
Cada vez que recuerdo lo que ese maldito idiota me hizo, más se multiplican las ganas de matarlo con mis propias manos. Jugó sucio y estaría mintiendo si digo que yo no lo hice, pero a diferencia de él, solo respondí a su juego. Estaba mal, lo supe después. Sin embargo, estaba cegado por el momento de furia y me comporté como todo un idiota, tal como él.
Terminé lesionado de la rodilla sin jugar un año y él sancionado sin un año de partidos. Al igual que yo, no podía jugar, pero los motivos eran distintos.
Después de ese suceso no lo volví a ver, pero sí escuché que está ansioso por vencerme este año. Él sabe que amo el fútbol americano y que no iba a soportar estar dos años sin pisar una cancha. Ahora él, espera por mí para ganarme y yo lo espero con ansias para no dejar que lo haga.
—Cada día me sorprendo más por lo fuerte que eres. Tú rodilla se está recuperando a la perfección, Asher —comenta el entrenador Jobs mientras revisa mi rodilla, dándole leves masajes con sus manos.
—Sí, entrenador. Todo gracias a los ejercicios de los médicos y sus consejos —confieso.
Él me observa.
—Ejercicios que antes no querías seguir —me recuerda.
Ruedo los ojos, pero es cierto. Estaba tan enojado con el responsable de mi lección, conmigo mismo y con todo el resto del mundo que no tenía ganas de recuperarme. Sin embargo, hay estaba el entrenador Jobs. Solo él supo todo lo que sufrí cuando me dijeron las siguientes palabras:
«Asher, no podrás jugar fútbol americano por un largo tiempo».
Largo tiempo que no tenía ni confirmado. Podía ser un año, dos o incluso más. Todo dependería de la fuerza de voluntad que yo tuviera para recuperarme y de mi cuerpo.
—Me siento bien volviendo a las canchas —confieso. Él deja mi rodilla y me observa con atención—. Era lo que más estaba deseando. Volver a jugar, sentir la adrenalina de este deporte. Volver a sentirme yo, que solo lo encuentro aquí dentro.
Él sonríe contento con mis palabras. Me vio crecer dentro de este deporte y sabe cuánto amo lo que hago.
—Estoy feliz de que así sea. Eres mi jugador estrella. Lo sabes, ¿no?
Asiento. Siempre me ha dicho que me convertí en su jugador estrella, un jugador estrella que llegaría muy lejos.
—¡Cuidado! —grita alguien, atrayendo nuestra atención.
Me giró para observar que sucede y me encuentro con el cuerpo de Cassie desvaneciéndose y cayendo al suelo, recibiendo un golpe en el trayecto. Corro sin pensarlo dos veces hasta llegar a ella. Sus ojos están cerrados, sus cabellos cubren parte de su rostro. La tomo entre mis manos y la cargo en mis brazos.
—Llévala a la enfermería, Asher —ordena el entrenador.
Sin más tardanzas comienzo a caminar con su cuerpo inconsciente entre mis brazos hasta la enfermería del instituto. La puerta se encuentra cerrada, sostengo a Cassie con uno de mis brazos y con el otro, tocó la puerta. Nadie responde, por lo que vuelvo a tocar con más insistencia que antes. Finalmente, la puerta se abre y dejo caer mi mano para posicionarla donde estaba antes; sosteniendo a la castaña.
—¿Qué le sucedió? —pregunta la mujer encargada de la enfermería con sus ojos puestos en la chica que cargo.
«Ni yo mismo sé que fue lo que sucedió».
—Se golpeó la cabeza con un balón —contesta alguien más por mí. Giró mi cabeza para encontrarme con Nicholas, uno de los jugadores del equipo.
La mujer se hace a un lado, abriendo la puerta por doquier y nos deja pasar. Me indica que la acueste en la camilla de la espaciosa habitación y eso hago.