En punto de las 8 de la noche Mia ya está esperándome en su convertible, un modesto regalo de sus padres por no haber ido a un concurso de canto hace unos meses, sé que nosotros también tenemos dinero, pero en lo personal, no me gusta llamar la atención.
—Mira. —saca un bolso Gucci del asiento trasero reducido de su carro y me lo entrega.
—No tienes por qué regalarme algo así.
—Oye, ya lo hemos discutido, si nos ven juntas tienes que resplandecer junto conmigo, pero dime —baja sus gafas para ver mi vestido —¿negro con blanco?
—¿Qué tiene? —pregunto alisando un poco mi vestido.
—Amiga, eres un belleza andante, de verdad, no entiendo cómo te gusta esconderte detrás de esos colores.
—Que no tenga un logo visible que diga Gucci, no quiere decir que no lo es, así que ya vámonos y deja de cuestionarme.
Cuando llegamos a la casa, bueno, mansión de Rogelio ya se ve el ambiente desde la entrada principal, primero damos nuestros nombres en seguridad y después entregamos el carro al encargado de estacionarlos.
Caminamos por el pasillo de mármol hasta llegar a la enorme sala llena de gente.
—Ahorita vuelvo. —aviso a Mia quien inmediatamente se mezcla con las personas que ya están bailando.
Por mi parte, ver a todos sin las medidas necesarias me da ansiedad, estuvimos encerrados por 4 meses para que en un año se les olvide que aun luchamos contra un virus.
Salgo a un pequeño jardín de la parte de atrás para tomar aire puro de los árboles.
—¿Se encuentra bien? —una voz me sobresalta —lo siento no era mi intención —se disculpa.
—No te preocupes, estaba un poco distraída, pero si estoy bien es solo que.
—¿Qué? —pregunta curioso.
—Nada olvídalo, tengo que regresar a la fiesta.
—Si, bueno tenemos que empezar por las bebidas, organizar para que no se amontonen en la barra de tragos.
—¿Disculpa? —pregunto confundida.
—No eres Leslie.
—No, soy Clara Montaneros.
—Lo siento, mi jefa me dijo que Leslie estaría aquí.
Da vuelta en su propio para retirarse.
—Disculpa. —le llamo.
—Dime.
—¿De verdad mi ropa se ve mal?
El me mira detalladamente de pies a cabeza antes de dar su veredicto.
—Dudo mucho que sea de jerga tu vestido negro, discúlpame, solo que andaba un poco encandilado por las luces de adentro, tu estilo se ve muy bien.
—Gracias —sonrió apenada.
—Por cierto, soy Dylan. —extiende el puño para chocarlos.
—Así se debe de hacer, tu si entiendes —adelanto mi paso —nos vemos.
Regreso a donde esta Mia, quien al parecer ya se armó de valor y ahora no se despega de Christopher.
Por mi parte, decido acercarme al lugar de los tragos, donde sé que tendré un acompañante nuevo para esta noche.