Algo Mas Que Tú, Amor

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10 años atrás

La última vez que estuve aquí fue cuanto tenía 9. Ahora tengo 16 y este lugar no había cambiado casi nada, la casa de mi abuela seguía igual que siempre, antigua, tradicional, estilo Hanok. La única diferencia eran los grandes cultivos que había en el patio trasero, antes eran pequeños. Ahora abarcaban todo el terrero de atrás.

El olor a ramén empezó a flotar por el aire. Sonreí, mi abuela me consentía con mis platillos favoritos. Sería una buena cena. Aunque el sol aún estaba alto y calentaba como el infierno los trabajadores del campo de mi abuela ya se estaban retirando a sus casas. Pronto al igual que la llama de una vela. De un solo parpadeo el sol desparecerá y la noche estaría presente.

Sin ánimos de seguir sentada viendo a la nada. Estire mi cuerpo antes de ponerme de pie y salir hacia el campo de cultivos. Caminando a través de las parcelas de té verde respire hondo el aire que empezaba a tornase fresco. Mis padres siempre dijeron que un día yo y mi hermana seriamos dueñas de todo esto. La familia Sun siempre se ha dedicado a la agricultura. Desde sus comienzos éramos los mejores, las familias ricas pedían nuestra fruta, verdura. Todo lo que cultivábamos.

Ahora mis padres dirigían la empresa que la familia había levantado. Industries Sun Dynasty. Somos  los principales compradores de la mayoría de las producciones agrícolas de Jinju, y aunque poseemos varios campos propios. No fue suficiente cuando ya entramos al mercado de la distribución a supermercados dentro y fuera de la provincia de Gyeongsang.

Desde muy pequeñas mis abuelos nos enseñaron a amar la tierra que pisábamos. Cultivarla, aprovecharla, cuidarla. Uno de los mayores éxitos de la familia fueron los campos de Té verde de la abuela. En su juventud ella descubrió inocentemente como alejar a las plagas de los cultivos de forma natural. La falta de pesticidas hacían que las hojas de té se conservaras intactas con todos sus nutrientes, dándoles un aspecto y sabor muy diferente a cualquier otro visto.

Pero ese secreto milagroso solo lo sabía ella. Cuando mi padre tomo la empresa se lo traspaso a él. Creando las Gijeog bang-ul o gotas milagrosas, las cuales eran aplicadas al momento de la plantación y en diferentes tiempos del crecimiento del Té. Mi padre era el único que le agregaba el ingrediente final a la formula antes de darla por terminada. Cuando mi hermana y yo nos hagamos cargo sabremos cuál es ese ingrediente.

El sol se había ocultado por completo y ya había recorrido casi la mitad del terreno. Tendría que volver si no quería que mi abuela saliera a buscarme. Mire el cielo estrellado y cerré mis ojos. Había llegado ayer por la noche y hoy desperté tarde. Estuve casi todo el día hablando con la abuela acerca del colegio y de cómo se encontraban mis padres en Seúl. No he tenido oportunidad de verlo.

-Pensé que no volverías- escuche decir detrás de mí. Era él, reconocería su voz donde fuera aunque ahora sonara más profunda. Más madura. Gire sobre mis pies solo para encontrarme con esos hermosos ojos marrones que me miraban indiferentemente.

-Kim Eun Yeong. Ha sido un largo tiempo- dije mirándolo fijamente. Ya no era el niño de 8 años mimado que recordaba. Ahora era mucho más alto que yo, sus facciones regordetas habían desaparecido. Ahora tenía una bonita y varonil forma ovalada. Odiaba que su piel siguiera tan perfecta como la de su niñez, ni marcas, ni poros, ni acné. Era injusto. Sus cejas tupidas le daban rudeza a su rostro al igual que su mandíbula fuerte. Pero la forma llena de sus labios seguía igual. Así de serio como se encontraba. Daba miedo. Su rostro transmitía sentimientos de aburrimiento y desinterés.

- 7 años si te pones a contar- mordió su muy bien proporcionado labio inferior. Y sentí que mi respiración se quedó atrapada en mi garganta.

- como haz estado Eun Yeong- quise dejar atrás los formalismos. Que no nos hayamos visto en largo tiempo, no borraba todos los días de juegos y travesuras de la infancia que tuvimos.

- bien podría decirse- respondió mirándome fijamente. La camisa de franela roja que estaba usando estaba sucia de tierra al igual que los pantalones caqui. Su rostro estaba ligeramente sonrojado y sudado. Se veía cansado.

- ¿trabajas en el campo?- pregunté después de mirar detenidamente su aspecto.

- tu abuela me ofreció un trabajo de verano. Paga bien- en cada respuesta que daba era como recibir una bofetada. Cortante. Cansada. Irritada.

- ¿te molesta hablar conmigo?- pregunté sarcásticamente. Eun Yeong solo me respondió alzando su ceja derecha.

-¿Que paso con el abrazo y la limonada  de bienvenida?- Eun Yeong se movió hacia mí. Cuando estuvo a mi lado se detuvo. - ya no soy él niño estúpido que corría tras de ti  Hee Seon-jamás Eun Yeong había utilizado mi nombre completo. Siempre me llamaba Hee o Hyorin como mi abuela me decía.

-¿quién eres tú?-  pregunté dolida. Eun Yeong ya estaba a varios pasos lejos de mí así  que dude que me escuchara.

- Alguien que se dio cuenta de su valía cariño- grito tras de mí. ¿Dónde había quedado el dulce niño con el que corría los campos? ¿Dónde estaba ese tierno mocoso al que le di mi primer beso? Con un nudo en la garganta mire hacia la dirección donde ahora la amplia espalda de Eun Yeong seguía alejándose. Vi como rodeo la cerca que divida los terrenos. Se detuvo antes de terminar el último escalón de su casa. Saco su celular y al ver la pantalla sonrió. No era una sonrisa amable. Tampoco dulce. Era maliciosa. Conocedora. Aterradora.




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