¿alguna otra pregunta amor?

Capitulo uno


Cuando a un niño le preguntan que quiere ser de mayor este instantáneamente se le iluminan los ojos y responde con la mayor alegría del mundo, esa es la inocencia. A finales de mi onceavo cumpleaños los doctores con batas blancas me preguntaron sobre si quería una operación de corazón o que este dejará de latir para el resto de mi no vida, para una niña de 11 años lo normal sería asustarse y largarse a llorar en las faldas de su madre, siento que ahora hubiera dado lo que fuera por hacerlo.

Mi madre se preocupó aún más de mi estado cuando leyó un folleto sobre la salud mental adolescente (lo más preocupada que puede estar una madre cuando tu hija está al borde de la muerte) y suspuso que sufría de un trastorno afectivo estacional, probablemente porque nunca salía de casa a menos que fuera para ir al hospital o que pasaba mi juventud en cuatro paredes viendo la misma película de siempre y con una pijama vieja de perritos, no le dedicaba importancia a mi apariencia y la mayor parte de mi tiempo a jugaba ajedrez sola.

Normalmente en todo estudio de doctorado se incluye la depresión y/o tristeza como uno de los síntomas psicólogos que influyen en cualquier enfermedad contrarreloj. Sin embargo nadie puede definir la "depresión" como un síntoma, más bien como una muerte en vida que trata de hundirte en la oscuridad. (Aunque ya estamos hundidos. La verdad casi todo está ahí) Pero según mis padres era necesario hacer un examen para que esta enfermedad no llegase a más, así que contra mis regaños me llevaron con el especialista del hospital central de la ciudad, el doctor Francis, que me traicionó al estar de acuerdo en que mi estado de ánimo estaba lamiendo el suelo, que debía convivir con más gente de mi edad y  además debeía hacer alguna otra actividad extracurricular que no sea dormir hasta el medio día. Y el unico puesto vacante en el que aceptarían a una persona como yo, era el centro del aprendizaje.

Ayudar en la biblioteca era deprimente ¿por qué era así? De eso se trataba hundirse en la oscuridad.

Me reunía cada jueves por la tarde en frente de un portón negro con la señora Peppers, la bibliotecaria y la única persona que se atrevía a mirame a los ojos sin lástima, no hablábamos mucho, solo lo necesario, como las reglas del silencio, el orden alfabético de cada libro de su respectiva estantería y todo ese embrollo literario.

Eventualmente a la biblioteca asistía un grupo de adolescentes de algún colegio cercano que se sentaban en el centro de las mesas con unos cuantos libros de "no se quemientras conversaban o jugaban entre ellos, ganándose una reprimienda de Briggite (como le gusta que la llamen) y más trabajo para mí. Así funcionaban las cosas: los cuatro o cinco chicos y chicas que conformaban el grupo traían comida escondida en sus mochilas, se sentaban en círculo y conversaban sobre temas que no me interesaban. Música o chicos guapos no eran lo mejor a mis dieciséis años de vida con el Síndrome de Brugada, una enfermedad genética que produce una alteración en la producción de proteínas cardíacas, en otras palabras una bomba de tiempo.

Para no sentirme tan sola el sobrino de Briggite me acompañaba cada jueves con un paquete de caramelos en el sótano de la biblioteca en los espacios libres de mi hora de turno, Lucas me contaba sobre sus experiencias adolescentes y que con solo dieciocho años había tenido sexo con una chica mayor en un club de su barrio, que casi lo matan en un tiroteo en la frontera y que ahora está aquí, en un sótano días antes de cumplir diecinueve, todo un idiota sin empleo ni una meta en su vida, adicto al alcohol, con malas influencias, que a paso lento vive en el cobertizo polvoriento de la casa se sus padres y con una chica con pocas probabilidades de que su alma sea generosa y se vaya para siempre.

!ALGÚN DÍA IREMOS POR UNAS COPAS!

A veces pienso que mi amigo no sabe la definición de enfermedad mortal.

Para ser justa con mi tiempo laboral, debo decir que también nos dejaban poner música electrónica cuando no venía nadie a devolver alguna enciclopedia o a dormir en los muebles. Amaba escuchar en esos momentos Beautiful Thing de Grace Vanderwaal, aunque la mayoría de esos instantes Briggite pasaba callándonos por hacer de la sala de conferencias un concierto de pop/rock. La mayoría de esos recuerdos se quedarían conmigo, porque los tres sabíamos cosas y una de ellas no sería tan fuerte para soportar lo que viniera.

(Esto implicaba a que ciertas ocasiones mi único amigo perdiera la cordura en el alcohol, se que suena estúpido que alguien se arruine la vida por otra persona, pero es como cuando te dicen que vas a perder algo que de alguna manera ya vas convirtiendo tuyo, pongamos un ejemplo: Si una persona tiene una manzana podrida y una buena normalmente elegiría la buena y jugosa manzana olvidándose de la otra, por otro lado si la manzana podrida contiene algo que esa persona quiere con todo su ser querrá la manzana mala 《No pienso dejar que una absurda manzana me rompa》 Yo sería esa manzana)

Lo único negativo de mi trabajo en la biblioteca era los grupillos de adolescentes hormonales que se escabullían en los rincones más oscuros de los pasillos, sin duda alguna era lo más asqueroso. Lucas me explicó una vez que para algunos hombres era sexy hacerlo en una estantería, por la adrenalina y todo ese rollo, no creo que lo sea, más bien si yo fuera un hombre no creo que mi aparto sexual se excitaría de esa forma por ver a cientos de libros con mucha información e imágenes de señores que ni siquiera conozco viéndome como un relaity de temporada. No es para nada sexy.



#50001 en Novela romántica
#13188 en Joven Adulto

Editado: 17.02.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.