Capítulo 28:
Traición de la sangre
La venganza siempre
cobra vidas inocentes.
Capítulo 28:
Traición de la sangre
Danna
Mi gemela sonríe con una dulzura que se pierde en su terrorífica mirada. Como aquella primera vez que se presentó ante mí.
—Has venido a salvarla—su voz está cargada de ira y dolor, como cuando te sientes traicionado.
De todo lo que espera ver en este lugar, jamás cruzo por mi mente encontrar a mi gemela. No sé porque pero pensé que ella se mantendría al margen, que me esperaría. Pero ella está encadena a este tétrico pueblo al igual que todas esas almas que ha unos pocos minutos me rodeaban.
—Prometiste liberarme, pero has venido a salvarla —grita en un llanto lastimero.
El miedo que envuelve mis huesos se disipa para ser reemplazado por la culpa. Un sentimiento que me asfixia.
Dany realmente desea ser despojada de sus cadenas. Es como si el tiempo en que ocupo mi cuerpo la hubiera cambiado, solo un poco. Haber respirado durante tres meses le dio conciencia, la lleno de indulgencia. Le dio un corazón que siente más allá de la muerte.
—Danny —le tiendo la mano.
Tomo un poco de aire y le insto a que se acerque. Su andar es lento y desconfiado, como si ahora fuera ella la que temiera de mí. Ella solo es una niña a la que no le permitieron descansar. Un alma a la que impidieron volar.
Su mano frágil y fría alcanza la mía. Hubiera sido maravilloso crecer con alguien con quien compartes los mismos rasgos, como si te miraras al espejo y vieras y reflejo.
Tomó su manos entre las mías, ella es real y la puedo tocar.
Dejo caer la daga de mi otra mano, y la llevo directo a su rostro. Dejo que mis dedos le regalen la caricia de una hermana que le duele el no haber crecido a su lado. Que le duele no haber sabido de su existencia. Una caricia que quizás ni siquiera obtuvo de nuestra madre. Sus ojos cargados de ira se suavizan, se cierran lentamente mientras
dibujo el contorno de sus cejas, su nariz.
Ella cae de rodillas ante mí, y la niña de cinco años se convierte en na joven. Sus ondas caen sobre sus hombros en un vivo tono chocolate.
—Prometí liberarte y lo voy hacer. Liberarte significa que tengo que salvar a Cristal. Aunque no estoy segura de que siga con vida al final de esto, debo ayudarla para que no termine encadenada al igual que tú. Todas las almas que
están condenada a este pueblo deben abandonar este mundo.
De esa manera Esther se debilitará y…
Una risa hilarante sale de sus labios. Danny ha cambiado, ya no es una niña, es una réplica de mí y me hace helar la sangre.
—No sabes lo que hará ese hombre para detenerla —se
refiere a Miguel, y está en lo correcto.
Lo que sea que haya planeado Miguel para cuando se encuentre con Esther en el cuerpo de Cristal, es algo de lo que nos ha excluido a Thomas y a mí.
—Sea lo que sea que haga, es un paso para tu libertad. Tus cadenas se romperán —digo.
—No todas —sus ojos arden en ira.
Esther no es el único mal que la ha condenado. Mi madre, ella también ha puesto una pesada cadena atada a su pie.
Quizás mi madre sea el mayor mal que la ha condenado, sus errores del pasado, sus malas decisiones y su sus sentimientos egoístas la han convertido en un alma maldita.
Se aleja de mí en segundos, y el poco racionamiento que había logrado en ella se ha perdido. La he perdido.
—¿Qué se sintió respirar? —mi pregunta la deja un poco desconcertada. Entorna lo ojos como si de esa manera pudiera descifrar mis razones para hacer esa pregunta.
—No es lo que realmente deseo. Vivir como lo haces no es lo que necesito —dice apartando la mirada—. Mamá siempre dijo que volver me haría pertenecer a un lugar. Pero no pertenezco a tu mundo, ya no.
Me pongo de pie y recojo la daga del suelo. Ella continúa hablando como si necesita desahogarse:
—Sabes que si hubieras muerto aquel día en que te golpee tantas veces con una piedra, quizás nadie más de la familia hubiera muerto. Y quizás si Robert nunca se hubiera fijado en ti, yo nunca te hubiera golpeado con esa piedra—. Sus ojos se vuelven oscuros y perturbadores, sin nada de remordimiento ante sus actos—. Hice muchas cosas malas y creo que nuestro padre comenzó a darse cuenta de que nuestra madre había recurrido a la brujería para traerme de regreso cuando era solo un bebé, estoy segura que se daba cuenta de que su hija no era normal. La oscuridad me llamaba ¿sabes?, pasaron los años para que me diera cuenta de que esa oscuridad era Esther reclamándome. Pero para aquel entonces no tenía idea. Creo que tuviste una mascota, un perrito pequeño que papá trajo a casa y enseguida te lo quedaste. Pasaron los días y la oscuridad siempre me llamaba, ese animal lloraba demasiado por las noches nunca me dejaba dormir, así que lo golpea muy fuerte para que se callara. Nunca volvió a llorar, ni siquiera volvió a despertar. Aún recuerdo como lloraste por ese animal, fue muy placentero ver tu tristeza por una criatura tan insignificante.
Me dejo caer de nuevo en el suelo, con la daga sostenida por mis dos manos. Oírla hablar de nuestro pasado, un pasado que muy poco recuerdo es aterrador.
—¿Porque me estas contando todo eso? —pregunto y mi voz tiembla.
—Para que entiendas que ocurrió con nuestra familia. Por más que intentes preguntarle a mamá ella jamás te lo explicará —dice como si me estuviera haciendo un favor—. Pero fue desde ese momento en que Robert se fijó en ti en que la oscuridad me absorbió, tu existencia era un problema, eliminarte era la solución. Pero entonces Elena te alejo de mí, intente alcanzarlas pero me perdí con la desesperación entonces el auto de nuestros padres venia hacia mí, él lo sabía y siempre lo supo. No se detuvo. Papá me arrollo con su auto. Y tú seguías con vida. Mamá siempre me llamaba en sus lamentos, y poco a poco me fui arraigando a la casa.
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Editado: 25.01.2021