Alissa

Capitulo VII

        

 

 

          ―¿Cuál de los dos me explicará qué es lo que ha pasado? ―Laura estaba sin duda furiosa, su voz era indiferente y amenazadora, cosa que no solía pasar con frecuencia. Con el ceño fruncido, y los ojos casi encendidos en llamas, observaba a sus dos acompañantes―, veo que Dereck no será ―comentó fulminandolo con la mirada, él seguía con la vista gacha y la mejilla enrojecida.

           ―Fue un accidente ―mintió Alissa y apretó los labios mirando con preocupación a Dereck. El corazón se le hacía añicos y por dentro colapsaba de nervios.

          Laura empujó su pelirrojo cabello hacia atrás, con frustración, y tomó asiento. Suspiró con los ojos cerrados, así se mantuvo unos segundos, como si tratara de serenar todo lo que se había desatado.

          ―Muy bien cariño, ven aquí ―pidió tratando de mantener la calma. Alissa se sentó junto a ella y le miró con vergüenza, mientras jugaba con sus delgados dedos, en la búsqueda de otro sitio en donde clavar su atención.

          Alissa era buena, buena amiga―al menos para Tommas―buena hija, y una muy buena mentirosa, pero con su madre no solía resultar, ya lo había intentado, eso la ponía nerviosa.

          ―¿Qué fue lo que pasó? ―le preguntó Laura―, y quiero toda la verdad Alissa, por favor ―suplico. Aunque a los oídos de Alissa, pareció más como una amenaza pasiva.

           Laura le dio una sonrisa falsa, intentando conseguir a toda costa la confianza de su hija. Casi siempre lo lograba, al menos cuando tenía siete años, ahora se había vuelto más complicado descifrarla de lo que alguna vez se pudo imaginar.

           Alissa volvió su mirada a Dereck, que seguía cabizbajo, y mientras más sentía la tensión en la sala, el nudo en su garganta crecía―Lo que pasa es que... ― Laura se mantenía expectante e impaciente, observando a su hija de arriba hacia abajo, quien trataba de esconder los moretones bajo sus pijamas.

            Laura abrió sus ojos azules añil, despavorida, tan grandes que parecieron salir de sus ojos por cierto momento. La piel pálida de Alissa traía dibujadas marcas púrpuras de dedos en ella, y eso hizo a su madre saltar del asiento. La tomó de los hombros y la ubicó clavada en el sofá, para luego desnudarle las piernas sin preguntar antes siquiera.

           ―¿Qué esto? ―Preguntó al aire, de los dos que la acompañaban no sabía exactamente a cual mirar, ambos parecían igual de indiferentes, incluso Alissa, que sin poder evitarlo temblaba.

            Nadie dijo nada. Se mantuvo callada mientras su nariz se enrojecía y sus ojos se empañaban, con los labios levemente apretados―Alissa, ve a la cama, mañana tienes que levantarte temprano ―ordenó apática, retirando un mechón de cabello del rostro de su hija, que se puso de pie y dando una última vista Dereck caminó con lentitud fuera de la sala.

           ―Tú y yo tendremos uno conversación justo a ahora Dereck ―se dirigió fría al chofer en la silla.

           Alissa se detuvo en seco y se giró sobre sus propios pies―Dereck no tiene nada que ver ―aclaró con firmeza, aunque otra vez su voz temblaba un poco.

          Laura apenas miró por encima de su hombro―Creo haberte dicho que fueses a dormir cariño ―recalcó haciendo un énfasis que fue incluso escalofriante viniendo de ella. Alissa observó Dereck, que le sonrió, como si no tuviera nada de qué preocuparse, pero Alissa sabía perfectamente que si.

. . .

        Eran las dos veintiuno de la madrugada cuando las pesadillas de Alissa le atacaron como casi todas las noches. Se levantó de entre sus sueños como de costumbre, sudorosa y exaltada, con un temor existencial que la hacía sentir como si cayera por un oscuro abismo y el mundo real fuera el duro suelo.

            Miró de un lado a otro su alrededor, que estaba sumergido en una espesa negrura. Estiró la mano y encendió su pequeña lamparita de colores, que proporcionaba un poco de luz al cuarto y hacía bailar en las paredes unas cuantas muñequitas y caballitos, con una musiquilla de cuna de fondo.

          Sentía la garganta rasposa y la lengua seca, tomó aire y bajó con lentitud de su cama, en un suave desliz. Caminó descalza hasta la puerta y salió de la habitación; el silencio en la casa era absoluto, al igual que la oscuridad.

           El cielo aún estaba nublado, por lo que la luz de la luna no ayudaba a la visibilidad, caminaba arrastrando su mano por la fría pared, así guiando su trayectoria al interruptor de la lámpara del pasillo, en el segundo piso. Lo encendió y todo el corredor se iluminó al instante con una luz suave y amarillenta.

           Bajó con cuidado escalón por escalón mientras encendía cada lámpara según avanzaba, hasta llegar a la cocina, donde abrió el refrigerador y con dificultad alcanzó el bote de leche de chocolate. A esa hora no le convenía, pero aun así se sirvió una porción y se mantuvo de pie allí hasta llegar al fondo de la taza. La metió en el lavado, limpió el bigote marrón sobre sus labios con el antebrazo y apagó la luz de la cocina.

            Volvió nuevamente al segundo piso dándose cuenta de que la lámpara del pasillo se había apagado, y de que la bombilla al final del corredor se había vuelto a averiar. El foco pestañeaba con un sonido de corriente eléctrica, apretó los labios mientras se acercaba a aquella puerta, ella no había encendido la bombilla, pero si tenía serias intenciones de apagarla.

          Bajó el interruptor con el dedo, corrió a su recamara cerrando la puerta y suspiró aliviada, recargada de la madera de la entrada.

          Dio un paso hacia su cama y se detuvo al escuchar una puerta abrirse no muy lejos de su habitación. Unos pasos ligeros, casi inaudibles, se acercaron a su cuarto y un golpe se sintió en su puerta en la puerta.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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