Capítulo 12 – La conexión del alma

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Mientras escribía las páginas anteriores, sucedió algo que aún resuena en mí. Estaba sumergida en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mis señales, cuando de pronto escuché a alguien pronunciar, casi al pasar, la frase: “la conexión del alma”. No fue una conversación dirigida a mí, no fue un consejo buscado. Pero al escucharlo, algo dentro de mí se encendió. Sentí con claridad que no era una coincidencia: eran ellos, mis almas guardianas, hablándome a través de esa persona.

Fue como si me recordaran que este libro no lo escribo sola. Que cada palabra que fluye en estas páginas está acompañada, guiada, inspirada por algo mucho más grande que yo. Y entendí que la conexión del alma no siempre se manifiesta en sueños profundos o meditaciones silenciosas; a veces aparece en lo cotidiano, en una voz en la calle, en un comentario inesperado, en un destello de intuición que nos sacude por dentro.

Esa conexión es un puente invisible: une lo que somos aquí, en este cuerpo, con lo que siempre hemos sido en lo eterno. Nos recuerda que no somos mentes que intentan comprender el universo, sino almas que lo recuerdan. Y cuando abrimos el corazón, cuando dejamos que lo simple nos hable, el alma se comunica con nosotros de formas que parecen pequeñas, pero que en realidad son señales poderosas.

Ese día confirmé que no estoy escribiendo sola. Que mis guardianes me susurran incluso a través de otras personas, que colocan frases, gestos y señales en mi camino para que no olvide quién soy. La conexión del alma está siempre allí, esperando que la reconozcamos, esperando que aceptemos que somos más que carne y hueso: somos luz, somos memoria, somos parte del cielo.