Alma Gemela

Capítulo 16

— ¿En qué parte me río? —pronuncio con lentitud e incredulidad.

—En ninguna. ¿No habíamos pasado la etapa de negación? En estado onírico eres más perceptiva, claro que allí no te afectan las cosas terrenales—dice él, confundiéndome más.

— ¿Por qué brillas? —murmuro sin darme cuenta, y cuando entiendo lo que digo me apresuro en negar, pero ya qué, yo sé que él me escuchó.

—Ya tú sabes por qué— acota —. No tienes mucho..., tiempo en esto, pero vas manejando las cosas generales de todo. Muy admirable de tu parte, otra persona habría desistido desde la primera vez...

— ¿Primera vez? Hablas de los sueños, ¿o de otra cosa? —cuestiono.

—El cerebro humano tiende a aceptar una idea cuando ésta se ha revelado en tres oportunidades posteriores a la actual. —me informa, me da una sonrisa que le correspondo con facilidad.

— ¿Entonces, yo he vivido o he leído algo sobre esto antes? —pregunto con interés.

—Como todas las personas de este plano —dice con lentitud mientras va girando su cabeza para mirarme a los ojos, esbozando a la vez una sonrisa en su rostro, haciendo que la luz que lo rodea se intensifique haciéndolo ver como algo inalcanzable —. Supongo que quieres saber qué estoy haciendo aquí, ¿no?

— ¡Claro! —emito—. Y también cómo es posible que tengas un cuerpo de carne y hueso. Si yo pudiera hacer eso, de aparecerme cuando quiera, donde fuera y sin pagar, fuera de lo más feliz.

—Puedes hacerlo— dice él. Con seguridad.

— ¿Puedo hacer qué?

—Lo que yo puedo hacer. Tú puedes hacerlo, todos pueden. Sólo deben de recordar la magnitud de su alma, de su espíritu. Ese poder que está dentro de cada uno de ustedes, pero, con el paso de los años, han desplazado sus poderes para remplazarlos con el miedo, la pérdida y el dolor; cosas que no son de importancia.

— ¿Y cómo puedo regresar a lo que antes fui?

—Muy buena pregunta —me felicita—. Con el conocimiento— me aclara.

— ¿Por medio del conocimiento? —cuestiono.

Él asiente.

— ¿No es maravilloso? Y todos ustedes buscando riquezas materiales cuando la verdadera riqueza, el verdadero oro, es el conocimiento puro. Alcanzar esa divinidad que han perdido, olvidado.

— ¿Es una especie de broma? —inquiero con duda.

—No, claramente no lo es. Ya había dejado eso en claro.

—Lo siento. Es la duda, supongo.

—La incertidumbre... Tu próximo profesor no podrá asistir, le acaba de suceder unas cosas y cambiará sus planes— me avisa.

— ¿Ah? ¿Cómo es que tú sabes de eso? Esto es escalofriante— exclamo sorprendida.

Él me sonríe y se encoge de hombros, dándome a entender que no me dirá. O por lo menos no con palabras. Abro mi boca para emitir otra pregunta cuando la voz de unos de mis compañeros me saca de la burbuja en la que estaba con Miguel, el Maestro.

Giro mi cabeza y debo pestañear varias veces para acostumbrarme, la luz de él es tan potente que ver hacia otro lugar hace que note todo tan distinto, enfoco mi vista y logro ver al moreno acercarse mientras pronuncia mi nombre, llamándome.

—El profesor acaba de avisar que no vendrá, mandó una investigación y un trabajo—me informa.

Desorientada y un poco confusa asiento en su dirección, le agradezco el gesto, pido que me envíe los puntos por mensaje de texto, cuando lo veo irse y estoy a punto de mirar a Miguel, él interviene:

—Él será una persona muy exitosa—escucho que dice él.

— ¿Qué? — le pregunto.

—Tu compañero. Ésta no es su carrera, por decirlo así. Dentro de poco se dará de cuenta y aceptará lo que sí lo ayudará a crecer. En este momento, ese es su destino. — expresa con una forma que no sé lo que es. Es extraño.

—Eres muy peculiar. —digo.

— ¿Puedo saber por qué te parezco peculiar? —me pregunta.

—Eres tan amable y amoroso con todos— digo.

—No hay necesidad de ser alguien malo. ¿Con qué necesidad? No es algo que me haga falta.

Tomo una bocanada de aire para asimilar sus palabras. Lo que quieren trasmitir.
Porque debe de haber un trasfondo en ellas, es como si no fueran sólo para mí sino para muchos. Para todos.

—Tengo mucho amor para dar, que compartir. ¿Por qué debo de limitarme? —prosigue. — Todos tenemos que aprender a compartir ese grandioso amor que hay dentro de cada uno de nosotros. La ley del amor universal es la que nos rige, y debemos de aceptarla y practicarla.

—¿Ley del amor universal? —inquiero.

— ¿Te gustaría practicar conmigo? — me pregunta él, ignorando mi pregunta.

— ¿Practicar qué?

— Todo esto. Puedo ayudarte a entender unas cosas. —responde—. Será como una instrucción, iremos de lo menor a mayor, poco a poco. Tenemos tiempo... Pero, ¿quieres? ¿Te gustaría aprender? —asiento en respuesta.

No lo voy a pensar mucho porque, por favor, tengo curiosidad con lo que me puede enseñar. Y yo tengo muchas ganas de conocer sobre esas cosas de las que estoy pasando y de las que él habla.

—Entonces nos veremos dentro de poco—anuncia—. Eres muy buena, Camila, no pienses lo contrario.

— ¿Buena? Menos mal, ya sé que no iré al infierno. —bromeo.

—El infierno no existe. No hay un lugar como el infierno, así que si fueras mala tampoco es que llegarías allí. —dice él.

— ¿En serio? ¿No existe eso? —cuestiono, mi cabeza explota por todo el enredo que tengo en este momento—. ¿Entonces por qué la Iglesia nos dice que, si nos portamos mal, iremos al infierno y si nos portamos bien, vamos al cielo?

—En tu mundo las personas cambian el curso de la historia. Modifican las partes que los perjudican y las mejoran para que los ayuden. Pero no, no existe algo como el infierno y el cielo. ¿Cómo un Dios que dice amarlos como ustedes son en realidad, a la menor falla los discrimina y juzga? Ustedes son Dios y Dios son ustedes.



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En el texto hay: amor, espiritual, sucesos misteriosos

Editado: 11.06.2021

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