Almas antiguas

Capítulo 4: Bailando en las sombras. Parte 4

No sabía que contestar, comencé a estrujar las sabanas en mi mano para calmar mis nervios.

—Perdón, tampoco soy nadie importante para preguntarte eso, no estoy pensando claramente— me arrepentí.

—Si lo eres, Emma, si supieras que estoy volviéndome loco, y te sucede esto ahora. ¿Cómo lograron llevarte hasta ahí sola? —preguntó, supe que no estaba comprendiendo todo lo que deseaba decirme, apoyé mi mano sobre la suya sin pensarlo como si el corazón dictara esa acción.

—Yo… no sé, Adams me engañó, nunca sospeché de el— dije y las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro, Sam me abrazó y de repente sentí todo el miedo y el dolor que tenía y que hasta ese momento había reprimido, lo ultimo que supe es que me abrazó hasta que las lagrimas se convirtieron en cansancio.

 

Los rayos de sol que entraban por la ventana y golpeaban mi rostro lograron despertarme, el dolor de cabeza aun estaba ahí, pero todo lo demás había desaparecido, no recordaba demasiado de la noche anterior pero estaba segura de haber llorado lo suficiente abrazada a él, en ese momento me di cuenta en el estado en el que me había visto y me avergoncé, miré a mi alrededor y estaba claro que Sam había dormido en el sofá, a pesar de que en la cama había suficiente espacio para ambos. Me levanté lentamente y me dirigí al baño para asearme y quitarme todo el maquillaje de la noche anterior. Un ruido desde su cocina me sacó de mis pensamientos, una sensación de miedo me invadió y supe que aun no estaba completamente bien luego de la noche anterior.

—¡¿Sam?! ¿eres tú? —pregunté desde el baño.

—Si Emma, aquí estoy, ¿Qué necesitas? — preguntó, oír su voz tenía un hermoso efecto tranquilizante, pero no quería admitir que aun estaba asustada por lo que tuve que buscar una excusa rápidamente.

— Solo quería preguntarte si… podía tomar una ducha—grité mientras me miraba al espejo mi propia cara de decepción, tenía el don de reírme de mi misma.

—Claro, lo que tu quieras— respondió dulcemente. Empecé a recordar sus palabras de la noche anterior, ¿realmente había dicho que no había nadie más en su vida? ¿todo esto no estaba sucediendo en mi cabeza? ¿sentía algo por mí?, todo lo que hacía últimamente era coleccionar preguntas a su alrededor.

Comencé a ducharme y me di cuenta de lo mucho que necesitaba ese momento de paz, aunque no me tardé demasiado por que no me sentía con tanta confianza, me vestí rápidamente con la camiseta que me prestó y lavé mis dientes de la mejor forma que pude ya que no tenía cepillo, ni cartera, recordé que no tenía mis pertenecías conmigo, ni siquiera mi celular por lo que mis amigos no tenían noticias de mi desde esa anoche, tenía que comunicarme con ellos lo antes posible. Sali del baño y fui consciente de que solo vestía una remera grande, que podía pasar como vestido, pero aun así era muy poca ropa para la situación en la que me encontraba.

 Sam me observó desde la cocina de una forma que no logré descifrar y yo también lo miré fijamente sin decir una palabra. Estaba hermoso, tenía solo una remera y unos jeans, no era su atuendo habitual, pero era mi favorito hasta el momento por que dejaba ver su pecho y sus brazos. Basta Emma, debes pensar claramente.

—Gracias, de verdad lo necesitaba, y gracias por lo que hiciste por mi anoche— le dije acercándome al centro del apartamento donde el se encontraba—. No debías hacer tanto por mí, no sé cómo agradecerte— continué mirándolo a los ojos. El solo me miraba con una taza en su mano, supuse que estaría haciendo el desayuno.

—No debes agradecerme por algo que hice por mí mismo— respondió y su mirada se tornó indescifrable para mí.

Mi corazón se aceleró ante su respuesta, como si supiera lo que mi mente aún no sabía.

—¿Cómo que lo hiciste por ti mismo?

—Porque no podría vivir si algo malo te ocurriera por mi culpa— sus palabras resonaron en la habitación. Yo estaba de pie a unos metros de distancia. No pude contestar, nuestras miradas estaban entrelazadas una con la otra. La taza que hacía segundos sostenía en su mano tocó el suelo y se deshizo en cientos de pedazos, como yo cuando sus labios tocaron los míos, como si supiéramos el momento exacto para unir nuestros cuerpos y fundirnos en el mas dulce de los besos por primera vez. Las almas tienen memoria y la mía sabía cuánto necesitaba ese beso antes de que yo pueda saberlo. Sus labios no podían ser mas tiernos, pero como si fuera un asunto de simple necesidad el beso se transformo en algo poderoso, me tomó en sus brazos y abracé su cuerpo con mis piernas con la necesidad de estar tan cerca suyo como sea posible.

 Tal vez había querido hacer esto desde el primer momento en que lo vi o tal vez llevaba toda mi vida queriendo hacerlo. Mi cuerpo estaba contra la pared y mis piernas rodeaban su cintura con fuerza, el dulce beso se había convertido en algo feroz, en necesidad y melancolía. Sentí mi cuerpo sobre la cama y los nervios me invadieron, quería temblar pero encontré sus ojos sobre mí y supe cuánto lo deseaba. Los besos de Sam eran el paraíso, un paraíso que no estaba segura de merecer, pero aceptaría todos los castigos por ese sueño robado. Lentamente y con todo el coraje que encontré quité su camisa, realmente era perfecto, los besos se tornaron más feroces. Sus manos recorrían todo mi cuerpo mientras las mías se enredaban en su cabello. Sam se detuvo en seco y se alejó de mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.