Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.
Cuando John se despertó, desnudo, Alessandro ya no estaba a su lado. Algo muy curioso, era que las veces que se habían acostado juntos, nunca había logrado observar con claridad su cuerpo, pues a Alessandro le gustaba la oscuridad, y él, no tenía más remedio que respetarlo.
La habitación, que ayer Alessandro había desordenado con tanto ahínco, ahora estaba perfectamente ordenada, con todo en su lugar, la ropa, la maleta y los sobres y billetes que ayer estaban esparcidos por el suelo, habían sido limpiados sin dejar rastro, como si todo hubiese sido una ilusión de su borrachera.
Miró a su alrededor, la enorme cama central, y el perchero del que colgaba la ropa, todo como Alessandro lo solía tener. Cuidadosamente, rebuscó en los cajones, esperando encontrar las identificaciones falsas o el monto de los billetes, pero no encontró absolutamente nada, ni siquiera fue capaz de notar el doble fondo existente de estos.
Finalmente, dándose por vencido, y decidiendo que lo mejor sería preguntarle directamente a él, se levantó, cubriéndose con una sábana como si fuese una jovencita muy tímida y buscó su ropa, tirada encima de la alfombra mullida.
Su estómago gruñó, y esque eran al menos las doce de la mañana, por lo que miró la mesa de la pequeña cocina que Alessandro casi no utilizaba y vio un sándwich y una jarra de zumo natural sobre la mesa junto con algún tipo de medicación para la resaca.
Realmente Alessandro se preocupaba por él y eso le hizo suspirar aliviado.
Alessandro, en la floristería se encontraba envolviendo un ramo de flores, unas hermosas rosas rojas que en su envoltorio, mal hecho, parecían muy tristes y el señor que las estaba comprando lo notó mientras comentaba amablemente el poco talento que tenía el chico para ese oficio.
Cuando Alesaandro recibió la crítica, con su rostro inexpresivo despidió al tipo mientras se daba la vuelta para encontrarse con John de frente, ya vestido y aseado.
Este, parado de frente junto a las escaleras, caminó lentamente hasta ponerse enfrente del mostrador, en el lugar en el que antes, se encontraba el cliente insatisfecho.
-¿Y bien...?- John lo recordaba todo, borroso, pero las imágenes seguían en su mente, y de todas aquellas preguntas que se acumularon fervientemente, solo esa fue capaz de salir, con la intención de englobar todas las otras.
Alessandro no tenía ninguna intención de ocultar nada, ahora que el pastel había sido descubierto solamente tenía dos opciones:
Quedarse, o huir. Si se quedaba allí, era muy seguro el que Giovanni lo en encontrara con facilidad, y volviese a esos días del pasado, en su jaula llena de espinas y dolor placentero por la única razón de estar a su lado, que era suficiente para él.
Si huía de nuevo, estaría a salvo, pero ese gran anhelo que sentía por dentro, esas ganas de volver a verle, esa esperanza que aún albergaba su corazón, se esfumarían de nuevo, y esta vez, probablemente para siempre.
Acostumbrado como estaba, no era nada nuevo eso de esconder sus sentimientos en lo más profundo de su corazón, pero tras pensarlo durante toda esa noche después de tener sexo casual con su único amigo, se dio cuenta de que no quería seguir corriendo sin rumbo.
Si volvía a desaparecer de la nada, perdería esos dos años, esas pequeñas satisfacciones que había descubierto tardíamente en su vida, tras cruzarse con John, vivir la emocionante vida de un universitario o tratar de tener éxito a través de lo que le gustaba hacer realmente y no a través del derramamiento de sangre de toda esa gente a la que había matado en el pasado por Giovanni.
E incluso, había una pequeña esperanza, dulce-amarga de que él hubiese dejado de buscarlo tras tantos años de persecución.
-No me iré, tranquilo.-
Tras un minuto de silencio, Alessandro por fin le contestó, pero eso no era lo que John quería oír. No llevaba dos años cuidando a ese desastre de chico viviente para escuchar esa escueta respuesta de mierda que no revelaba nada.
-Cuentamelo, todo.- Su tono sonó más autoritario de lo que quería, eso sumado a su aspecto de alto ejecutivo por las ropas elegantes de la noche anterior, lo hacían parecer amenazante.
Alessandro suspiró y comenzó a resumir. Ese era su mejor amigo, no creía que él pudiese traicionarlo.
-Hace unos años tuve un problema con alguien muy grande, me vi obligado a escapar cobardemente, pero ya me he cansado. No huiré más, si él viene hacia mí, lo enfrentaré cara a cara.-
-¿Quién es?- John iba a hacer una llamada, no creía que fuese algo que su padre no pudiese solucionar. Él, el joven maestro de una de las bandas de gánsteres más grande de los EEUU, podría cargarse a cualquier persona en menos de un día mediante una simple llamada.
Alessandro negó con la cabeza, mientras murmuraba apoyado sobre el mostrador arreglando un par de claveles blancos.
-No podrías vencerlo ni aunque quisieras.- "Ni siquiera yo podría hacerlo", pensó.
-Mira Aless, nunca te lo he dicho pero, mi padre...- No pudo acabar la frase porque Alessandro le cortó, para añadir en tono monótono.
-Lo sé, pero una sola orden suya y una de sus personas podría acabar con toda la organización de tu padre.- "Además, no te dejaría poner ni un solo dedo encima de él." Añadió mentalmente.
-Esta bien, tengo que irme Aless, luego me pasaré a buscarte.- John, viendo que no iba a poder sacar nada ventajoso de aquella desventurada situación, se propuso adivinarlo solo, y con esa idea salió de la floristería.
John, se sentía agotado. Habían pasado al menos unas ocho horas, y su investigación sobre Alessandro no le había llevado a ningún sitio, ni siquiera moviendo la agencia de su padre. Este, era como un fantasma, cuya identidad era mentira.
Al parecer, alguien se había ocupado de limpiar muy bien los rastros de su vida. Y él ahí, enamorado, y terriblemente preocupado, con un ojo sobre el delicado chico, por sí en algún momento, sin que él lo supiera, este se hería o en ese caso, por si decidía escapar de la nada, aunque sabía que Alessandro era un hombre de palabra.