Almas cautivas

Capítulo 16

Tara.

 

La noche es fría y sombría. Mis ojos van desde la puerta de la casa hasta los alrededores del lugar. ¿Habrá salido? Frunzo el ceño.

Voy a paso lento por el camino de grama verde que lleva a la entrada de la casa que desconozco. La luna ilumina las paredes blancas, y los árboles se mueven al son de la brisa.

Mis pies se detienen al cruzar la puerta. Todo está en absoluto silencio. Recorro con la mirada toda la cocina y el comedor, pero ella no está. ¿Se habrá quedado dormida? Subo las escaleras y entro a una habitación, pero no hay señales de ella.

Vuelvo a bajar, con un nudo en el estómago. No responde a su celular. Respiro forzadamente y salgo al patio a tomar aire y a pensar en donde podría estar.

Distingo un montón de tierra a unos metros de donde estoy, al igual que una pala, cosa que me extraña, a Megan no se le da muy bien la jardinería.

Me acerco mientras marco su número en mi teléfono para intentar llamarla otra vez. Las hojas secas crujen bajo el peso de mis pies y conforme me voy acercando siento que me tiemblan las manos.

Me detengo al notar una figura bañada en sangre dentro del hoyo en la tierra. Mi teléfono cae al suelo con un ruido sordo, y mis piernas flaquean al ver la mirada vacía de ella.

Megan.

Abro los ojos de golpe y alzo la cabeza como si una corriente eléctrica me hubiera traspasado. Parpadeo unas tres veces y trato de activar mi mente otra vez.

Respiro profundo y miro a mi alrededor ¿Dónde estoy? Una luz tenue ilumina el lugar. Estoy rodeada de paredes negras, y un olor a tabaco inunda toda la habitación y hace que mis fosas nasales ardan.

Distingo una figura delante de mí. Es un hombre de cabello castaño y piel clara, está atado a una silla y parece estar inconsciente, pero es todo lo que veo porque mi vista sigue nublada.

Intento moverme, pero me doy cuenta de que estoy en las mismas condiciones que el hombre delante de mí. Mis piernas están atadas a las patas de la silla, y mis muñecas están sujetas a los brazos de la misma. Miro las sogas con confusión y trato de aflojar el amarre moviendo un poco las manos. Es imposible.

—Maldita sea— murmuro con los dientes apretados.

Mis sentidos comienzan a activarse. Siento un leve dolor en la parte trasera de mi cabeza, y entonces recuerdo parte de lo que ocurrió.

¿Cómo pude olvidar mi entrenamiento básico? Es simple: jamás le des la espalda a las puertas o lugares que puedan servir de escondite.

Aún no logro descifrar quién me atacó mientras lidiaba con ese otro tipo que ve tú a saber cómo se llama y a qué mierdas se refería cuando dijo: Alguien quiere hablar contigo.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por un quejido proveniente de una voz masculina. Es el hombre que está frente a mí, lo veo mover la cabeza de un lado a otro sin abrir los ojos, tiene una cortada en el lado derecho de la frente, posiblemente sea un golpe.

 Su rostro me parece familiar, pero sigo con la mente algo distante gracias a ese golpe.

—Oye— digo en un susurro, tratando de captar su atención. —Soy la agente federal Tara Louis ¿Estás bien? — le pregunto al desconocido. No es una pregunta tonta, si está herido necesitará atención médica.

Frunce el ceño y parpadea, pero sigue sin abrir los ojos.

— ¿Qué? — es todo lo que dice, apenas pude oírlo.

—Soy policía. Voy a sacarte de… — vuelvo a decir y forcejeo con las cuerdas en mis manos.

—Tu voz— dice él sin mirarme aún. —Tu voz me es conocida— asegura y levanta levemente la cabeza. Creo que está sedado.

Ahora puedo detallarlo mejor. Cejas abundantes, una leve barba por los alrededores de las mejillas y el mentón, voz gruesa, buena figura… Todo su rostro me parece conocido.

Comienza mover las manos igual que yo, pero estas cuerdas están atadas con mucha precisión. El cabello me cae a los lados de la cara y el sudor no hace más que adherirlo a mi piel. Dirijo la mirada a mi pecho y me doy cuenta de que ya no llevo el chaleco antibalas, solo mi blusa negra y el pantalón del mismo color.

El hombre frente a mí va vestido con una franela azul oscura y pantalón jean. No tiene zapatos, y parece estar cubierto de hojas y ramas de pies a cabeza.

Cuando voy a abrir la boca, él por fin levanta la cabeza con cierta dificultad y abre los ojos. Es todo lo que necesitaba para reconocerlo.

Me he quedado pasmada por segunda vez en este día. Creí que nunca más iba a verlo, que era alguien del pasado, pero aquí está. Más de 5 años después…

— ¿Tom? — es lo que sale de mis labios. Mi boca está entre abierta, y el corazón me va latiendo muy rápido.

— ¿Cómo…?— empieza él pero le da un ataque de tos, yo sigo de piedra. — ¿Cómo sabes quién soy? — pregunta con voz rota, no pronuncio ni una sola palabra.

Mi respiración se vuelve entrecortada, y siento que el lugar se vuelve más pequeño. Por un momento se me olvida que estoy atada y encerrada en quién sabe dónde. Solo tengo ojos para el hombre que tengo en frente.

El hombre que está reviviendo mis recuerdos de nuevo.

Como si ya no estuviera agitada, la puerta de la habitación se abre y entra el malnacido que me trajo aquí.

Mide aproximadamente 1. 80 m. Tez color morena y ojos café oscuro, va vestido completamente de negro.

Se acerca a Tom, se ubica detrás de él y lo toma por los hombros. Me mira con una sonrisa y yo le lanzo una mirada de mil demonios.

—Vaya golpe me has dado—  me dice él tocándose la nariz.

—Debí haberte disparado— le espeto con odio y forcejeo una vez más con las sogas.

—Deja de moverte— me ordena con voz neutra y se acerca a mí. —Ni siquiera con una contusión eres capaz de estarte quieta— suelta frunciendo el ceño.

—Eres un maldito desgraciado de mier… —comienzo a decir pero me toma por la parte trasera de mi cabello con mucha fuerza. Me sostiene para que lo mire a la cara. —Ash—me quejo y trato de sacudir la cabeza.




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