Otro inicio de semana había llegado y con eso, el cumpleaños de Mateo, el cual nunca dijeron que era, solo que vimos a Sofía desesperada este fin de semana mientras estábamos por el centro comercial buscando un regalo y le toco decirnos.
Lo que ella nos explicó es que para Mateo era un simple día, cosa que Sofía no piensa aceptarle, por lo que terminó gastando toda su mesada en el regalo que le piensa dar.
Hoy le pedí que viniera a enseñarme unas cosas de física, y de paso para darle un detalle. Tampoco es que Mateo me caiga mal, en realidad en todos estos meses me he dado cuenta que es una gran persona, solo que no es ese tipo de persona con que acostumbro a interactuar.
—¡El desayuno! —grita papá.
Salgo de mi habitación, y bajo las escaleras, mientras reviso mis zapatillas. La verdad es que tengo un problema con los zapatos que se eligen para ir a clases, con un broche y el calzado a veces lo siento muy pesado, no sé, le tengo manía a las zapatillas.
—Buenos días —saludo a todos, mientras me siento.
—Buenos días —contesta papá, y me deja el desayuno en el mármol —. Hoy no creo poder pasar por ustedes, tengo una reunión más o menos a esa hora, entonces, Sofía las recoge.
—Si. Pero eso sí, si no llego rápido pues se esperan —contesta la rubia, quien se mete un bocado a la boca.
—Y si nosotras no lo hacemos, tampoco digas nada —le replico, mientras la señalo con el dedo anular.
—Papá, ¿desde cuando Aitana puede señalarme? —Mi papá me mira y rápidamente bajo mi mano —. Grosera.
—Consentida.
—Aprende a perder.
—Aprende a ganar.
—Aprendan a comer en silencio —añade Aina.
—Papá, ¿por qué la menor tiene derecho a interrumpir a sus mayores? —pregunto esta vez yo.
Papá nos reprocha con la mirada y nos reímos. Siempre le ha molestado que lo pongamos en una situación donde él no sabe a quien regañar y a quien no.
—Papá, ¿qué han dicho acerca de Edward? —pregunta Aina, haciendo que todos observemos a papá para ver que va a decir.
Él suspira pesadamente y con la expresión que tiene se que buenas noticias no son. ´
—Descubrieron que Ava hizo algo para que Ward no nos recordara —Me sorprende, pese a que no debería, al fin y al cabo, si él nos hubiera recordado hubiera huido de cualquier manera para regresar a casa —. El problema principal es que Ava no sabe dónde está y esta vez es algo muy confirmado. Sus actitudes cuando le dijeron que Edward no se encontraba se volvieron inestables, tanto que se desmayó. Bueno, hizo todo un drama.
—Estamos igual que en el principio —dice cansada Sofía —. Mi tío David me dijo que había un detective que ayudaba a… —Se traba ella misma, poniéndose un poco nerviosa —. ¡Bueno, no importa! —exclama.
—Ayudaba a tu hermana mayor, ¿no? —deduce papá y me molesta un poco el cómo no se dirige a ella como su hija. Sofía asiente, con los labios apretados —. No me sorprende, su hermana es solo alguien que hace las cosas como quiera y que le haya pagado a un detective para lo de su madre, no es algo nuevo. Es más, no me sorprende que en realidad no se haya ido para Argentina y que siga acá en el país.
Lo dice con tanta decepción y rabia, que me dan ganas de tomarlo de los hombros y zarandearlo. La desconfianza ha empezado a crecer de gran manera a lo largo de estos meses, pero no es algo bueno. Se que le duele que le haya ocultado algo tan importante como lo de mamá y nuestro hermano, pero no por eso, debe dudar siempre de su palabra.
Todos mentimos en algún momento, todos ocultamos cosas en nuestro corazón y en realidad no está mal. ¿Está mal no decir todo? No, porque para empezar hay cosas que uno decide no contarlo, porque para todos es lo mejor. Todos ocultamos cosas, y aunque muchas veces nos consumamos en ello, no está mal, solo que ante los demás es una gran traición.
No tenemos que ser sinceros con los demás, cuando ni siquiera con nosotros mismos lo somos.
—Papá, deja de ser de esa manera —empieza Aina.
—Ya. No quiero que la defiendan, porque es muy temprano para estar discutiendo, pero eso es lo que pienso —la interrumpe, molesto papá, quien deja su plato a un lado.
—¿La odias? —Me atrevo a preguntar.
Él me mira por unos segundos antes de levantarse y marcharse de escaleras arriba.
¿Eso qué significa?
.
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—No le vas a decir nada —advierte Simón a su primo. Voy caminando por los pasillos del instituto y justo al frente del casillero de Simón, ambos están ubicados.
—¡Claro que sí! —brama, sobresaltando algunas personas que van caminando por su lado —. Sé como eres cuando se trata de tu hermano, se que quieres hacer eso, pero no lo voy a permitir. ¡Te puedes matar!
—Pues entonces era mi último día —dice entre dientes.
Se ve molesto y eso no me lo puede negar, Simón le tiene mucho respeto a Rett, pero al parecer esto es importante. Decido intervenir antes que se vayan encima del otro.
—Hola, chicos —saludo, animada tratando de aliviar el ambiente.
Ambos enfocan sus ojos en mí y me siento brevemente inferior. Rett me lanza una mirada muy gélida, antes de voltearse de nuevo a su primo.
—Sabes que no dudare en decirle si llegas a ir a ese lugar. No bromeo, porque que hagas eso es una puta locura, una que lo pienso hacer pasar a mi tía. Recuerda muy bien quién era tu hermano y quién eres tú —Se da la vuelta y deja enmudecido a Simón.
—¿Estas bien? —inquiero.
—Si —confirma decaído. Saca sus libros y lo espero, caminamos hasta la siguiente clase, no sin antes pasar por mis cuadernos y al llegar noto que el puesto de Austin está rodeado.
Trato de ver por los lados de sus cuerpos haber que está pasando.
—No te imagine tan chismosa —me susurra al oído alguien, me sobresalto y me giro a ver al idiota de Hongi, quien se ríe abiertamente por mi cara de pánico.
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Editado: 20.05.2021