Alma de tinta y papel

5. El Shaldrom

Capítulo 05: El shaldrom

Ryan Gardner la ayudó a levantarse con dificultad y tomó su muñeca, oprimiéndola para que no sangrara tanto. La llevó hasta la enfermería del Instituto Coryn.

 –¡Dios mío! –exclamó la regordeta enfermera encargada de la enfermería– ¿Qué le pasó?

 Ambos se miraron sin saber qué hacer ante aquella circunstancia, no podía decirle a esa señora histérica que un monstruo oscuro con capa negra los había atacado a plena luz del día y encima en el Instituto. Los tacharían de locos y lunáticos y probablemente los encerrarían en un centro de rehabilitación psicológica.

 –Se cortó con un cuchillo en cocina… –dijo Ryan no seguro de sí mismo.

 La señora robusta los miró con el ceño fruncido no estaba del todo convencida de la explicación del adolescente. Emitió un “Hmm” y señaló con su dedo la camilla que estaba a su lado para Annabelle se sentara.

 –A ver, acá, niña –ordenó.

 Annabelle extendió su pálida y delgada mano y la mujer comenzó a limpiarla con poca delicadeza para evitar cualquier tipo de infección. La rubia de apellido Hopkins lo único que quería era salir de ahí corriendo; dolía más que aquella señora “especialista” en medicina y toda la cosa la estuviera limpiando.

 –¡Más despacio! –gruñó Annabelle retirando la mano.

 Ryan Gardner la miró en plan “¿Y ahora qué vamos a hacer?” y al no obtener ningún tipo de respuesta por parte de la chica optó por ir a esperarla afuera de la enfermería. Y para matar el tiempo sacó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón. Casi se atasca con su propia saliva cuando vio el alto número de llamadas perdidas y mensajes que había dejado Jasmine Evans.

 

16 llamadas perdidas del contacto Jas.

21 mensajes recibidos del contacto Jas.

 

 Se rascó la nuca al mismo tiempo en el que miraba hacia todos lados, nervioso, porque probablemente en estos momentos Jasmine estaba buscándolo como loca por todo el Instituto. Si ella descubría que estuvo con Annabelle Hopkins los mataría a ambos no sin antes torturarlos brutalmente… bueno, tal vez estaba siendo muy exagerado a la hora de pensar en lo que Jasmine les haría a los dos.

 Annabelle salió del centro médico del Instituto Coryn mascullando obscenidades, enojada.

 –¿Qué pasó? –inquirió Ryan mientras observaba la mano de la rubia perfectamente vendada.

 La de apellido Hopkins lo miró seria y pasó a su lado sin decir nada más.

 Estaba tan enojada… no sólo con Ryan o Jasmine o la maldita enfermera que había vendado su mano y la había lastimado más de lo que ya mientras la limpiaba con “delicadeza”, sino con todo el mundo, con los inútiles Snuttlers y tal vez consigo misma porque al fin y al cabo ella los había creado y había sido ella quien no había querido escuchar a Altaír ni a Sophia. Los maldijo entre dientes porque ambos tenían la razón y ahora ella era la tonta que había quedado como una ridícula.

 Se sentó de golpe sobre una de las bancas del Instituto y cruzó los brazos, enojada.

 Lo único que la distraía era ver a sus compañeros de instituto y a otros alumnos en el campo o en las canchas de fútbol. Sonrió. Todos esos chicos se creían grandes estrellas sólo porque jugaban fútbol, todos y cada uno de ellos estaban tan enfrascados jugando “profesionalmente” que no se daban cuenta de lo patéticos que eran.

 Suspiró y observó su mano vendada con un gesto ceñudo. Todo había sido real… ninguna de las cosas que imaginaba llegaban a tal punto de lastimarla de verdad. Sí, tal vez una vez estuvo envuelta en una lucha con guerreros del Norte y Sur, ella terminó herida pero al fin y al cabo todo estaba dentro de su cabeza porque a los pocos minutos ya no tenía ninguna marca de guerra ni herida brutal como se lo había imaginado. Su madre nunca se percató de aquellas cortadas y rasguños porque literalmente nunca habían existido… Pero la lesión causada por aquel Snuttler había sido real porque la enfermera lo había visto y la había curado y dolía.

 Apretó el puño y sintió que un ardor y dolor se incorporaban en su carne para hacerla sufrir. Gimió y luego dejó de hacerlo. No le quedaba duda de que todo era real y los problemas que le vinieran en un futuro iban a ser reales y podían dañarla no sólo a ella, sino a quienes la rodeaban.

 –¿Qué vamos a hacer? –inquirió Ryan tomando asiento a su lado.

 La de apellido Hopkins dio un largo y fuerte suspiro y sin quererlo recostó su cabeza sobre el hombro de Ryan.

 –Todo esto es real.

 –Claro que es real, ¿Sino cómo te hicieron eso? –señaló la mano vendada de la chica.

 –No, tú no entiendes –le miró seria–. Hace unos días todo estaba aquí –llevó el dedo índice a su sien –, tú ni siquiera deberías ser capaz de ver lo que yo he creado, pero sin embargo lo haces. ¿Por qué? –frunció el ceño –Ryan se encogió de hombros. Estaba tan confundido como ella– Esto no debería estar pasando, todo se me fue de las manos.

 Ryan miró el rostro pálido y pecoso de la chica que llevaba por nombre Annabelle Hopkins. Él tampoco creía nada de lo que estaba pasando. Las cosas eran sencillamente ilógicas, ¿En qué cuento de hadas o sueño se encontraba atrapado? Era imposible que la imaginación de Annabelle cobrara vida en el mundo real; y era mucho más extraño que Ryan estuviera envuelto en todo este asunto de las novelas de la chica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.