S I N E D I T A R

Nueve años...
—¡Oye! ¿por qué lloras? —Brennan limpió rápidamente sus mejillas con sus manos e intentó disimular cuando dirigió su mirada hacia la casa vecina, donde desde una ventana, su amigo Tayler la saludaba— ¿estás bien?
—Lo estoy.
—¿Y por qué llorabas? ¿me estás mintiendo?
Brennan niega y eleva sus manos para que él pueda verlas— es solo que me lastimé con un jarrón roto, pero estoy bien. —el castaño sonríe ampliamente y asiente.
Tayler era fácil de engañar, demasiado inocente.
—¿Quieres venir a jugar conmigo y con papá? Íbamos a jugar soccer pero si quieres podemos jugar a otra cosa.
¿Por qué Tayler, Anthony y Saimon si merecían el amor de un padre? ¿Qué la hacia diferente a ellos?
—Esta bien, creo que tomaré una siesta.-dijo levantándose del suelo y tomando todos los sobres de las curas utilizadas— diviértete.
Las mejillas de él se coloraron cuando una tierna y sincera sonrisa se dibujó en sus labios— si cambias de opinión estaremos en el jardín —dicho aquello se alejó corriendo.
Tayler llegó junto a su padre, quien se encontraba sentado en el césped del jardín con una pelota de soccer entre sus piernas. Lanzándose a sus espaldas ambos caen de bruses contra el suelo en una carcajada, el niño observa directo a los ojos ámbar de su padre, unos ojos que desde que tiene memoria a admirado y amado.
Su padre siempre a sido una de las mejores personas que habrían pisado la tierra; siempre ayudaba a los demás sin esperar algo a cambio, siempre regala sonrisas sinceras y palabras llenas de amor.
Tayler deseaba crecer y convertirse en alguien igual a él, por lo cual siempre se esforzaba por ser un chico bueno y amable.
—¿Jugamos? —el niño asiente repetidas veces con su cabeza y rápidamente ambos se encuentras corriendo por todo el jardín.
Cristopher estaba realmente asombrado de ver lo bueno que poco a poco se volvía su hijo en el soccer, años atrás se tomaba el tiempo de fingir correr despacio para no alcanzarlo, aún cuando el niño se tropezaba con la pelota, él intentaba bajar la velocidad para darle tiempo a correr nuevamente.
Ahora eso no era necesario, Tayler lograba dejarlo atrás rápidamente y manejar la pelota entre sus pies con mucha facilidad. Luego de almenos media hora, Cristopher comienza ir cada vez más despacio, pues el aire le falta.
—¡Vamos papá, hoy estás muy lento! —Tayler resopla haciendo un puchero— Te e ganado en dos partidos ya.
—Campeón dame un momento, ¿si? —Cristopher sostiene su estómago mientras se inclina para lograr recuperar el aire faltante.
—Pero no hemos jugado casi nada...
—¡Santo cielos! —la madre del chico sale de casa con unos refrescos en sus manos— Tayler dale un respiro a tu padre, ¿no ves que ya está envejeciendo?
—¡Hey! solo soy dos años mayor que tú.
—Si y mirate como estás hiperventilando —Charlotte ríe— tomen un descanso y vengan a tomar esto.
El pequeño castaño resopla no muy feliz e ignora a su madre, continúa jugando con la pelota, lanzandola fuertemente una y otra vez hacia la cancha improvisada que su padre le había construido.
—¡Tayler, dije que tomes un descanso!
—Pero no estoy cansado, mamá.
—Obedece a tu madre, solo serán unos minutos, luego podrás jugar otra vez.
Tayler hace un nuevo puchero pero asiente, los tres se sientan en la pequeña mesa jardinera que tienen en la entrada de casa. La tarde comienza a oscurecerse cada vez más pero los débiles rayos del sol le dan un toque dulce y agradable al ambiente.
—Te has vuelto muy bueno para el soccer hijo —comenta Cristopher sonriente, el niño se encoje de hombros;
—Supongo que si, ya tengo nueve años. Ya soy muy grande.
Ambos padres ríen, Charlotte toma una de las mejillas de su hijo y habla— Y cada vez te haces mucho más guapo, seguro tienes muchas novias en la escuela, ¿no?
—¿Por qué tendría que tener muchas novias? ¿No debería gustarme solamente una? —El niño frunce el ceño claramente confundido mientras sorbe de su pajilla.
—Tayler tiene razón Charlotte, no le aconsejes al niño ser un don Juan tan rápido —comenta burlón el padre, ganando una mirada retadora de la madre.
—A lo que me refiero, tesoro, es que seguro muchas niñas de tu escuela creen que eres lindo.
—No lo sé, a la única niña que me gusta hablarle es a Brennan, las demás siempre son odiosas y algo presumidas —el chico utiliza su lengua para limpiar los alrededores de sus labios— ¿Ya puedo ir a jugar?
—¿Tan pronto?
—No todo es talento papá, debo entrenar si quiero ser el mejor en esto.
—Tienes razón, ve a entrenar entonces.
—¿Tú no vienes?
—En cuento termine de tomarme esto voy contigo, ¿esta bien? —Tayler asiente y camina hacia donde había dejado la pelota.
Rápidamente comienza a jugar por si solo, corre haciendo movimiento con la pelota y de vez en cuando habla como si de un locutor se tratará. Sus padres lo observan en silencio, ven lo feliz que parece el pequeño cada vez que acierta un gol y grita para festejarlo.
—A veces me preocupa que sea tan tímido, siento que no es tan feliz como podría serlo —murmura Charlotte lo suficientemente bajo para que solo su esposo la escuche.
—¿En serio? Yo creo que es muy feliz, siempre es muy amable con todos y no le hace falta nada.
Asiente— Ese es el problema, es tan amable y bueno que los demás pueden aprovecharse de él. Me pregunto si en la escuela no lo intimidan...
—¡Claro que lo intimidan! ¿Acaso no sabes quien es el mejor amigo? —ambos ríen al recordar al pequeño Saimon— No te preocupes por eso Charlotte, puede que no tenga muchos amigos pero los dos que tiene bastan. Siempre se cuidan el uno al otro.
—Tienes razón, me alegra que Tayler se parezca a ti... Tan dulce y bueno —la mano cálida de Charlotte reposa en el cuello de su esposo, mientras ambos se ven con ojos llenos de amor.