Capítulo 12:
Invisible
Los secretos, hilos invisibles,
que unen tres familias.
Danna
La casa de Estela se siente pesada. Es una sensación abrumadora que deprime y entristece. Para cuando llegamos Cristal ya había vuelto en sí. Las lágrimas se habían acabado y los temblores también. Aunque no dijo ni una sola palabra.
No respondió ninguna de las preguntas que le hizo su hermano.
Han pasado cuarenta minutos según las agujas del reloj, y no he tenido el valor de moverme de lugar. Una anciana con el rostro demacrado, y con la apariencia de una dulce abuela se encuentra cómodamente sentada en el sofá. Esta vestida con una bata negra. Sus ojos son marrones, fríos y llenos de malicia.
— ¿Crees que puedan salvarla? —pregunta la anciana con una voz suave, con la mirada perdida en el pasillo de las habitaciones.
Es la misma que se apodero del cuerpo de Cristal en la universidad, aunque en esta ocasión aparenta ser una anciana.
También encuentro similitud con la mujer del pueblo fantasma, la que ataco a Estela. No sé porque tengo el presentimiento que todas son la misma, lo que no tiene lógica porque Cristal nunca estuvo en ese pueblo hasta hace unas horas, y se supone que lo que desato lo encontró en casa de Anabel.
Que enredo tan grande.
—Estoy completamente segura de que podrán —expreso con firmeza aunque me muero de miedo. Es una sensación asfixiante aun cuando te encuentras fuera de tu cuerpo.
—Eso ya lo veremos —sus palabras llevan una amenaza implícita—. Mejor hablemos de ti y Danny. De ese pasado que te está carcomiendo por dentro y del cual sabes tan poco.
Mi primer impulso es decir que sí, que ilumine mi mente con todas esas respuestas que mi madre no me ha dado, pero por otro lado nace la desconfianza de que tan real pueda ser lo que expresen sus labios. Además, porque ofrecer algo que otros tan celosamente han intentado ocultar. No doy respuesta y aun así ella comienza a relatar:
—Tu madre fue una jovencita muy traviesa y está pagando el precio de sus errores. Te voy a contar una historia:
»Un grupo de jovencitos se dejan llevar por las leyendas de una casa abandona y busca tener su propia experiencia con lo sobrenatural. Jugar a la ouija, seis adolescentes hacen preguntas sin darse cuenta de que han convocado a un espíritu maldito. Las respuestas son dadas, pero Elizabeth se acobardo en el último minuto, sale corriendo antes de realizar su pregunta. Todo parece normal hasta que tres días más tarde, uno de los niños muere en extrañas circunstancias. Dando inicio a una mortandad entre los chicos involucrados. Tu madre fue la cuarta víctima, sin embargo hubo un ofrecimiento, un trato. Pero nada es gratis en la vida, ni siquiera en la muerte.
Lo que relata está lejos de tener algo que ver con mi pasado, pero es interesante saber que mi madre ha estado involucrada en lo sobrenatural desde antes de que yo naciera.
—Tu madre, Anabel, Miguel y… Ella, tiene un trato conmigo. Sus vidas tienen un costo que aún no han terminado de pagar.
— ¿Por eso lastimas a Cristal? —me atrevo a preguntar.
—Por la misma razón que las almas de toda tu familia están atadas a mí, condenadas a vivir una tormentosa existencia.
Todo esto me hace recordar la foto que tenía Miguel, y esos recortes de periódico bastante viejos. Ha huido de un pasado que a la final lo ha alcanzado, y con devastadoras consecuencias.
No hace mención del trato, nada que me haga encajar lo que le ocurre a Cristal con la muerte de Danny. Todo está relacionado, de eso estoy segura pero ¿cómo?, esa es la pregunta.
Tanto mi madre como Anabel desafiaron a la muerte devolviendo a Danny a la vida, generando un desequilibrio en el alma de una niña inocente que ya no pertenecía a este mundo. El regreso de mi hermana a la vida genero la muerte de otros. Yo fui su primera víctima. Se puede decir que fue donde comenzaron las desgracias en esta familia. El golpe que mi gemela me propicio cuando tenía cinco años causo mi muerte por unos minutos, pero de alguna manera volví a la vida. La anciana no profundiza en detalles.
Ha dicho cada palabra con una felicidad tormentosa, saboreando cada palabra como si eso la fortaleciera. Sus ojos irradian pura maldad.
— ¿Cómo puedo liberar a Danny? —pregunto esperanzada con que la anciana me revele un poco más de la verdad que mi madre oculta.
—Eso es algo que no voy a revelarte. El alma de Danny se ha corroído con los años, dándome la fuerza que poseo ahora —dice la mujer. Una sonrisa surca sus labios—. Mi único interés es que tú no vuelvas a tu cuerpo. Espero con ansias que pronto te encuentres bajo tierra.
Un nudo se hace en mi garganta, pero no es por sus palabras si no porque está cambiando. Como si fuera una serpiente y estuviera mudando la piel. Frente a mí ya no hay una anciana, un rostro rejuvenecido hasta ser una mujer de veinte y tantos años. El cabello canoso se ha teñido de castaño. Sus ojos oscuros me recuerdan a la mujer de desaliñada de la cabaña. Lo que confirma que son la misma entidad.
—Voy a ocupar mi nuevo cuerpo —su voz es un susurro fétido que cubre toda la casa. Ella solo se levanta y se pierde por el pasillo.
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Editado: 25.01.2021