Alissa

Capitulo XXIII

XXIII

       —¿Y como está? —Inquirió Arthur Rowlling en lo que fue casi una cuestionante por compromiso.
       —Dentro de lo que cabe bien, acabo de salir hospital —musitó Dereck—, tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia —agregó mientras se acariciaba la frente, muchas cosas habían ocurrido en muy poco tiempo y eso era algo que el cuerpo humano expresaba de muchas formas, en el caso del castaño, con un dolor de cabeza palpitante.

       —¡¿Qué?! —Soltó esta vez metiéndose con más interés en la plática—, ¿Y como está la bebé? —cuestionó.

       Dereck soltó un soplido y frunció el entrecejo con los ojos cerrados—Por desgracia aun no sé nada, me dijeron que la bebé seguía con los doctores y que no había noticias por el momento, eso no me olió para nada bien—seguía masajeándose las sienes, el dolor se incrementaba gradualmente.

       —Por favor, mantente al tanto de todo, ahora mismo tú Dereck eres mis ojos y oídos, necesito saber todo lo que está pasando ¿Vale?

       Suspiró—Arthur —volvió a lanzar un suspiro—, no quiero ser parte de esto, ya he tenido demasiado con todo, ha sido tan repentino, no he pegado un ojo y yo solo quiero...

       —¿Quieres verla verdad? —interrumpió el hombre

       —Sí, quiero verla —levantó su rostro y agregó mas interés en lo que pasaba

       —No quiero que suene como un soborno, porque aunque no lo creas Dereck yo no soy el malo en esta historia, necesito que seas mis ojos y oídos y cuando lo vea prudente yo mismo te diré donde está ella, no prometo que será pronto pero te aseguro que por ti mismo no la vas a encontrar, así que mejor hazme caso —explicaba él con un tono de seriedad pero a la vez de empatía por el chofer, Arthur era consciente de lo que Dereck sentía por su hija, sabía que no se trataba de nada enfermizo, que solo era un amor muy fuerte y que aunque resultara extraño admitirlo estaba más relacionado sentimentalmente con ella que su propio padre.

       Lo pensó un rato antes de continuar a responder—¿Qué tengo que hacer? —preguntó dispuesto.

       —Me alegra que seas sensato —dijo Arthur con una voz de alivio—. En primer lugar necesito que seas el primero en enterarte cuando la bebé esté fuera de peligro y cuando Laura vaya a ser dada de alta, si dices que solo tiene algunos rasguños entonces eso significa que saldrá pronto, mis abogados tienen todo listo para que yo pueda tener la patria potestad absoluta de Abbie...

       Frunció el entrecejo—Espera un momento, ¿Piensas llevarte a Abbie contigo?

       —Sí, no pienso dejar que Laura haga lo mismo que con Alissa

       Dereck torció la comisura del labio, componiendo una mueca—¿Y qué te hace pensar que Abbie será igual que Alissa?

       Lanzó una risilla entre un suspiro—Digamos que tengo una corazonada

       —Bueno

       —Ahora ve a tu casa y descansa, siento mucho que debas estar metido en esto

       —Sí, yo...—apretó el teléfono en sus manos—, necesito descansar un rato

       —Entiendo, vete, yo te llamaré

       —No tengo teléfono, estoy desde una cabina fuera del hospital, conseguiré un teléfono nuevo y yo te llamare—musitó el castaño

       —No tardes con eso —suplicó—, y Dereck, gracias por estar

       —Si —culminó

       Colgó el teléfono frente a él y se recargó de la cabina cogiendo algo de aire. Levantó la mirada por sobre su brazo y los ojos se le emplataron al ver esa cabellera rojiza que venía hacia él.

       —Buenas tardes señor, ¿Podría permitirme el teléfono? —dijo muy amablemente el pelirrojo con ambas manos en los bolsillos.

       Dereck se mantuvo como piedra por unos segundos, mientras que esa piel pálida, cabello rojo y ojos azules le miraban con serenidad pero con un tono de frialdad al mismo tiempo—S...si, claro, perdone—aceptó tartamudo, salió casi en un brinco y el hombre se adentró en la cabina con una tranquilidad no muy lejos de ser inquietante.

       —¿Pasa algo malo? —preguntó el pelirrojo girando su cabeza un poco s percatándose de que el castaño aun no se había de tras de suyo.

       —No, perdone, con permiso—se encaminó hacia su automóvil y lazó una última mirada a la cabina, agitó su cabeza y resopló, debía descansar, sentía que pronto iba a volverse loco.

. . .

            Desde muy pequeña Alissa había sido sumamente selectiva con respecto a su comida, y aquella papilla gris, insípida y poco prometedora no estaba precisamente en un menú que ella quisiera degustar esa tarde.

       El comedor del instituto psiquiátrico Whondervod era caótico, pero eso lo hacía parecido a un colegio cualquiera, aunque fue ahí cuando Alissa aprendió a diferenciar dos tipos de caos distintos, el primero el de unos niños llorones, risas insoportables y palabrerías que a nadie le interesaban en realidad, pero mientras tanto donde ella se encontraba era un caos al que realmente se le podía llamar caos. Las enfermeras luchaban casi con su vida para que algo de comida lograra entrar exitosamente en la boca de los niños, los platos y vasos volaban por los aires y para su suerte eran plásticos, los infantes zapateaban, manoteaban y corrían por todos lados y detrás de ellos las enfermeras y enfermeros; luego de juguetear un rato con aquella pasta desabrida a la que las cocineras se atrevieron a llamar puré de patata puso el tenedor desechable a un lado y colocó su barbilla sobre su mano, tratando de tolerar lo que pasaba a su alrededor.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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