Blidder. Nunca había oído hablar sobre este lugar, lo que me dejaba con una intriga. Jack me llevo con una mujer, algo mayor que yo, llamada Anitt, ella me dejo sola en una habitación enorme, pero enorme en verdad. Mire a mí alrededor, todo era de color dorado y blanco. Con razón Corte Luz, me acerque a la cama, era redonda y se veía cómoda. Sin pensarlo me arroje sobre ella, se sintió aún mejor que recostarme en el césped y los tulipanes.
—Tía esta va por ti— me puse de pie y comencé a saltar. Ella nunca me dejo hacer esto, pero ahora no estaba aquí. No estaba aquí. Resonó en mi mente y pare de saltar. ¿Cómo vuelvo? ¿Le pido ayuda a estas criaturas raras? ¿Confío en ellos? Mis pensamientos fueron interrumpidos con el abrir de las puertas. Entro Anitt con una caja y me miro sobre la cama. Su cara era de pocos amigos.
—Le traigo este vestido— abrió la caja—. Antes de que se vista, vaya a darse un baño— me ordeno.
—Seguro, pero... ¿Dónde está el baño?
—La puerta dorada, ese es— me señalo, había tres puertas doradas en toda la habitación.
— ¿Cuál de las tres?— dude y ella me miro como si mi pregunta fuera estúpida. Lo era, sí, pero ¿Cómo sabía a qué puerta entrar? ¿Y si entraba a una donde no debía? No me arriesgue.
—La segunda— aclaro y sin más, dejo la habitación. Baje de la cama y camine hacia la segunda puerta. Me dolía la cara, el rasguño era profundo. Abrí la puerta y sin duda, este era el mejor baño que había visto en mi vida. Una tina gigante de dónde provenía un gran vapor, redonda que caía hacia el vacío. ¿Dónde iría esa agua? Me acerque para ver, no vi un fin, por lo que dictamine que era profundo sin dudas. Me aleje del borde. Seguí observando el baño gigante, retratos ¿Quién quiere retratos en un baño? Qué unos ojos tétricos te miren; mientras te duchas. Eso sí era raro. Me quite el vestido, estaba totalmente andrajoso. Si mi tía lo viera, me mataría, me desprendí el corsé y por fin pude respirar. Luego los zapatos. Me sumergí sin pensarlo en el agua, después de este día necesitaba relajarme. Me puse a repasar y comprender todo lo que había sucedido.
Bueno, primero fuimos a la fiesta, después me aleje por el laberinto y escuche la voz. La voz, todavía no sabía de quien era. Luego fui al bosque, vi un ratón, lo seguí y me llevo más adentro. Llegue al portal, lo cruce y ¡Pum! .Estoy aquí no sé cómo. Y sin mencionar lo que paso con la criatura de pies-manos que me persiguió y la cuerda; ¡Qué día, maldición!
Salí de la tina, no quería pero me esperaban. Busque con mi vista una toalla, no había ninguna. Demonios.
— ¿Ahora cómo me seco?—me musite a mí misma. Di vueltas buscando algo que ayudara. Volví a mirar hacia el frente y aparecieron toallas. Me quede helada.
—Eh, ¿hola?— mire mis alrededores. No entendí nada, fui por una toalla y me cubrí, ¿Quién fue? No estaban allí antes. Bueno, al carajo. Salí del baño de ensueño y me acerque al vestido. Era de un color rosa claro. Odio el rosa. Aun así estaba bellísimo, a pesar de su color. Me lo puse, me quedaba a la perfección; como si fuera hecho para mí. Me calcé unas sandalias que había en el fondo de la caja, eran doradas. El dorado abunda y mucho aquí. Busque un espejo, necesitaba ver si estaba presentable, no había ni uno. Demonios. Proseguí por mi cabello, me lo recogí dejando caer algunos mechones. Cuando por fin estuve lista, salí hacia afuera. Ahí estaba Jack, mirando un punto fijo.
— ¿Me esperabas?— él se dio la vuelta y me miro de arriba hacia abajo, tal como hoy. Sonrió.
—Lo hacía, veo que ya estás lista— se acercó—. Podemos ir con ella—yo asentí nerviosa, en el camino pensaba como actuar o que decir. Esto no era Inglaterra y si decía algo malo, podrían condenarme, o quizás no y pensaba tonterías.
—Vas muy callada, eso es nuevo y me gusta— me distrajo Jack.
— ¿Así? Me conoces hace un par de horas— le vacile. Él negó sonriendo. ¿No se cansaba de sonreír? Era raro, me pregunte si le sonreía a todos.
—Te equivocas, te conozco mejor que nadie— me guiño un ojo. ¿Cómo me conocía? Me estaba empezando a asustar.
—En verdad, aun no entiendo cómo me conoces— él no dijo nada y siguió con la cabeza en alto. Este chico era un misterio—. Al menos dime tú edad.
—Adivina— me musito y llegamos ante dos guardias, eran jóvenes. Si no me equivoco, tendrían menos de veinte. Jack les hablo en una lengua rara, la cual yo no conocía. Los chicos me miraron y nos abrieron el paso. Las puertas se abrieron y ante nosotros se mostró una sala del trono. Entramos, estaba vacío excepto por una mujer que estaba de espaldas. La sala tenía la misma temática que todo el castillo. Dorado y blanco. La mujer tenía el cabello largo y marrón oscuro. Vestía un hermoso vestido blanco con encajes.
—Princesa Lissard— se inclinó Jack, yo hice lo mismo. Ella se dio vuelta— . Permítame presentarle a Alice Hansen— levanté la vista y la observe, no era una mujer, era una chica. Diecisiete o diecinueve, era bellísima; sus ojos eran amarillos y sus labios rojos como la sangre.
—Por fin, has llegado a nosotros— se acercó y tomo mis manos, yo la mire extrañada.
—No entiendo, ¿por qué o para qué he llegado?— ella sonrió. Esta gente era bastante cordial.
—Ven conmigo— me tomo de la mano y me llevo hacía una habitación que estaba detrás del trono. En ella había candelabros de diamante, que brillaban con la luz que reflejaba el atardecer. Esta habitación era distinta, no era blanca ni dorada; era de un tono rojizo oscuro. Había estantes con cientos de frascos y papeles viejos, mejor dicho pergaminos. Ella se acercó al estante que estaba delante de nosotros, era inmenso. Saco un libro de color rojo, el mismo rojo que el de mi collar. Se titulaba EL COLLAR DE SULLER.
— ¿El collar de Suller?— pregunte. Ella asintió y extendió su mano.
— ¿Me lo prestas?— se refirió al collar. Yo asentí, me lo quite y se lo di. Se arrodillo e hice lo mismo. En la tapa había una figura en forma de mi collar, ella lo incrusto en él y todo empezó a brillar.
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Editado: 20.11.2021