Alfredo

22. Prioridad

Cuando llegamos al pueblo, luego de diez horas de viaje sin ir al baño o hacer paradas y tomando un atajo que no conocía, las casas eran las mismas, la gente era la misma solo que los niños y los bebés se veían un poco más grandes.

Después de todo han pasado seis meses desde que me fui.

Entre esas personas pude ver a Selena gritando por teléfono y algunas personas que fingían hacer otras cosas mientras estaban con la oreja puesta en los gritos.

Yo no escuchaba nada, las ventanas del carro estaban arriba y estaba encendido el aire acondicionado.

Tatiana estaba dormida, tenía la nariz roja al igual que el contorno de sus ojos, aunque se caminaba un poco al tener su piel morena. Le acaricié la cabeza con una sonrisa triste.

"Le diré a Eduardo que lleve a Tatiana a mi casa. Ven" Me señaló, antes de salir.

Cerró la puerta con cuidado, aunque estuviera bien de salud ya tenía más de ochenta años. Me bajé después de ella, sentí las miradas de los residentes del pueblo.

Ya sé lo que sentían los que venían por temporada, solo me fui por seis meses, no seis años.

Caminé detrás de la señora Fela, la única que se podía ir por temporadas de hasta diez meses y cuando volvían nadie le miraba mal. Bueno, después de todo es la hija del difunto fundador del pueblo. Bueno, no la hija del fundador, sino el dueño de las tierras.

En su poder tiene terrenos donde hay al menos cincuenta o más casas, pero ¿A dónde irá el dinero cuando muera? Nadie sabe además de ella.

 

El camino fue corto, pues ella solo vivía a cinco casas del comienzo del pueblo. Ella se ayudaba de un bastón que siempre llevaba consigo, no porque no pudiera caminar sin él, sino porque era más seguro para ella.

 

Cuando llegamos a su casa, humilde sin nada extravagante pintada de verde con una ventana al lado derecho y al izquierdo la puerta. Giré la cabeza para ver dónde estaba mi prima.

 

Edo la traía cargada. ella estaba durmiendo, tranquilamente, su pelo ya se había vuelto un nido de aves.

 

Al entrar, lo sentí como hace un año, cuando había entrado por última vez, todo estaba igual. Detenido en el tiempo, pues hasta limpia estaba.

"¿Cuanto tiempo estaré aquí?" Le pregunté, un poco decaído.

Era extraño volver, y más peleado con mis padres.

"Mañana, no puedo dejar que pierdas más de un día de clases" Me informo antes de dejar su bolso sobre una mesa "Vas a compartir habitación con tu prima" Añadió antes de marcharse

Levanté una ceja, estaba aseguró que la casa tenía tres habitaciones: La matrimonial, a la que sólo ella tenía acceso, a excepción de Selena quien se encargaba de limpiar toda la casa para tener un dinero extra al mes; La de su sobrino, que estaba por quién sabe dónde después de robarle casi cien millones de pesos, la que usaba para quedarse cualquier nuevo en el pueblo que no tuviera casa o mucha plata para pagar un hotel —Pero, claro, pedía un poco de dinero. Pedía para un mes pedía lo que un hotel pedía por solo una semana—; Y la última que era la de invitados.

A pesar de estar con cuya duda de porque no dejaba que tuviera una habitación para mí solo, deje que edo me guiara. Después de todo él ya debía saber a qué cuarto nos íbamos a quedar.

Llegamos al cuarto de invitados, como siempre que lo veía estaba impecable. Hasta parecía brillar, sin mencionar que a pesar de ser pequeña tenía un aire espacioso y cómodo.

Observe cómo Edo dejaba a Tati en la cama grande antes de salir y dejarnos solos.

A penas se fue Tati se levantó. Abrí los ojos un poco sorprendido antes de volver a mí mirada común.

"Has mejorado. Hasta me lo creí" Dije, en un suspiro.

Me senté a su lado, esperando que hablara. No lo hizo, de su boca no salió ninguna palabra.

Comenzaba a odiar, enserio, el silencio.

"No te ves como antes, Alfre" Comentó, sin aviso previo.

Ya no la conocía tan bien como hace seis meses.

"He crecido, Tati. Tú igual"

"¿Has tenido problemas, no?" Preguntó, de forma inesperada.

Ella me conocía a la perfección, justo como en el pasado, pero yo no la conocía. La niña con la que jugaba antes con mi pelo —Nada largo— o poniéndome pelucas para que pudiera hacerme de todo peinado, para terminar poniéndosela a su hermana mayor y tomarle fotos ya no está, solo había una niña sin sonreír, perdida en su mente.

Me sonrió, por un momento me deje engañar. No duró mucho.

No expresaba tristeza, angustia, miedo o cualquier sentimiento. Aún así sabía que sentía un profundo dolor. Así es una persona eccendesiasta.

"No sonrías. No me gusta" Pedí, con un sabor amargo en la boca.

Quitó su sonrisa. Tan fácil como la puso la quitó.

"Has lo posible en no estar solo. No quedes solo. La soledad es... agonizante" Dijo, con la mirada al suelo.

La miré, casi llorando. No sabía lo que significaba estar solo. Auto-convencer mi cerebro de que estaba solo.

"Yo..." Traté de decir algo para aliviar la tensión, por más fuera de lugar que fuera.

"Quiero dormir. Vamos, apaga las luces" Murmuró.

"Aún no son las ocho" Levanté una ceja, normalmente me dormía a las diez o más tarde.

"Faltan dos minutos, hay un reloj de pared detrás tuyo, apaga las luces" Se acomodó al lado derecho de la cama. no tardó en volver a cerrar los ojos y esta vez dormir de verdad.

Yo suspiré, temiendo lo que serían de mis pensamientos en el momento en que cerrara los ojos. ¿Me vendrían recuerdos? ¿Lograría dormirme rápido? ¿Tati podía hacer levantarse e ir a algún lugar cuando durmiera?

Me acosté al lado izquierdo de la cama, cerré los ojos para que mi mente jugará conmigo, poniendo la cara de Tati llorando hacen unos meses, vestida de luto. No tardó en hacerme otro juego, eta vez uno que claramente había ocurrido.

Estaba en mi habitación, la noche anterior, Manuel teníamos manos sujetadas, se notaba un poco nervioso. Levante una ceja, confundida ¿Qué planeaba hacer? Se acercó a mí rostro, quedando a una distancia peligrosa, muy peligrosa. Trago en seco cuando articula unas palabras, que no logro oír.




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