Dylan no perdió el tiempo tampoco al día siguiente. Candice lo esperaba con maletas para ocupar ahora el lugar de su nueva compañera de casa. Se sentía el hombre más feliz, aunque el más miserable de todos, ni siquiera habló con Gisselle, cuando regresó a casa encontró cajones vacíos y el aroma en el aire de la que un día fue su esposa.
Ahora Gisselle se encontraba sola, o casi sola. Ya que además de su ropa y sus lágrimas junto con lo que le quedaba de dignidad, también estaba Jules, su ama de llaves y la única persona que sabía todo lo que pasaba en su matrimonio y el único hombro en el cual lloró más de una vez.
—Todo estará bien, mi señora—Le dijo Jules a Gisselle mientras desempacaba su ropa. Jules era una mujer de 40 años, indocumentada de la India que conoció una noche mientras venía de cenar con Dylan. Habían visto una mujer que estaba durmiendo bajo la lluvia y tanto Gisselle como Dylan la acogieron hace tres años atrás, convirtiéndose en su más fiel servidora.
—Lo sé, Jules—Dijo Gisselle, frotándose el vientre plano—Tendré que hablarle a Madeline y decirle toda la verdad, ya no puedo seguir mintiéndole a mi hermana.
—Lo que usted necesita es descansar—Le aconsejó—Venga a la cama que ahora mismo le preparo algo de comer, el apartamento es pequeño, pero servirá mientras el bebé llegue.
Gisselle sintió una punzada en su estómago. Había salido a alquilar un pequeño apartamento en el centro junto con Jules. No contaba con mucho dinero, y todavía faltaban dos meses para que la boutique empezara a operar y su vida tuviera un giro normal.
Esa misma tarde llamó a su hermana, quien siempre se encontraba fuera de la ciudad. Después Gisselle recibió varias llamadas de su ahora ex suegra, quien le brindó todo su apoyo y que tanto como ella como sus hijas, hermanas de Dylan junto con su padre, estaban devastadas por la nueva decisión que Dylan había tomado de la noche a la mañana.
—Voy a estar bien—Dijo casi en un susurro—Continuaré con mi vida como él seguramente ya continuó con la suya.
—Lo siento mucho, querida. —Dijo entre lágrimas, la mujer que había sido como una madre para ella también—Estaremos aquí siempre que lo necesites.
—Gracias, pero estaré bien.
Al día siguiente Gisselle nuevamente estaba llevando sus maletas, para lo que ahora sería su hogar.
La casa de su hermana Madeline, quien se ofreció a ayudarla, no sin antes maldecir a todo pulmón a su ex cuñado replicando que jamás le gustó su cara de arrogante.
Gisselle después de escuchar a su hermana desahogarse le dio la noticia de que estaba embarazada.
—¡Lo voy a matar! —Le gritó por el teléfono—Te juro que lo haré.
—Madeline, por favor él no sabe nada de mi embarazo.
No solamente Gisselle estaba ocultando su embarazo de todo el mundo, excepto de Jules y su hermana, sino que también de su ubicación.
Nadie sabría, ni siquiera al que era su mejor amigo, ya que empezaba a rechazar las llamadas de éste, solamente respondiendo con mensajes de texto diciéndole que todo estaba bien, que necesitaba estar sola.
Mientras la vida de Gisselle continuaba con su embarazo y los meses pasaban, ahora contaba con una nueva y feliz rutina y era trabajar desde la casa de su hermana en sus diseños, su boutique era todo un éxito y estaba ya en planes de abrir otra tienda en las afueras de Londres, donde ahora se encontraba.
Por otro lado la vida de su ahora ex esposo no era la misma. Pensaba que sería todo un cuento de hadas, uno que una vez vivió y experimentó con Gisselle. Pero la vida da muchas vueltas y Candice resultó ser todo lo contrario al pequeño paraíso lleno de pasión y lujuria. Los primeros meses fueron como todo pecado, exquisito al comienzo y empieza a cobrártelas mientras pasan los días y meses.
A diferencia de Gisselle, Candice era una mujer muy diferente, no solamente en la cama a pesar de cumplir cada fantasía de Dylan, no era atenta como mujer, cariñosa o una mujer de hogar esperando por su marido.
En su caso se la pasaba de compras todo el día, después de que había presentado su renuncia debido al escándalo de la ruptura de su jefe.
— ¿Me ayudas? —Le preguntó Dylan a Candice desde el espejo mientras peleaba con su corbata, y por un segundo el rostro de Gisselle vino a su mente.
—Nunca he hecho una—respondió sin sentido de culpa, aquello hizo que el corazón y el estómago de Dylan se sacudieran y se acordara de su dulce ex esposa que le ayudaba casi todas las mañanas, soñolienta y desnuda a hacer el nudo de su corbata.
Eso hizo reír a Dylan y decidió mejor no ir a trabajar ese día con corbata.
No solamente en eso Candice fallaba en el hogar que ahora compartía como su mujer, sino que también la casa se mantenía en completo desastre, la cena nunca estaba hecha, pero eso sí, ella siempre estaba lista para acción de cada noche, algo que estaba empezando a irritar a Dylan sin darse cuenta y hacer comparaciones entre ahora su nueva mujer y su todavía esposa, Gisselle.