Almas cautivas

Capítulo 4

Laura.     Lunes por la noche...

 

Heridas.

Las primeras heridas que tengo son las de mis manos, líneas rojas rodean mis muñecas, arde cada vez que la soga roza con ellas por cualquier pequeño movimiento que haga. Tengo las rodillas rasguñadas por las veces que caí allá afuera mientras me traían aquí, un lado de mi costado no ha dejado de doler, me lastime ahí cuando Luke me arrojó al suelo.

¿Tendré que sobrevivir a muchas más?

Llevamos en el granero más de 48 horas, somos ocho aquí encerradas, no hemos comido, solo nos dieron agua de una manguera un par de veces, el frío se ha incrementado en las últimas dos horas.

¿Será que alguien vendrá a buscarnos? ¿La policía sabrá que estamos desaparecidas? ¿Qué estará pensando mi mamá?

Luego de que trajeran a mis amigas, sentí como si una parte de mí se fragmentara en mil pedazos. No solo me asecharon a mí, también a ellas, tal vez de no haber accedido a bailar con ese tipo en la fiesta, hubiéramos estado juntas y podríamos haber escapado entre las tres. Pero no fue así, ahora estamos en éste granero con olor a humo de tabaco sin siquiera poder hablar.

Hace varias horas que se fueron Luke y Hugo, después de hidratarnos como a unos perros, salieron del granero sin mediar palabra.

La niña de 14 años está unida a la que creo que es su hermana, tiene los ojos rojos de tanto llorar, y su expresión es de miedo y preocupación, ya que la chica a su lado es la única de nosotras que parece estar más sedada, y aun así se mantiene al tanto de cualquier movimiento que haga la pequeña.

Mónica está histérica, y no deja de forcejear y gimotear, pero solo consigue herir sus muñecas con las sogas, intento tranquilizarla acercándome a ella, pero sigue alterada. Por otro lado, Violet está muy quieta y callada, su mirada está hacia el suelo. Me preocupa que esté en estado de shock, apenas y parpadea.

Seguimos atadas y amordazadas, con los pies descalzos y las ropas cubiertas de tierra y aserrín. Mi estómago gruñe, pero la comida no es lo que me preocupa más. Mi corazón se acelera con cada segundo que transcurre.

Escucho pisadas, y todas levantamos las cabezas en dirección a la puerta. Ésta se abre, el jefe de éste tormento entra, seguido de Hugo y Luke.

—Buenas noches— saluda el jefe, usando un inusual tono formal. Como si tratara con ejecutivos en lugar de jóvenes cautivas.

Ahora sí puedo detallarlo mejor, no debe tener más de 35 años. Su cabello es corto, ojos claros pero intimidantes, cejas gruesas, labios delgados pero definidos, una pequeña cicatriz diagonal en su mejilla izquierda, su cuerpo es ancho, pero no tan fornido como el de Luke. Va vestido de una manera extraña para ser un secuestrador, franela negra y pantalón oscuro, sobre eso tiene algo entre una chaqueta y un saco elegante,  parecido al del guardia de la fiesta en la playa.

Se inclina a susurrarle algo a Luke y luego se encamina hacia nosotras. Poco a poco me muevo para atrás, arrastrándome lejos de su mirada, pero me doy cuenta de que no soy su objetivo.

Sus pies se detienen frente a las dos hermanas. La niña de 14 años y la otra de la que no se ha separado.

—Rebeca— dice y se agacha frente a la pequeña. Le baja la mordaza y ella frunce los labios. —¿Cómo te sientes? ¿Te han tratado bien?— pregunta con el ceño fruncido.

¿Qué le pasa a este hombre? ¿En serio está preguntando cómo nos han tratado?

—Sí— tartamudea Rebeca con la mirada en el suelo. 

Su hermana fulmina con la mirada al jefe y cuadra los hombros... Está intentando proteger a Rebeca.

—Tú eres Riley— dice él y también le quita la mordaza a ella.

—No se acerque a mi hermana— le escupe Riley.

—Tienes carácter— afirma él y pasa una de sus manos por la mejilla de ella y luego vuelve la mirada a Rebeca.

—Déjela ir, por favor— suplica Riley. —Es solo una niña— susurra.

El jefe se sume en sus pensamientos y mira hacia él suelo, parece recordar algo que lo hace palidecer unos breves segundos.

—Ella también era una niña— dice él una voz muy bajita, pero luego recupera su postura. 

Se pone de pie y toma a Riley del brazo, esta chilla he intenta resistirse, pero el jefe saca un arma, la pone en su frente y todo se queda en silencio.

—Camina— le ordena y la lleva al frente, donde están Hugo, Luke y él.

Giro mi cabeza hacia un lado y veo a las demás chicas con la mirada alarmada, al igual que yo. Mis amigas están muy quietas, al parecer la llegada del jefe hizo que Mónica se petrificara, y es de entender, este hombre es tan misterioso y extraño que resulta aterrador.

—Necesito que hagas algo por mí— le dice él a Riley.

—No pienso ayudarte a hacer nada— se sacude ella.

Se necesita mucho coraje para enfrentar a este tipo demente, y por lo que veo, Riley lo tiene.

—¿Ayudarme?— se ríe el con sarcasmo. —Yo solo necesito que respondas una pregunta— dice con las cejas unidas en su frente.

—¿Qué pregunta?— la voz de Riley flaquea un poco.

El jefe camina de un lado a otro, nos mira y vuelve la vista a Rebeca, frunce un poco el ceño y sigue caminando.

—Tu madre— dice de repente.

—¿Qué pasa con mi mamá?— le tiembla la voz.

Él mete la mano en su bolsillo y saca lo que parece ser una foto, pero ninguna logramos distinguir quién es la persona en dicha foto.

—Esta es la pregunta— hace una pausa. —¿Qué vida escogerías salvar? La de tu madre, o la vida de la persona en esta foto. Ambas están en peligro, he indefensas— añade.

—Mi mamá— responde Riley sin siquiera pensarlo.

—¿Segura? ¿No te importa la vida de la otra persona?— él se cruza de brazos y ladea la cabeza, pero su expresión sigue siendo seria.

¿A qué está jugando?

—No— concluye ella y el jefe asiente lentamente.

—Ya hiciste tu elección— dice él en voz alta y le da vuelta a la foto. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.