—Me siento como si tuviera un vacío en el pecho.... Es cómo.... Si me hubieran roto el corazón. Me duele el corazón—trata de explicar él. Mi chico de los sueños. Mi chico pelirrojo de los sueños—. Me siento traicionado. Me siento decepcionado. Es... no sé. No sé qué es. Humillado... Me siento tonto, como si me vieran la cara de estúpido. Me siento... muy dolido, de una extraña manera.
Estamos en una oficina. Estoy sentada en un sillón que está al frente de un escritorio, a lado de mí se ubica otro sillón que lo ocupa su amigo pelinegro. No me sé ninguno de sus nombres, por eso puedo diferenciarlos solo por el color de sus cabellos.
Y él está de pie, dándonos la espalda mientras ve por una ventana. Justo enfrente de nosotros dos ¿o del pelinegro nada más?
— ¿Qué? ¿Por qué? Ella nunca le había pasado eso—comenta su amigo.—¿Habrá pasado algo extremadamente duro?
—La hirieron... Pasó mala noche, me arden los ojos como si llevara horas llorando y la garganta la tengo muy reseca... Me siento muy cansado, solo quiero dormir y descansar... Es extraño porque una parte de mí está sumamente alegre de que esté así, y no sé por qué. No entiendo por qué debería de alegrarme, es decir; ella está mal, ¿no?
— ¿Y la otra? —inquiere el pelinegro. Mientras ubica sus manos en sus rodillas—; ¿crees que este nuevo panorama nos afecte en nuestro camino? Sabes que pueden cambiar las cosas. No debemos interferir en mucho y tan drástico, sabes que tu padre ya está detrás de nosotros.
No había notado que los dos llevan trajes hechos a sus medidas. Parecen... Hombres, no chicos de veinte y tantos años. Capaz me esté equivocando, aunque, no lo sé. No sé muchas cosas de él.
—Está triste y molesta por saber que alguien tiene la capacidad de hacerla sentir mal— dice mi chico pelirrojo. Acerca su cara al vidrio y la deja allí puesta—; espero que nos beneficie. No sé cómo explicarme, ¿sabes? Yo sé que está triste por algo referente a su novio. Yo sé que fue por él. Estoy seguro. Y por el dolor... Quiero estar equivocado, pero se siente como un engaño. Y lo de mi padre... ya veré como despistarlo, otra vez. No quiere que dejemos de lado las asignaciones pendientes.
— ¿Por qué su novio le haría algún engaño? — cuestiona.—Por lo que has dicho y por lo que hemos logrado conseguir, ella es una gran mujer. Simpática, amigable, una buena persona con toda la regla.
—Sería un demente. Es qué... Tú la has visto, es muy bella. Solo espero que no la fuera engañado con otra mujer. Ella no merece eso, merece más. Mucho más.
—Si fuese hecho eso entonces es un gran cabrón de mierda. Y su polla merece ser cortada. No puede ser un verdadero hombre si hace que una mujer se sienta inferior a él.
—Merece el propio infierno. Me siento como una gran mierda en este momento—Dice mi chico pelirrojo.
—Y justamente hoy que tenemos estas juntas importantes, que tienes que estar al máximo y darlo todo— emite su amigo.—¿Solicito unos cafés a mi asistente? O prefieres otra cosa, un té, gaseosa.
—El café es mejor, así me da energía.
Ellos se quedan en silencio, cada uno en sus pensamientos. Pero yo no; yo me fijo en el escritorio que tengo delante de mí, donde un ordenador, un portátil (no entiendo por qué tener dos computadoras aquí), hojas esparcidas y muchos marcos, que supongo que llevan fotografías, pero desde donde estoy, no puedo verlas, ellas adornan la mesa. Siendo lo que más destaca una placa de color negro con un escrito en letras doradas que sí puedo visualizar muy bien:
Anthony McAdams.CEO.
¿CEO?
—Esta cosa rara que puedes hacer es sumamente...—empieza el pelinegro.
— ¿Extraña?
—Increíble—siento una especie de dejavú. Me recuerda a una conversación conmigo.
— ¿Por qué dices que es increíble?
—Hombre, dos cosas: Uno. Nunca te había visto así —toma un respiro y continua—: Y dos. La aprecias un montón y aún ni siquiera la conoces en persona. Tres. La defiendes con garra y espada, y repito, no la conoces en persona. Cuatro. Es muy linda, la chica es muy bonita.
Ellos se ríen.
—Es sumamente hermosa— dice él.
—Lo es. Te impacta a ti. No sé cómo haremos para que no choques con algo cuando la veamos. Si es difícil sacarte de los pensamientos cuando la traes a colación, no quiero ni pensar en qué haré para que regreses a la tierra cuando veas a semejante ángel.
Cierro mis ojos. Dios mío.
— ¿Me acompañarás? —le escucho preguntar.
— ¿Con quién crees que hablas? Soy el número uno sobre que tienen que conocerse. Recuerda, me llevarás a ese restaurante del que te hablé cuando la conozcas. — el se ríe. Sí, es mi Paola versión hombre.
Abro mis ojos porque de algún lado sale un fuerte viento y hace que mi cabello se mueva, logrando que de su bolsillo se desplace una fotografía hasta llegar al suelo. Él se apresura a recogerla.
¡NO!
—Chris...— dice su amigo mientras yo empiezo a ver borroso, es el signo de que ya despertaré. Pero pude escuchar algo y ver quién es la de la foto.
Para darme cuenta de que soy yo.
Es la foto de perfil que tengo en Facebook, Instagram y Twitter. Esa foto donde me gusta mucho como salgo, porque me veo bonita.
Y él la tiene, en físico. Por todos los apóstoles...
—Qué ventisca tan rara— es lo último que escucho antes de ser consumida por la oscuridad.
Abro de golpe mis ojos, para darme cuenta que estoy en mi habitación, con un dolor de cabeza de los mil demonios, pero con una sensación de felicidad al darme cuenta del sueño que tuve. Sabe quién soy, ¿será malo qué él sepa y yo no?