¡Oh Dios del cielo!,
tus lágrimas caen
sobre el profuso
bosque encantado.
El viento furibundo llega
y llama en la ventana
al tiempo que una hoja
triste y empapada
por la densa lluvia
se pega el vidrio.
Gota gota golpean
sobre el cinc de
la melancólica casita
de chapa.
Rueda el trueno
cierro los ojos.
Por la calle vacía
una inefable figura.
El Relámpago sin fin
brilla mil y la lluvia
acaricia su piel.
Yo Mientras tanto
le pido a alas al
errante viento para
soñar venturas
sin tiempo.
¡Que te hice lluvia!,
que me estoy
abandonando
en tus voces,
desecho de
vagos suspiros.
¡Lluvia obstinada¡
Por tu culpa
¡Me siento melancólico!.