Algo tan bonito como tus ojos

2| Ojos bonitos


El sentir celos por un chico, era totalmente normal, pero el hecho de estar resentido con Viviane por su nueva amiga Cassandra, era sin duda algo bochornoso.

La pelinegra me había dejado plantado en nuestro día de películas por salir de compras con su nueva amiga. Una pelirroja que era nueva en el vecindario y le había pedido ayuda a mi amiga a encontrar una tienda de víveres cercana hace una semana, y ahora ya eran amigas. Tanto que hasta me cancelaba los planes.

Lo siento, Deyner, pero prometo recompensarlo. ¿Nos vemos hoy en tu casa? Llevaré chocolates. — había escrito por mensaje una hora antes de nuestra cita.

Le respondí con un okay y procedí a arreglar mi habitación, puesto que estaba hecha un desastre y estaba seguro que si Viviane veía mi cuarto asi, se pondría a arreglar hasta los cajones de mi ropa antes de poder hablar siquiera.

Metí ropa a lavar en la lavadora y esperé a que el reloj marque las cinco de la tarde para recibir a mi amiga.

— ¿No ibas a salir? — preguntó mamá desde el mueble mientras revisa su celular.

— Cambio de planes; Viví vendrá. — respondí.

Ella sonrió de forma pícara. Volteé los ojos. — Bueno, yo estaré en casa de la vecina para que ustedes se diviertan libremente. — dijo para luego guiñar un ojo.

— Ella solo me ve como un amigo y ya.

— Por ahora. Ya verás que después verá al chico tan guapo que tiene en frente suyo.

La quedé mirando y sin decir otra palabra me dirigí a mi cuarto. Abrí la aplicación de COD para entretenerme hasta que la pelinegra llegara.

Estaba a punto de terminar la partida; me encontraba a décimas de ganar y en eso se abre la puerta de mi habitación abruptamente.

— ¡Sorpresa! — Exclamó Vivi mientras entraba con una bolsa de compras guindando de su brazo izquierdo.

Se veía deslumbrante. Su cabello estaba suelto en gran parte mientras que en la parte frontal lucía una trenza en forma de diadema. Su rostro estaba maquillado y el delineado negro en sus ojos resaltaba el color de estos.

El sonido del celular me trajo a la realidad dándome a notar que había perdido.

— ¿Qué haces? — preguntó acercándose a mi luego colocar el pestillo a la puerta. 

Realmente nunca hicimos aquello con segundas intenciones. El ponerle seguro a la puerta era masque una costumbre. No nos gustaba ser interrumpidos, aún cuando solo estábamos haciendo tareas o simplemente hablando.

Miré sus piernas desnudas con detenimiento y noté un raspón ligero en la rodilla derecha, uno que no había visto el día anterior. — Estaba jugando COD. ¿Que te paso ahí? — señalé.

Ella miró el lugar y sonrió — Intenté agarrar una caja que estaba encima de mi armario y me rasguñé con el manubrio de la puerta. — explicó — Ya sabes los problemas que me ocasiona mi estatura.

Asentí en forma de entendimiento y le invité a sentarse a mi lado. 

— ¿Quieres hacer karaoke o vemos una serie en Netflix? — preguntó cogiendo el control remoto.

La miré sonriendo al ver la ironía de la situación. Ella era la invitada y parecía como si estuviera dirigiendo todo y yo estuviera de visita.

— Hay una nueva serie llamada La Casa de Papel. ¿La vemos?

— Sí, suena bien. — respondió ella.

Viviane se sentó en la cama y procedió a quitarse los zapatos deportivos para luego acostarse a lado mío. Pasé mi brazo al rededor de su hombro y le pusimos play a la serie.

— También traje chocolates y papas. Están en el bolso. — habló.

Me puse de pie y me dirigí a la silla en la que ella había dejado sus cosas y saqué la funda en la que había lo que ella mencionó junto con un paquete de toallas sanitarias.

— Oh, eso es para mañana. — dijo riendo.

— Pero no has comprado pastillas para los cólicos. — afirmé luego de revisar la funda por completo.

Ella hizo una expresión de angustia dándome la razón.

— Mañana a salir del colegio las compramos. — ofrecí y ella asintió.

Me sentía orgulloso de conocerla tanto y que ella me brinde la confianza de decirme cómo se sentía en aquellos días difíciles para ella. Más que todo porque, pese a que yo no era mujer, la complacía en todo y me desesperaba de verla llorar todo el día.

— Eres mi héroe. — dijo.

Y lo seré siempre.

Vimos la serie por tres horas y cuando el reloj marcaba las nueve menos cuarto de la noche pegué un brinco al recordar que Vivi solo tenía permiso hasta las ocho y media. Nos habíamos pasado con quince minutos.

— Mi mamá me va a matar, Deyner. — comentó angustiada.

— Tranquila, yo habló con ella y le decimos que comiste en mi casa. Que por eso demoraste.

— ¡Y luego qué como!

— No sé. Ahí te comes algo en el camino. — Respondí.

Su casa quedaba a dos cuadras de la mía y mientras caminábamos hacia ella, Viviane engullia un sanduche de atún que preparamos rápido en mi casa.

Al estar en casa de ella los nervios volvieron a aparecer. Miré mi reloj de mano y este marcaba las nueve en punto de la noche. Toqué la puerta con los nervios a flor de piel.

Quien apareció detrás de la puerta fue Jeff y tenía el ceño fruncido. Parecía enojado.

— Buenas noches, señor. Vine a dejar a Viviane. ¿Está la señora Ashley? — pregunté.

— No, salió a comprar. Gracias por traerla, muchacho, pero estas no son horas para que ella llegué a casa. Hay reglas y tiene que respetarlas.

Me sentí sorprendido del tono con el que me habló. Miré a la pelinegra y está estaba mordiéndose el labio con fuerza.  

Ella me estaba ocultando algo.

Sentí la rabia invadir mi torrente sanguíneo. ¿Quién se creía el para hablarme así o ponerle reglas a Vivi? Para eso estaba su mamá y su papá, aunque este último solo llamaba una vez al mes.

— Entra antes de que tú mamá llegué. No imagino lo decepcionada que ha de estar después de ver qué su hija anda a esta hora vagando. — agregó y no pude callarme.

Le miré desafiante y hablé — Ella no estaba vagando. Estaba en mi casa, viendo una serie conmigo. También comió ahí. Mi mamá estaba en la casa, ella puede decirle. Solo no le voy a permitir que se refiera así a ella.




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