Alissa

Capitulo XXXII

XXXII

3 meses después

        —Cumpleaños feliz te deseamos a ti...—cantaban a coro unos cuantos en la cocina del centro, la hora del desayuno había terminado hacia poco y los demás niños y adolescentes habían regresado a sus cosas. Raven había andado rara desde el día anterior, tanto que no había querido hablarle a Alissa en ningún momento, la había evitado e incluso había sido cortante con ella, aunque no solo Raven, sino también los demás, incluida Elise. Y entonces mientras Alan, Melania, Raven, Elise e incluso Hera cantaban esa canción cliché para ella entendía el por qué.

        Aquel pastel de color rosa se acercaba con lentitud, en manos de la enfermera dulce de cabello azabache, quien procuraba que las velas no se apagasen en el camino, como si su vida dependiera de eso. Desde que sus padres se habían separado Alissa odiaba las fiestas de cumpleaños, al menos las suyas, de un tiempo para entonces o eran a solas con su madre y Dereck puesto que nadie quería pasarse por su casa a festejar, tal vez Tommas, pero sus padres preferían que no; o eran en casa de su padre, sola, pues no era un secreto para nadie, mucho menos para ella, que nunca era bien recibida allí. El tiempo parecía haberse detenido a medida que la canción terminaba y el pastel era puesto frente a ella, para que apagase las velas y pidiera un deseo, como la tradición lo remarcaba cada generación sin falta.

        Uno, un solo deseo, once años de vida para poder pedir un solo deseo, le parecía tonto. Sus ojos se clavaron directamente en las flamitas que bailaban al ritmo de la corriente mientras los demás miraban expectantes. Dereck siempre le decía que mientras quedaran velas podía pedir deseos, entonces al soplar ella deseaba que nunca se acabaran las velas. En el momento en que las diminutas flamas desaparecieron, solo dejando un rastro de humo, el tiempo regresó a su velocidad habitual. Los pocos presente lanzaron una ligera celebración con aplausos y Alissa mantuvo su rostro alegre, y ese era otro de los detalles que odiaba de los cumpleaños, que nunca sabia cual era la cara correcta que tenía que poner mientras cantaban el festejo.

. . .

          Aquella pequeña celebración había terminado, por un lado Alissa se sintió feliz de que culminara, pues ser el centro de atención nunca fue de sus mas anhelados intereses, aunque estuviese acostumbrada, pero muy dentro suyo y aunque no quisiera admitirlo ya podía llamar a ese lugar, un hogar, por más loco que eso sonase. Se había escabullido a penas del alboroto que se había armado en la cocina, cuando todos comenzaron a lanzarse pastel ente ellos, haciendo que el lugar se pusiese más dulce y colorido de lo que debería.

        Puesto que tanto entretenimiento la había distraído casi toda la mañana no se había percatado del gentío de pacientes y trabajadores que se formaba en la puerta que daba al jardín trasero; con el entrecejo fruncido se acercó, para notar allí a la patrulla que sacaba conclusiones junto a unas cuantas enfermeras que venían de regreso despavoridas y traumatizadas, y tras ella una insoportable peste que irradió de pronto el pasillo.

        La sirena de la ambulancia sonaba, pero no lo suficiente como para convertirse en un ruido molesto, los enfermeros arrastraban las ruedecillas de una camilla mientras intentaban contener sus arcadas, y si una persona estudiada para ver esa clase de cosas se sentía asqueado, quería decir que la escena era muy pintoresca, en el sentido que Alissa daba a la palabra "pintoresca"; se mantuvo allí, junto con los demás, pero no logró ver mucho, menos que eso, no logró ver nada, más que una sábana blanca cubriendo lo que parecía ser un bulto enorme y apestoso, que en los conocimientos de la pelirroja era sin duda un cuerpo inflado y putrefacto, ese aroma ya lo conocía de mucho antes.

       Era muy fácil, al menos para ella, reconocer al oficial encargado de un caso, básicamente se trataba del hombre con cara de pocos amigos, a un lado de la escena y con los brazos cruzados, que casi siempre se ponía de mal humor cuando veía lo que había sucedido, y efectivamente ahí estaba, de pie mirando a la manta blanca con los ojos entornados, un hombre no mayor de unos treinta y seis, de estatura promedio, ojos negros, piel latina y cabello castaño. Un muchacho con cámara echada al cuello se aproximó a él y le dio un sobre amarillo, que por un momento le hizo apartar la mirada apretando los ojos y tragando salida, pero, que luego, se metió bajo el brazo y caminó por el corredor hasta doblar en el extremo.

        La puerta que daba a la dirección se estampó de pronto, dándole paso al uniformado, pero se cerró casi de inmediato, aun así eso no impidió que Alissa se pusiese en la entrada para escuchar lo que pasaba. Siempre había sido demasiado curiosa, y por lo general para las cosas menos indicadas, aun así le gustaba la información concisa, directamente de la fuente principal y más segura, era por eso que prefería averiguar las cosas por si misma antes de preguntar a personas que quizás supiesen menos que ella, aunque no siempre eso era buena idea.

       —¿Es posible que algo así pase en un instituto psiquiátrico?

        Anna Becher pasaba poco tiempo en el lugar, pues viajar de una región a otra para poder llegar, y eso no parecía ser lo mas cómodo, por lo general diagnosticaba a su pacientes en su oficina central y luego decidía si eran transferidos o no al instituto Whondervod, justo como había hecho con Alissa. Para su mala suerte la llamada de la policía había aparecido temprano en su teléfono, haciéndola correr de inmediato al sitio, sin importar nada más.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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