Hee Seon
Eun Yeong se encontraba recostado sobre una Ford negra, vestido con un buzo de supreme y pantalones a juegos. Estaba tan inmerso en la pantalla de su celular que no se percató que estaba allí. Admirándolo de lejos.
Su cabello negro azabache le caía por sus cienes y sus labios formaban un mohín divertido. Sentí una punzada de celos. Que era lo que veía que lo divertía tanto. No soy tonta ni mojigata sé muy bien cuando los celos invaden mi mente. Aunque no lo quisiera y tratara de evitarlo no podía. Los celos empezaban a consumirme.
-Eun Yeong- lo llame. Inmediatamente levanto su rostro hacia mí. Su sonrisa se borró. Me miró con un semblante serio. Inescrutable.
-sube- ordenó. Pensé que después de su orden se iría al lado del conductor. Recibí una enorme sorpresa cuando abrió la puerta del pasajero y espero a que yo entrara. Agarre fuerte mi bolso y subí a la camioneta. Eun Yeong cerró la puerta suavemente para después rodear el auto y subirse a mi lado. Con su dedo apretó el botón de encendido. Sin mirarme salió del parqueo.
- ¿A dónde vamos? – pregunté seria. No dejaría que su frialdad me avasallara. Dolía igual que una quemadura con hielo, pero no se lo demostraría.
- Ponte esto- Eun Yeong extendió hacia mí un cubre bocas negro junto con una gafas oscuras. Los tome sabiendo el motivo de su pedido. Sería un mal momento para que alguien lo reconociera y me viera junto a él. Eun Yeong se colocó una gorra negra y unas gafas oscuras iguales a las que me prestó.
No pasé por alto el hecho de que no respondió a mi pregunta. No me arriesgaría a preguntar de nuevo y que su respuesta sea el silencio. No me humillaría de esa manera. Muchas luces y rascacielos se empezaron a mostrar en el horizonte, solo un lugar se veía así. Gangnam, nos dirigíamos a Gangnam-gu. No puedo siquiera imaginarme porque Eun Yeong me traería al lugar más famoso y elitista de toda Corea. Si el punto era que nadie lo reconociera, este no era un buen lugar para esto. Pero tampoco le haría ver ese punto.
Íbamos pasando la calle principal que se encontraba atestada de gente cuando marco el rojo. Nerviosa me hundí más en el asiento, tratando de que el capo del carro, los vidrios tintados y la oscuridad del auto me camuflaran completamente. Sentí como Eun Yeong me miro de reojo antes de seguir el verde y conducir recto. Pasamos muchos rascacielos, pero antes de terminar la vía principal Eun Yeong giro a la derecha y siguió recto entrando a una calle solitaria. Frente a nosotros se extendía un edificio de grandes ventanales de siete pisos.
El edificio se encontraba en un complejo pequeño donde a unos cuantos metros se encontraba otro edificio con la misma estructura pero con cinco pisos. Eun Yeong paro la camioneta cuando llego al lado izquierdo de la garita. Los guardias que se encontraban a un metro de distancia miraron la camioneta unos cuantos segundos antes de volver a mirar una pantalla que se encontraba dentro de su caseta. Eun Yeong Tomo una tarjeta color negra, bajo el vidrio y la ubicó en lo que parecía ser un escáner. Las rejas negras empezaron a abrirse automáticamente.
Eun Yeong condujo hacia el edifico más grande. Lo hizo hasta el lado derecho de este, donde las palabras parking estaban pintadas de blanco sobre un letrero verde. Entramos al subterráneo de cemento. Estacionó en el sitio que marcaba el número 3. Apago el motor. Se quitó las gafas y guardo la tarjeta negra que aun sostenía en sus dedos dentro de su bolsillo trasero. Se bajó del auto lo rodeo hasta llegar a mi puerta y la abrió. Tome mi bolso antes de apoyarme en la mano que me extendía para poder bajar. Cerró la puerta detrás de mí y empezó a caminar en dirección a los ascensores.
Resignada a su actitud idiota lo seguí. La misma tarjeta de antes la coloco en otro escáner más pequeño donde se dibujó un luminoso tres antes de que las puertas del ascensor se abrieran. Entramos y de inmediato una melodía clásica empezó a sonar por los altos parlantes. Mi pie empezó a moverse nervioso. Cada musculo de mi cuerpo empezaba a ponerse en tensión.
Cuando las puertas se abrieron fui recibida por un gran vestíbulo. Un candelabro colgaba del techo iluminando la estancia. En una pared había un gran cuadro que mostraba siete diferentes sombras de diferentes personas, o eso parecía. El piso de mármol sonaba con un ligero tic tac a causa de mis tacones. Eun Yeong dejo sus llaves sobre una repisa flotante de color gris oscuro que descansaba en el otro lado de la pared. Se miró durante unos segundos en el gran espejo redondo con filos dorados que estaba encima. Toco los girasoles que estaban en un florero color negro sobre la repisa y luego se giró para mirarme.
-sígueme
Toda la sala estaba decorada en colores grises y blancos. Los grandes ventanales tenían unas preciosas cortinas blancas del piso al techo. Los muebles en L eran de un color gris oscuro una mesa de vidrio con filos dorados iguales a los del gran espejo estaba ubicada en el centro. Una gran alfombra de color beige con diseños dorados se extendía por el piso. Frente a los muebles una enorme estantería de madera gris oscuro se extendía por toda la pared. Estaba llena de libros y pequeños adornos dorados. En el centro una gigantesca pantalla negra la dividía. Este lugar era muy lujoso podía saberlo solo con mirar el resto de la decoración.
-¿ahora si vas a decirme dónde estamos? – pregunté cansada de estar en la ignorancia. Aún seguía mirando los libros de los estantes. No quería mirarlo a los ojos. No quería enfrentarlo. No quería que esto fuera real.