Día del baile, por la mañana.
Se supone que mi vida debió convertirse en una impactante historia fantástica donde yo un simple humano de 18 años se vuelve guerrero de una nación, tribu y mundo diferente, pero lo único que logré ser es, ser un joven adulto que lidia con demonios internos acerca de cómo superar traumas a causa de una relación pasada y un posible síndrome de super héroe en donde salvo a todos.
Y no, no debe de ser así porque prácticamente soy un niño que no sabe qué hacer con su vida, y que de un momento a otro la vida te diga que el destino, El Creador – que resulta ser muy diferente a Dios ─ y una Reina Mística llamada Luna termina acosándome durante un par de meses o puede que más con la intención de llevarme a un lugar lleno de magia que casualmente se encuentra en medio de una Guerra.
Una maldita Guerra, en donde yo nuevamente, me convierto en el protector de un alma paralela a la mía llamada Alysa, que finalmente termina siendo la princesa de ese mundo dentro del Universo.
¿Suena estúpido no?
Y es que lo es, no se puede pretender que un joven adulto en sus inicios con signos constantes de depresión, episodios de ansiedad, que sobre piensa muchas cosas y que la mayor parte del tiempo ve todo con colores grises y piensa en cómo se sentiría si se lanza desde su ventana o cómo es que sigue vivo preguntándose cuál es su propósito en esta vida; vaya aceptar tomar una nueva vida sabiendo que evade cada una de sus emociones con la idea estúpida de que en su sangre lleva los genes de un Guerrero Fengary, tribu que casualmente pertenece a un mundo llamado Garla.
Ja! Mi madre no piensa lo mismo, y ni yo con lucidez y obvia ayuda psicológica en proceso pienso, porque ahora, aunque es muy rápido y solo han pasado lo que creo son un par de semanas sé que no soy un héroe que sirve para ser ciudadano estrella de un pequeño pueblo. Uno en el que afortunadamente no fui linchado al ser abiertamente bisexual, y no, no es como que importe mucho con quien mantengo una relación, pero vivir en un pueblo pequeño, mantener otro de los estudiantes estrellas y ser capitán de un equipo varonil de basquetbol no me hace precisamente un estudiante fuera del radar mucho menos si la salvé.
Y es que pasé tanto tiempo pensando todo a sobre manera, creyendo que un día me despertaría y comenzaría a ver las cosas de manera diferente o que de un momento a otro llegaría algo que me salvaría y me daría las respuestas para ser feliz y simplemente olvidar que simplemente comencé a vivir en automático. Así que, cuando llegó Alysa a mi vida, la desaparición de mi entrenador y comencé a conocerla algo había cambiado y fue entonces que, aunque las intenciones de mi amigo Jack no eran malas, sus insinuaciones sobre mis sentimientos hacia ella se llevaron lejos; y no, él no tiene la culpa porque yo permití que me empujaran hacia allí con la intención de hacerme creer a mí mismo que podía sentir más allá de estar entumecido.
Y lo hizo, Alysa logró eso, pero todo se descompuso cuando pasó lo que pasó. Me volví una especie de protector convenciéndome que lo que comenzaba a sentir era más allá de una atracción temprana; sin embargo, no era así y yo en el fondo lo sabía porque solo ponía a Alysa como escusa para evadir todo lo que me atormentaba, así que todo lo que estaba sucediendo o todo lo que había comenzado a sentir por ella estaba mal y contaminado por ideas, expectativas y promesas de un destino cruel que requería que un simple humano dañado alcanzara estándares de valentía y responsabilidad con un mundo, un pueblo y una princesa que en definitiva no le correspondían.
Lo lamento por el universo, por esa gente, por ese mundo, por esa Reina mística y por esa esperanza en mí; pero sobre todo lo lamento por esa princesa que sé que tenía también una pequeña esperanza de que la acompañara en esta aventura, pero hay que admitir que por ahora la mayor aventura que puedo tener es ir a tratamiento psicológico y aprender a vivir sin la necesidad de cuestionarme porque sigo vivo.
─Alex, ya es tarde.
Escuché a lo lejos a mamá y en medio de un suspiro me obligué a salir de mis pensamientos con la idea de finalmente salir de la cama, es entonces que por primera vez desde que desperté esta mañana me atrevo a mirar la hora en mi celular.
Grave error, es en verdad muy tarde.
Así que con prisa salgo de la cama y era obvio que como lo hice con prisa me enredé en las gruesas cobijas que siempre uso para dormir y no morir de frio durante la noche y claro que caigo en el suelo. El golpe suena bastante fuerte y casi de inmediato escucho a mamá preguntarme si todo va bien, a lo que yo simplemente grito:
─No pasa nada mamá, en un momento bajo ─le hago saber y cómo puedo me levanto del suelo, lanzo las cobijas y claro que no hago la cama y corro al baño a orinar y después de mojarme la cara con agua helada- muy helada- salgo del baño y corro de nuevo hacia mi cuarto para vestirme de manera rápida.
Hoy toca entrenamiento y a decir verdad no sé si sea bueno ya que hoy también es el baile.
El baile…
Pero bueno niego con la cabeza, echo un vistazo de manera rápida al perchero donde se encuentra cubierto por un cubre polvo mi traje para esta noche y sigo tomando las prendas el uniforme, la valija con el uniforme del equipo y otro cambio de ropa porque sí sé que lo voy a necesitar. Ya vestido y con eso en mano, tomo mi celular rápidamente y me dirijo hacia la puerta hasta que me detengo por un segundo y me doy cuenta de que me falta la mochila con los libros.
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Editado: 11.04.2024