Alma Sombría se mantenía informado de lo que sucedía en las tierras de la plaga gracias a los cuervos mensajeros que traían noticias de jefes y comandantes que estaban ocultos por Lubenia.
Uno de los mensajes hablaban de un calabozo con tesoros vigilados por monstruos poderosos. Para entrar a ese calabozo debía vencer al Guardián de la Llave.
Decidido a obtener la llave y revelar los tesoros que ocultaban las profundidades del calabozo.
Cuando llegó al lugar, se encontró con una figura imponente, con una armadura que brillaba bajo la luz de la luna. Era el Guardián de la llave, el encargado de protegerla de cualquier intruso que quisiera apoderarse de ella.
Alma Sombría no se acobardó, estaba decidido a conseguir la llave y nada lo detendría. Entonces, se acercó al Guardián y sin decir una palabra, desenvainó su espada. El Guardián también desenvainó su arma y comenzó el enfrentamiento.
El duelo era intenso, la espada del Guardián chocaba contra la de Alma Sombría, y la tierra temblaba con cada golpe que recibían las armaduras. Pero Alma Sombría no se dejó vencer, aprovechó un descuido del Guardián y aprovechó la oportunidad para herirlo gravemente.
El Guardián cayó al suelo, y Alma Sombría lo señaló con su espada. En el momento en que pensó que lo había derrotado, el Guardián se levantó de nuevo, cargando con su espada con un poder descomunal. Alma Sombría se preparó para el ataque final.
Pero en vez de luchar, el Guardián extendió su mano y le entregó la llave de la que tanto habían hablado. Era un gesto inesperado, Alma Sombría se quedó sorprendido, y algo emocionado. Agradeció al Guardián y se adentró en el calabozo en busca del tesoro.
Allí encontró una gran cantidad de riquezas y objetos que ni siquiera había imaginado. Pero lo más valioso de todo, fue el acto de valentía y nobleza del Guardián de la llave, que le ayudó a conseguir su objetivo sin derramar más sangre. Alma Sombría sintió una gran gratitud hacia él, y prometió no olvidarse nunca de ese gesto.