Salgo de la biblioteca donde estábamos y camino por los pasillos hacia el exterior. El castillo estaba realmente oscuro, la luna apenas alumbraba el camino. Según lo que Jimmy y yo pudimos averiguar, las criaturas que Dark había creado ya habían sido vistas antes, claro que tenían sus invulnerabilidades pero todo siempre tiene un defecto. Y después de leer y releer con ayuda de Jimmy, las descubrimos. Los nombres de estas criaturas eran muy extraños y no podía recordarlos, por lo que decidimos apodarlos como Sin Rostro, no era un nombre muy original pero bastaría para diferenciarlos.
Abrí la puerta y salí al aire de la noche. El cielo estaba poblado de estrellas, jamás había visto algo así, tan increíble. Suspire al sentir un poco de tranquilidad y camine hacia la caballeriza con un poco de nostalgia. Escuche unos relinchos y gire la perilla en posición de ataque pero dentro del establo no había nadie a excepción de los corceles.
Cruce el pasillo y subí las pequeñas escaleras que daban al otro lado del patio, done estaba el arsenal que había visto un par de veces. Mire nuevamente al cielo para asegurarme que los Sin Rostro no estuvieran al acecho. Aun no entendía esa parte, nos vigilaban pero, ¿podían vernos? En el libro no había información sobre esto, era lo único que no mencionaba.
Atravesé el trecho hasta el arsenal. Era bastante grande, tenía una puerta con barrotes. Moví la reja y esta hizo chirrido lastimoso. Intente abrir la puerta pero se rehusaba. Di un suspiro.
—Bueno, aquí vamos—susurre mirando mi alrededor.
Con toda la fuerza que me quedaba, tome distancia y empuje la puerta provocando un ruido nada agradable. Me tambalee un poco pero logre estabilizarme. La habitación estaba oscura, la luz de la luna entraba por la puerta y apenas alumbraba el espacio pero logre divisar las armas. Me acerque a la pared y descolgué dos vainas, para luego ir por una armadura de cuero. Me la coloque con rapidez y volví por las espadas. En grandes ancadas salí del arsenal para encontrarme con Jimmy, quien me dio un gran susto.
—Por los demonios—suspire.
—Lo siento—siseó.
—Está bien, ¿estás listo?—le pase la espada y él se quedó viéndola— ¿Qué?
—Alice—levanto la vista—, yo no sé usar una espada.
— ¿Estas bromeando? Te he visto un par de veces—vacilo.
—Pero esas eran espadas pequeñas, esta—trago saliva—, es demasiado grande.
—Oh Jimmy, yo aún estoy aprendiendo a usarla—le informo y se la entrego.
—Yo...
—Lo harás bien—me apoyo en sus hombros—. Ahora, andando, va amanecer en cualquier momento—ordene y él asintió.
Habíamos descubierto algo en los libros y era que, cualquier criatura que hubiera sido creada con el collar de Darklien, con tan solo tocarlas violentamente, estas se desvanecían. Eso era algo que Lissard no me dijo y ahora entendía por qué.
—Las estrellas están muy brillantes esta noche—me susurra Jimmy mientras caminamos.
Mire hacia arriba.
—Lo están—sonrío.
El resto del camino lo seguimos en silencio, el bosque a nuestro alrededor murmuraba y Jimmy se pegaba a mi lado. Yo sólo meneaba la cabeza divertida. Caminamos por alrededor de dos horas, hasta que note la frontera con Oscuridad, le hice señas a él y nos salimos del camino.
—Recuerda, no debemos hacer ruido, sí es como me dijiste, los Sin Rostro son los únicos que merodean—susurro.
—Así es, los he estado observando—dice en el mismo tono.
—Te creo—sonrío mirando el alrededor.
— ¿Ahora?—levanta las cejas.
Pienso. Pienso que sigue ahora.
—Debemos entrar al corazón de Oscuridad—mire hacia el camino.
—La entrada debe estar llena de Sin Rostros—se acuclilla.
—Ese es mi temor.
Suspiramos al mismo tiempo.
—Tengo una idea.
Lo miro con el ceño fruncido.
—Te escucho.
—Y sí...—vacila— ¿yo te cargara?
— ¿Cargarme?—erguí una ceja.
Él se levantó en silencio. Yo observaba con un ceño en silencio.
Cerro sus ojos, al segundo de su cuerpo empezaron a salir espolones de magia, brillantes, llamativos... increíbles. Detrás de él unas alas oscuras se abrieron, llenas de plumas negras que parecían tan frágiles, tan vulnerables. Mi boca estaba abierta mirándolo con atención. Me levante y me acerque a su posición.
—Alas—dije divertida y él abrió sus ojos de tono esmeralda.
—No le digas a nadie—fue lo único que me susurro.
Meneé la cabeza con rapidez.
— ¿Puedo?—musite con la intención de tocar sus alas.
Él asintió, yo estire mi mano y pase los dedos por sus plumas sedosas. Su cuerpo tembló y lanzo una risita. Baje la mano y sonreí.
—Son hermosas.
—Ojala todos pensaran como tú—su mirada era profunda.
— ¿Por qué lo dices?—negué.
—Si no quisieran matarme...—hizo una pausa—no ocultaría mis alas.
—Una maravilla como esta no debería ser amenazante para nadie—murmure pero él sólo sonrío.
La brisa de la madrugada surco y las plumas de sus alas se movieron.
— ¿Crees aguantarme?—susurre.
—Sí no lo creyera, no te lo hubiera sugerido—río despacio.
—Ese es un buen punto—suspire y tome su espada.
—Bien, ¿lista?—junto las cejas.
—Jamás había estado tan lista en mi vida—lo mire fijamente.
Gire para quedar de espaldas y escuche el aleteo detrás de mí, observe como el polvo del suelo se levantaba y mi fascinación fue inmensa. Cerré los ojos y abrí las manos en señal de que estaba lista. Él tomo mis antebrazos y antes de despegar me susurro:
—No hago muy seguido esto de volar, pide a Gulagh para que no nos estrellemos.
No me dio tiempo de reaccionar, nos levantamos como una flecha hacia el cielo nocturno. El corazón me latía con rapidez y no me atrevía a mirar hacia abajo. El viento me desparramos el cabello por la cara y la boca pero eso no impedía que viera como nos elevábamos más y más, al punto de parecer que tocaríamos las estrellas.
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Editado: 20.11.2021