Desanimado, el cernícalo continuó rumbo a la ciudad. Sobrevoló los tejados yendo a posarse sobre un árbol del parque. Un perro, que jugaba entre las raíces, dejó su pelota atraído por el recién llegado.
—¿A qué viene esa cara, cernícalo?
—Estoy buscando a mi amigo Dac, el dhole.
—¿Dhole? ¿Es una raza de perro? —preguntó, extrañado.
—No. Ni un zorro, ni un lobo, aunque se parezca. Es un dhole.
—Pues lo siento, porque no lo he visto —agachó las orejas, cabizbajo—. Parece que es un amigo muy especial para ti.
—Sí, lo es. Y me apena descubrir que nadie más sabe de él. Pienso que, si desaparece, todos los demás animales habrán perdido la oportunidad de conocer a alguien tan único.
—Eso sería muy triste. —Suspiró, apenado—. A veces escucho a mi humano hablar de animales que se han extinguido, y él también se lamenta. Espero que lo encuentres pronto, y que los demás puedan conocerlo antes de que sea demasiado tarde.
—Y yo. De lo contrario, ni siquiera sabrán que han perdido a un gran amigo.
—Se me ocurre que, si hay alguien que puede saber sobre dholes, es el elefante más viejo de la reserva. Pregúntale, ha conocido a muchos animales a lo largo de los años, ¡y tiene muchos!
—Gracias, perro. ¡Eso haré!
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Editado: 12.04.2024