Alma de tinta y papel

6. Abdón

Capítulo 06: Abdón

Annabelle bebió de su taza con chocolate caliente. Tenía la mirada perdida en algún punto de la cafetería y no dejaba de pensar en aquel shadrorn oscuro que había intentado matarla. Tragó saliva al recordar la enorme fuerza del monstruo. No estaba muerto. Ryan simplemente había logrado hacerlo dormir durante el tiempo suficiente.

 –Anna –la llamó Ryan–, ¿Cómo lograremos detener esto?

 Y por primera vez en toda la noche ella lo miró a los ojos. Annabelle no estaba tan segura de cómo terminar con todo esto, no sabía cómo empezar a luchar para exterminar a todos sus monstruos porque necesitaba la novela, necesitaba la maldita libreta roja para acabar con todo y ahora no sabía dónde estaba.

 –Necesitamos la libreta –dijo en un susurro casi inaudible que sin embargo Ryan logró escuchar con claridad–. Necesitamos encontrarla.

 –¿Cómo? –inquirió el joven– ¿Y en dónde? –frunció el ceño, enojado– Esa cosa se lo llevó, Annabelle. Diablos… ¿Por qué tuviste que meterme en este asunto?

 Hopkins hizo una mueca y sonrió casi cínicamente.

 –Lo siento, ¿De acuerdo? Perdón por haber escrito sobre ti, perdón por ser una tonta porque tú eres tan listo y superior a mí, lo siento –dijo sarcástica.

 –No estoy diciendo esto.

 –No creí que esto iba a pasar ¿Sí?, jamás me había ocurrido y yo no entiendo qué fue lo que pasó…

 Ryan dejó de lado la conversación y decidió seguir bebiendo de su café.

 

 –¡Ryan! –Jasmine se aproximó hacia él con el semblante más preocupado que enfurecido– ¿Dónde habías estado?

 El de apellido Gardner frunció el ceño por la repentina actitud de su novia porque había apostado todo lo que tuviera a que en vez de preguntarle amablemente cómo estaba le hubiese pegado una bofetada que lo habría hecho ver estrellas.

 –Lo siento –dijo correspondiendo a su cálido abrazo–, estaba ocupado atendiendo a mi madre… Pero ya está mejor, lo prometo –agregó rápidamente.

 –Ay, Ry –ella lo abrazó con más fuerza y se aferró a él. No estaba dispuesta a dejar que nada ni nadie lo arrebatara de su lado.

 Ryan Gardner acarició su mejilla con ternura y le sonrió amablemente para después depositar un beso en los labios de la chica.

 –Estoy bien, Jas –susurró a su oído–, estoy bien.

 

 La campana de la hora del almuerzo sonó y todos los alumnos se amontaron en la puerta para salir. Annabelle esperó a que todos se fueran. Actuó como la chica antisocial que comía sus almuerzos en el salón de clases. Y nadie le prestó atención. El profesor Sherman se despidió de ella deseándole un buen día y salió.

 Altaír y Sophia se encontraban recargados sobre los bordes de las ventanas, viendo los árboles que se encontraban cerca de la acera, estaban cubiertos de nidos y pajaritos piando. La rubia se levantó veloz para cerrar la puerta del aula y se dirigió a sus amigos con el semblante preocupado.

 –¿Qué pasó? –inquirió acercándose a los dos.

 Repasó con la mirada a Sophia, ella no estaba tan lastimada como Altaír, quién tenía el brazo vendado y la mitad del rostro se encontraba cubierto de sangre seca.

 –¿Dónde estaban? –los rodeó a ambos con un abrazo maternal– Dios santo, estaba preocupada por ustedes.

 Quiso echarse a llorar al ver las enormes heridas que surcaban el brazo del muchacho, eran heridas tan profundas que casi podía ver su carne, seguramente hechas por algún Snuttler o incluso el shadrorn que los había perseguido a ella y a Ryan.

 –Nos atacó una horda de Snuttlers… –confesó Sophia cabizbaja– No pudimos recuperar la libreta, lo siento Annabelle.

 –No, Sophie…

 Altaír tragó saliva con dificultad mientras que con una mano se agarraba el estómago, dio un largo suspiro y prosiguió a hablar.

 –Necesitamos una bruja. Que sus palabras sean tan fuertes como lo que hay acá –llevó sus manos a la cabeza de Annabelle.

 Annabelle rebuscó entre sus pensamientos y la única que cuadraba con aquella descripción dada por Altaír era la princesa de las tierras de Rosenthod, Zaira, la cual en realidad era una bruja que tenía el control de todo pero ella no lo sabía hasta que Azura –la protagonista de la historia– le hizo abrir los ojos. Aquel Snuttler se había llevado la libreta roja y la única forma de tener a Zaira era obteniendo los manuscritos de ella. Pero no se podía tenerlos, no si estaban en manos de aquellos monstruos.

 –No la tenemos… –susurró.

 Sin la magia de aquella bruja estaban perdidos y sus expectativas de derrotar a los Snuttler a todos los enemigos eran casi nulas. La bruja era su pase a la victoria y a recuperar la libreta para quemarla de una vez por todas. Así se terminaría todo.

 –Annabelle, debes crear una –suplicó Sophia con lágrimas en los ojos, quejándose por el dolor en su abdomen.

 –No es tan fácil –estuvo a punto de darse por vencida, pero al ver los semblantes de ambos su corazón se ablandó y sus ganas de luchar por mejorar todo crecieron–, pero intentaré hacer lo mejor para todos, lo prometo.




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