La noche lucía completamente estrellada. Los sonidos de algunas aves se oían a la lejanía, era más consistente el sonido de la cascada que tenía justo detrás de mí. Me encontraba arriba de una piedra, pues Naím me llevó a la cascada de Powerscourt.
—Encontré esto en la cajuela —me pasó una pequeña manta.
El frío era extremo, así que me la coloqué detrás de mi espalda y lo que sobró de la manta lo eché por encima de mis piernas.
—Fue mi culpa —soltó.
—¿Qué cosa?
—El que la novia de David los haya visto. Yo miré cuando ella iba subiendo y no la detuve.
—¿Por qué?
—No lo sé —suspiró—. No quería que te metieras en problemas, yo te juro mamacita que no quería eso, pero... tarde o temprano ella se iba a enterar, es mejor temprano que tarde.
—No es tu culpa —dije—. Fue mejor que se enterara.
—¿Por qué? —indagó.
—Jamás podría llevarme bien con ella.
—¿Te duele?
—¿Ah?
—Ver a David con alguien que no sos vos.
—No me dolió tatuarme unas alas en mi espalda ¿por qué tendría que dolerme algo sin importancia?
—El dolor externo es muy distinto al dolor interno —dijo.
—No lo conozco y no quiero hacerlo.
—Beba, ya no es como que puedas decir y luego escapar. Vos, ahora no podés salir de acá, ahora debes dar la cara por todo.
—Lo sé.
—Beba...
—¿Hum?
—No puedo quedarme acá —soltó.
—¿Por qué?
—Mor, tenés que comprender muchas cosas, ahora vas a vivir bajo el mismo techo que ese man.
—No entiendo.
—Beba, ese man logra muchas cosas en vos. Cosas que no comprendés, pero que debes prestar atención para descubrirlas, y si yo me quedo no sabrás para donde mirar, yo no quiero crear más confusiones.
—No hay nada que comprender.
—Sí lo hay beba. Ese man te cambia, te vuelve otra, pero al paso de los minutos, vuelves a ser indiferente con él. Eso es lo que tenés que descubrir. Todas las personas tenemos muchas caras mi amor, pero vos por él siempre tenés la misma.
—Solo lo uso a mi antojo y cuando no lo necesito lo boto —dije.
—Eso me queda más que claro, mamacita. Tu actitud, tus palabras, tus reacciones cambian. Pero tu mirada no. Vos mirás a ese man siempre de la misma manera.
—Me estás confundiendo y no estoy entendiendo nada —bufé—. Cara de gato, aquella vez te pedí que te quedaras, lo hice porque fue un momento de esos que a veces tengo, pero no es necesario que lo hagas. Yo sé que tienes una vida en Nueva York, por mi ni lo pienses, estoy tratando de buscar una manera para traerme a Nicky.
—Eso me deja más tranquilo, sé que ella estará siempre para vos.
—El problema es que yo no uso dinero de mi herencia para nada, mamá es quien paga mis estudios y pagaba mis gastos en Barcelona. Pero yo soy quien paga la colegiatura y los gastos de Nicole, y lo hago con lo que gano en las carreras de motos. Tú sabes que aquí eso es más complicado.
—Yo puedo encargarme de Nicole mientras buscás una manera.
—¿Harías eso por ella?
Naím negó.
—Lo hago por vos.
—¿Por qué tienes esa mirada?
—¿Cuál?
—Esa —señalé—. Nunca me habías visto así.
—No le pares bolas, beba. Mejor dime ¿qué pensás hacer?
—Lo único que sé es que no quiero ir a esa casa.
—No tenés que hacerlo ahora, vos podés quedarte en la mía hasta que las vainas se calmen.
Y así fue como pasaron los siguientes días. Abrieron el campus universitario y fui a pedir mi cambio de universidad. Había pedido mi baja por la página oficial del campus de Barcelona, y en dos días me enviaron todo lo que necesitaba para poder llevar mi solicitud de intercambio. No tuve ningún problema con la aceptación, pues el ser la hermana de Liam me ayudó mucho con eso. Claro, también las "aportaciones" generosas que mi madre le hacía al campus.
Las cosas entre Naím y yo siguieron como siempre. Salíamos, nos la pasábamos juntos y al final dormíamos en la misma cama. Hice algunas videollamadas con Nicole, le dije que debía quedarme y por supuesto que se puso a derramar cantidad de agua, aunque cuando le dije que estaba buscando una manera de que ella se viniera conmigo, solo dijo que comenzaría a empacar todos sus libros.
No había vuelto a Enniskerry desde aquella desastrosa cena de año nuevo. Tenía cantidad de llamadas perdidas por parte de mi hermano, de Leonel y claro, de mi madre. No tenía a la interpol buscándome porque Gabriela le dijo a mamá que yo estaba bien.
—¿Qué comemos? —preguntó Naím, el cual se paseaba por la habitación en bóxer.
—Primero cámbiate que no hace calor —demandé.
Que no se cambie, así luce perfecto.
Y esa vez apoyé a mi zorra conciencia, Naím desnudo es la obra de arte que Diosito hizo mientras estaba contento.
—Chicos, ¿puedo pasar? —Gabriela tocó la puerta.
—¡Estamos teniendo sexo! —gritó Naím.
Rodé los ojos y me levanté de la cama para abrirle la puerta a Gabriela.
—Pasa —le dije.
—Jul, preciosa. Solo quería saber si podemos hablar un momento a solas —remarcó la última palabra y miró a Naím.
—Claro —salí junto con ella de la habitación.
Gabriela me invitó a sentarme en el sofá de la sala.
—Jul, yo entiendo perfectamente el tipo de relación que llevan hace tiempo Naím y tú. Soy una persona de mente abierta y no juzgo lo que ustedes decidieron ser —soltó—. Sé que pueden vivir separados y cuando vuelven a verse no quieren separarse. Sé perfectamente que cada uno de ustedes decide sobre sus vidas y con quién involucrarlas. Lo sé porque yo soy la tapadera de ustedes dos, pero Carolina no los entiende, sobre todo a ti. Un momento estás con uno y en otro instante ya estás con el otro.
—No estoy entendiendo...
—Tu madre está desesperada Jul, se siente impotente por no comprender a su propia hija. Cree que no está haciendo las cosas bien y que no te está prestando la atención que te mereces.
—Es que yo no tengo porque explicarle lo que tengo con Naím —escupí—. ¿Para qué? si lo hago pegará el grito en el cielo como si ella no hubiera cometido errores.